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Murray gana con los pies

El británico, ya en cuartos, defiende el título aplicando la técnica de Federer para no resbalar

J. J. M.
Andy Murray en us partido contra el sudafricano Kevin Anderson.
Andy Murray en us partido contra el sudafricano Kevin Anderson. Carl Court (AFP)

“¿Que si puedo bailar sobre el ring? Oiga, ¿es el Papa católico?”. Pocas cosas le gustan más a Andy Murray que regodearse en las fanfarronadas de Mohamed Alí y motivarse luego para sus partidos pensando en “el dolor de aquellos entrenamientos de boxeo”. El número cinco, que estos días repasa los vídeos y los libros del boxeador estadounidense, llegó ayer a cuartos de Wimbledon por séptimo año seguido (6-4, 6-3 y 7-6 al sudafricano Kevin Anderson) tras aplicar sobre el sacrosanto césped de Londres algo muy parecido al shufflede Alí, aquellos pasitos que servían de lanzadera para sus terroríficos golpes.

“Es el mejor en esos pequeños pasos que hay que dar en hierba”, dice su primer técnico

Murray, el mejor tenista del momento sobre hierba (83% de victorias y cinco títulos desde 2009, incluido el de la catedral de la hierba y el oro olímpico de 2012), es el tenista que mejor ha adaptado la técnica que ha hecho grande a Roger Federer en Londres. A los 27 años, sus pasos de bailarín, basados en la frecuencia de la pisada más que en la distancia cubierta, le permiten atacar la pelota resbalándose menos que el resto.

Turno para Nadal y Robredo

Este martes (Canal+), Rafael Nadal buscará los cuartos ante el australiano Kyrgios, de 19 años, igual que Tommy Robredo lo hará ante Roger Federer. Aunque los dos españoles debían haber jugado el lunes sus partidos de octavos, la organización les retrasó al martes para igualar sus posibilidades a las de Stanislas Wawrinka (6-3, 6-3 y 6-4 a Istomin) y Kei Nishikori (3-6, 6-3, 4-6, 7-6 y 6-4 a Bolelli), enfangados desde el sábado en la tercera ronda por culpa de la lluvia y de que no se juegue en domingo, lo que les obligará a jugar tres días seguidos si alcanzan los cuartos.

“Y eso es terrible para el cuerpo”, dijo Wawrinka, que se mide en octavos a Feliciano López (6-7, 7-6, 7-6 y 7-5 a John Isner), también afectado por la lluvia del sábado. “Estoy decepcionado. Aquí hacen lo que quieren y tú simplemente actúas en consecuencia”, cerró el número tres, que además, como el resto de los tenistas que todavía estaban en tercera ronda, volvió a arriesgarse este lunes a no jugar... porque llovió en Londres y no les programaron bajo el techo de la central.

Octavos de final. Lunes. M. Cilic (Cro) a J. Chardy (Fra), 7-6 (8), 6-4, 6-4. N. Djokovic (Ser) a J.W. Tsonga (Fra), 6-3, 6-4, 7-6 (5). Martes. R. Nadal-N. Kyrgios (Aust.). R. Federer (Sui.)-T. Robredo. F. López-S. Wawrinka (Sui.). K. Nishikori (Jap.)-M. Raonic (Can.). Miércoles. Cuartos. M. Cilic-N. Djokovic, A. Murray-G. Dimitrov.

“La movilidad es crucial en hierba”, explica en la terraza de jugadores Mark Petchey, el entrenador que guió al escocés hasta el profesionalismo y el técnico con el que el campeón de dos grandes vivió su debut en Wimbledon (2005: con 18 años y siendo el número 312 del planeta estiró a Nalbandián hasta los cinco sets en tercera ronda). “Andy hace mejor que ningún otro jugador esos pasitos que son tan importantes en esta superficie, sobre todo al principio del torneo, cuando la hierba está nueva y resbaladiza”, prosigue Petchey. “El resto también es crucial. Andy ve la pelota. Tiene un resto instintivo, y golpea un poco más plano que el resto, lo que impide a sus contrarios ser agresivos desde el fondo de la pista. Todo eso está muy bien, todo eso se adapta perfectamente a la hierba, pero lo que explica su éxito es el movimiento”, insiste. “Entre los cuatro favoritos, para Novak [Djokovic] esta es la peor superficie. A él le gusta resbalar, dar una gran zancada y golpear. En hierba no es fácil hacer eso y luego recuperar tu posición”.

Djokovic, siempre temible, es el tenista que más sufre sobre césped de entre los cuatro grandes rivales. Roger Federer ha ganado siete veces en Londres y tiene 14 títulos en hierba. Rafael Nadal ha levantado dos veces la Copa y celebró el Queen’s de 2008. Murray defiende en 2014 su título de 2013 y tiene otros cuatro de otras citas. Nole, por su parte, solo presume en su palmarés de un trofeo sobre césped: el Wimbledon de 2011.

Sorprendentemente, el elemento decisivo con el que el serbio ha revolucionado el juego en tierra y cemento dificulta su éxito en hierba. El campeón de seis grandes es el primer tenista de la historia capaz de cubrir la línea de fondo en tres zancadas. Su impensable talento para resbalar y producir tiros potentes con las piernas abiertas y el trasero casi en el suelo han cambiado el juego y le han dado sus mejores triunfos. En Londres, sin embargo, pena porque aquí priman los pasitos cortos para conseguir apoyos sólidos, sobre todo en los diez primeros días del torneo, antes de que la hierba deje paso al barro en los fondos de la pista. Murray, que ayer se sermoneaba ante Anderson (“¡Muévete, Andy!”), es justo lo contrario. Él está doctorado en el arte de adaptar su posición a los botes irregulares de la pelota sobre césped. Por algo ha alcanzado un título, otra final y tres semifinales en Wimbledon.

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“Este es el torneo en el que he sido más consistente a lo largo de mi carrera, siempre he jugado muy bien”, resumió el británico, que compite en Londres con la televisión y la radio apagadas, y sin navegar por Internet para escapar a la presión de los medios locales. “En términos de manejar la presión, sentí siempre muchísima y siempre creo que la manejé bien”, abundó. “Nunca sentí tanta como en la final del año pasado, y gané. Creo que eso mejora con la edad y la experiencia”.

Ahora, Murray seguirá la defensa de su título jugando por las semifinales contra el ganador del Grigor Dimitrov-Leonardo Mayer. Paso a paso, imponiendo su movilidad y sus defensas imposibles, el ídolo local sigue aplicando en Londres la receta que le dio la gloria a Alí, el rapidísimo ogro de los pesos pesados. “Flota como una mariposa, pica como una abeja”.

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Sobre la firma

J. J. M.
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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