Lunes
Terminó. Acabou. El taxista dice que estaba deseando que el Mundial acabara porque, en el fondo, lo de que se paralice el tráfico por causa de los partidos no le acarrea más que pérdidas
Terminó. Acabou. El taxista dice que estaba deseando que el Mundial acabara porque, en el fondo, lo de que se paralice el tráfico por causa de los partidos no le acarrea más que pérdidas; el hincha ya está harto de ver a la selección sacar goles de su propia portería, y el que más y el que menos, aquí, tiene ganas de que la Copa del Mundo sea un recuerdo, malo o bueno, eso depende. Que venga el lunes, pues.
Muchos comentaristas y opinadores brasileños han escrito estos días, después del apabullante 1-7 de Alemania, que tal vez la derrota sirva de vacuna e inmunice al país sobre los excesos, para lo bueno y para lo malo, que acarrea el fútbol cuando se toma tan a pecho.
Afortunadamente, más allá de las victorias épicas de otras épocas, de cuando Pelé y Garrincha capitaneaban el mejor equipo del mundo, o de las traumáticas derrotas apocalípticas que quedaron en la historia negra de este país, como el Maracanazo o que quedarán, como el Alemanazo, está la palpable realidad de todos los días, están los lunes.
Tampoco son fáciles: la economía del país ya no crece tanto como lo hacía hace unos años, y parece estancada en un precario 1% del PIB, la inflación, la verdadera pesadilla de la economía brasileña, coquetea con el 6,5%, el tope que el Gobierno se había impuesto y que no es capaz de controlar del todo.
Afortunadamente, más allá de los tormentos del pasado, está la palpable realidad de todos los días, están los lunes.
Pero también es verdad que el Mundial se ha desarrollado, en general, muy correctamente, sin problemas, sin disfunciones. La parte organizativa ha funcionado, pese a todos los recelos y las funestas previsiones. Lo que no ha ido tan bien (lo que ha ido muy mal en realidad) es la parte del balón. Al final, resulta que Brasil es Alemania y Alemania, Brasil.
Los cachondos del periódico carioca O Globo titulaban ayer “La Copa ha terminado, quedan 754 para los Juegos Olímpicos de Río”. Sí, vale, pero, en su mayor parte (tal vez debido a la paliza recibida), la gente aquí tiene ganas de rutina: hoy el taxista volverá a las calles ya no vacías de todos los días, el hincha regresará a la oficina de todas las mañanas y la presidenta, Dilma Rousseff, viajará a Fortaleza a participar en una cumbre internacional económica con otros presidentes emergentes a fin de tratar de enderezar los números amenazantes. Como decía el poeta Jaime Gil de Biedma en un poema titulado, precisamente, lunes, “quizá, quizá tienen razón los días laborables”.
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