El líder contra el sistema
Los latinoamericanos nos encomendamos a nuestras estrellas como las mojigatas a los santos; los europeos son corporativos
Los latinoamericanos somos caudillistas. Queremos al líder máximo para guiar nuestros destinos. En Argentina, los peronistas son de derecha y también de izquierda, pero siempre de Perón. En Venezuela, la gente acude a la tumba de Hugo Chávez en procesión. En Cuba, cuando hablamos de la revolución, queremos decir Fidel. Y en el Brasil de mañana, el líder latinoamericano se llama Messi.
Messi es más que un jugador. Es la encarnación de los colores patrios. Casi no abre la boca, pero es el capitán. Contra Holanda apenas jugó, al contrario, y por momentos deambulaba en el campo preguntándose dónde estaba. Pero todas las arengas eran para él. Él es responsable de lo que ocurra en el campo, y eso incluye a la defensa, al cuerpo técnico, a los aguateros. Es el líder.
En cuartos de final, Higuaín jugó un partido mucho mejor que el 10, pero cuando hizo falta refrescar el ataque, tuvo que abandonar el campo para dejar entrar al Kun. Nadie contemplaba la posibilidad de sentar en el banquillo a Messi. Messi puede sacarse de la chistera una genialidad y cambiarlo todo en 10 segundos. Sólo que a veces no hace nada. Como un gobierno totalitario, vaya.
Robben es un jugador de Holanda; Argentina es el equipo de Messi
El fenómeno se extiende a toda América Latina. Chile se encaramó sobre las piernas y los pulmones de Alexis. Y llegó tan lejos como pudo. Uruguay era un gran equipo con Suárez, pero sin él, resultaba una sombra de sí mismo, un desorden de ingenieros sin arquitecto. La celeste lo confiaba todo a su mariscal de campo, y no logró sobrevivir sin su guía y dirección. Brasil perdió a Neymar, y con él se le fue el alma, el sentido. Las siete puñaladas que le clavó Alemania se enterraron en un cuerpo muerto. Los latinoamericanos nos encomendamos a nuestras estrellas como las mojigatas a los santos.
Los europeos, en cambio, son corporativos. Creen en el orden social. Ante la crisis económica, la Unión Europea reaccionó con cumbres y reuniones de presidentes y ministros. Los líderes del continente (Barroso, Juncker, Van Rompuy) no son votados por los ciudadanos sino generados por el sistema, como los números de la seguridad social. Y todo está lleno de siglas: BCE, Ecofin, Eurogrupo. Kissinger solía decir: “Me encantaría negociar con Europa, pero... ¿a qué teléfono debo llamar exactamente?”.
Ese espíritu de bloque se nota en sus grandes equipos. Holanda es una estructura. Funciona como una correa de transmisión. De la defensa cerrada al galope de la delantera hay cuatro pasos perfectamente medidos porque todos los involucrados se encuentran donde deben estar. Lo importante es el equipo. Robben, por ejemplo, es el mejor jugador del Mundial hasta ahora. Pero la prensa no habla de él como hablan de nuestros gurús latinoamericanos.
Robben es un jugador de Holanda.
Argentina es el equipo de Messi.
Tampoco hablamos en forma individual de Alemania. Alemania puede atacar al galope como Holanda o tocar como la España del 2010. Defiende con 10 y luego suben a atacar los 10. Y cuando la maquinaria está aceitada, resulta indestructible. Después del tercer gol a Brasil, trataron de jugar sin exigirse demasiado ni humillar al rival. Pero no podían evitar seguir haciendo goles. Estaban programados así.
Lo llaman Die Mannschaft. El equipo. Y eso es. Ni más ni menos. Müller hace muchos goles, pero sólo porque es su función. No concentra las miradas más que Khedira, un comodín que no sabes bien de qué juega, sólo que siempre está, en ataque y defensa. Kroos es genial, pero su trabajo de distribución y presión es discreto, a veces invisible. Cada jugador tiene sentido sólo si están todos los demás.
La final, como el partido por el tercer y cuarto puesto, enfrenta a ambos estilos. El caudillismo contra el corporativismo. El héroe solitario contra la masa organizada. El líder contra el sistema. Ya sabemos cuál de esas filosofías es más romántica y cuál es más eficiente. Ahora sabremos lo más importante: cuál gana los partidos.
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