_
_
_
_
_

Alessandra, coja y en el coche escoba

La gallega, lesionada en un gemelo, abandona a tres kilómetros del final un maratón ganado por la francesa Daunay

Carlos Arribas
Aguilar, antes de lesionarse, corre junto a la suiza Neuenschwander.
Aguilar, antes de lesionarse, corre junto a la suiza Neuenschwander.STEFFEN SCHMIDT (EFE)

Habían pasado 20 minutos desde que la gran favorita, la veterana francesa Christelle Daunay, que cumplirá 40 años en diciembre, había roto la cinta, ganadora (con unos magníficos 2h 25m 14s), en el puente que cruza el Limmat en la boca del lago de Zúrich. Habían pasado también, cercanas ma non troppo, las que la acompañarán en el podio, la italiana Valeria Straneo y la portuguesa Jessica Augusto, las tres embanderadas, las tres felices. Habían pasado los segundos y los minutos, había pasado la irlandesa de Béjar, Bárbara Sánchez, hija de emigrantes que competía de verde esmeralda, y habían pasado hasta las trillizas estonias, Liina, Leila y Lily Luik. Habían pasado las 48 que habían terminado el duro maratón del Europeo, pero de Alessandra Aguilar, de sus horquillas rojas y amarillas y sus esparadrapos preventivos por todo el cuerpo, no se sabía nada.

La última vez que se había visto en la pantalla gigante a la única participante española fue cuando pasó, séptima y sufriendo, el punto de los 35 kilómetros. Sus sueños de podio, alimentados hace un año por un quinto puesto en el Mundial de Moscú y recreados diariamente durante sus duros entrenamientos por la Casa de Campo de Madrid, se habían desvanecido rápidamente, en la primera de las cuatro subidas que debieron hacer a la tremenda cuesta (un 8%) de Seilergraben, y, sobre todo, en su vertiginoso descenso, que tanto castiga los músculos, los cuádriceps, los gemelos. Sin embargo, había cogido su ritmo la gallega y el puesto de finalista lo tenía a su alcance, una recompensa menor, pero un éxito también. Pero a la meta, donde la esperaban para achucharla Cooly, la vaquita guay, y para alentarla, Pepe Ríos, el responsable del fondo español, y varios técnicos más, no llegaba. El registro del paso por el kilómetro 40 mostraba que allí no había llegado. Un mensaje de su entrenador, Antonio Serrano, informaba de que él tampoco sabía nada de ella, que la última vez que la había visto fue en el kilómetro 39, y que la había visto destrozada. Ya se hablaba de organizar una expedición de búsqueda por el parque que rodea al lago cuando, finalmente, sentada en el coche escoba, llegó Aguilar a la meta, coja y dolida. “He sufrido un fuerte pinchazo en el gemelo muy pronto, y he corrido limitada, pero, al final no podía ni andar”, dijo la lucense.

He sufrido un fuerte pinchazo en el gemelo muy pronto, y he corrido limitada, pero, al final no podía ni andar

La francesa que ganó no es en absoluto una desconocida. Aunque se inició tarde en el maratón (disputó el primero a los 32 años), Daunay ha sido la europea más regular en los últimos años en los grandes clásicos: siempre entre las cinco primeras en los tres últimos maratones de Nueva York que ha corrido, y también en Chicago 2011 y un par de veces en París, y cuenta con una mejor marca de 2h 24m 22s , tres minutos más rápida que la mejor de Aguilar, pero un minuto superior a la de la valiente italiana Straneo, quien corrió como en Moscú, en cabeza desde el comienzo, y que terminó como en la capital rusa, segunda, al no poder resistir el ataque de la francesa en el descenso final.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_