Ni Messi ni Baby Popeye: Shaqiri
Suiza conmina al extremo, que hizo un triplete ante Honduras, a que asuma el papel de líder
La Asociación Suiza de Fútbol inició en 2008, el mismo año que organizó la Eurocopa con Austria, un plan de formación cuyos resultados son ya notorios en Brasil. El programa pretendía aprovechar el potencial de las comunidades de inmigrantes del país y conseguir a medio plazo una selección competitiva en torneos como la Copa del Mundo. El éxito, ya contrastado con anterioridad en el fútbol base, sobre todo en los sub-17, categoría en que ha ganado el Europeo 2002 y el Mundial 2009, ha llegado a la absoluta en 2014. Suiza se mide a Argentina en los octavos de la Copa con un equipo en el que la mayoría de sus futbolistas son hijos de trabajadores procedentes de distintos puntos de Europa.
Origen suizo tienen Benaglio, Sommer y Burki, así como Lichtsteiner, Ziegler, Von Bergen, Lang, Schär y Stocker. El padre de Senderos es español y su madre es serbia. Los orígenes de Rodríguez están también en España y Chile. Los de Barnetta se sitúan en Italia y los de Inler, en Turquía. La familia de Mehmedi es de Macedonia. También Dzemali, con vínculos albaneses, procede de la antigua Yugoslavia. Los progenitores de Seferovic son de Bosnia y los de Dmric de Croacia. Cavranovic es de origen bosniocroata, Djourou nació en Abiyán (Costa de Marfil) y Fernández, en Cabo Verde. Y Xhaka, Behram y Shaqiri nacieron en Kosovo.
Shaqiri es la figura de la generación dorada de Suiza. La prensa le llama El Messi de Los Alpes. Ha sido 36 veces internacional y marcó 12 goles, los tres últimos contra Honduras, día en que “escribió una página histórica y se demostró que puede ser capaz de todo cuanto se proponga”, afirma su entrenador, Ottmar Hitzfeld. “El salto de calidad del equipo depende de las prestaciones de Shaqiri”, añadió el técnico alemán. “Me ha confirmado lo que siempre pensé de él y es que se puede construir la selección a partir de él”. A Shaqiri le reprochaban siempre que no se creyera lo bueno que es y le pedían que asumiera el liderazgo de Suiza, que confía en clasificarse para los cuartos, cosa que no pasa desde 1954, cuando fue anfitrión del Mundial.
El salto de calidad del equipo depende de sus prestaciones” Ottmar Hitzfeld
“Xherdan es el tipo más normal del mundo”, asegura su hermano Erdin, que ejerce también de agente. Nacido en Gnjilane, al suroeste de Kosovo, Shaqiri emigró a Augst, en el cantón de Basilea, con su familia. Los directivos del club de Augst recuerdan que todavía hoy, a los 22 años, Xherdan les visita a menudo, prueba de que no olvida sus orígenes. Tal apego tenía a su equipo que cuando, a los ocho años, le propusieron fichar por el Basilea se negó hasta que su padre le convenció con la promesa de que le acompañaría cada día al entrenamiento. No será fácil convencer ahora a alguien tan tranquilo y normal de que es el Messi suizo.
Shaqiri, el 10, tiene la misma altura que Leo (1,69m), también es explosivo y su cuerpo es propio de un culturista; hay quien le llama Baby Popeye en Múnich. Juega desde 2012 en el Bayern y ya lleva ganados 13 títulos, cinco en la última temporada con Guardiola. El técnico catalán le tiene en muy buena estima. Admira su peligrosidad cuando se acerca al área, su rapidez en pasar y armar el tiro, y su precisión en las faltas, maestro de la folha seca. Tiene buena técnica, puede barrer el frente de ataque o descolgarse como centrocampista y ha recuperado su mejor forma después de una lesión que le tuvo tiempo de baja en abril. “Ahora todo es posible”, responde el propio Shaqiri.
Internacional desde los 18 años, Shaqiri es el icono del fútbol suizo —el mismo que admiró a Chapuisat, Frei y Sforza—, jugador estrella de un programa formativo inspirado en el mestizaje y en los hijos de los inmigrantes. Ahora solo falta que se crea que es El Messi de Los Alpes.
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