“Se nos han escapado los títulos más importantes”
El vestuario del Madrid reconoce su agotamiento tras nueve meses de competición que arrancaron con un juego memorable y concluyen sumidos en la decepción tras perder la Liga y la Euroliga
No fue una temporada, fue un viaje en el tiempo. Este Madrid de Laso floreció en otoño y certificó su invierno recién iniciado el verano. Durante meses fue un equipo de época, pero acabó hecho un guiñapo en el Palau. Con una rotación reventada y con su técnico en silla de ruedas, expulsado del partido a 14 minutos del final de la final. Agarrados a su orgullo, pero impotentes ante un Barça agigantado en la recta de meta.
“Me sabe mal la descalificación pero no me arrepiento”, señaló Laso, que abandonó la pista al grito de “esto es una puta vergüenza”. “Nos faltó suerte y acierto. Me voy decepcionado porque hemos tenido la Euroliga muy cerca y la Liga también”, resumió el técnico en mitad del desencanto. “Luchamos lo que pudimos. Lo sentimos mucho”, contó Felipe Reyes en las galerías del Palau. “Hemos llegado muy justos. No soy quién para opinar sobre la continuidad del proyecto, pero el bloque que tenemos es muy bueno”, completó el capitán. “Al final, nos han ganado con el triple de Lampe, desde la esquina. Tenemos que felicitar al rival, reflexionar y descansar”, manifestó Llull. “Hemos hecho muy buen trabajo durante toda la temporada, pero estamos decepcionados. En un club como el Madrid los objetivos son los títulos y se nos han escapado los dos más importantes. Hemos llegado a las finales pero las hemos perdido”, sentenció el base menorquín
“Hemos hecho un gran trabajo, pero estamos decepcionados”, reconoce Llull
De la excelencia al desencanto. Directamente proporcional el fracaso a la expectativa. El equipo de Laso abrazó hace nueve meses una epopeya competitiva consistente en disputar cada minuto de cada partido como si fuera el último de sus vidas. De récord en récord, a golpe de talento y lozanía, conquistaron la Supercopa con brillantez y la Copa con suspense —ambas ante el Barça—, permanecieron cuatro meses invictos en los que encadenaron 31 victorias consecutivas, jugaron el baloncesto más excelso del continente, defendieron mejor que nunca y atacaron mejor que siempre, coleccionaron un tropel de elogios que equiparaban su plasticidad y fantasía con la de los equipos más legendarios de la enciclopedia, acumularon heridas de guerra y caídos en combate —Carroll estuvo dos meses de baja entre febrero y abril, Draper otros dos entre abril y junio, y Rudy jugó el último mes y medio con una fisura en el dedo anular de la mano derecha—, persistieron en su carrera a pecho descubierto y se plantaron por segundo año consecutivo a las puertas de su sueño: la Euroliga. El trofeo que otorgaba el pasaporte a la eternidad a un equipo memorable. Pero, por segundo año consecutivo, con distinto verdugo pero con los mismos demonios, rescataron una derrota cruel de las garras de la victoria.
Allí, en el Mediolanum Forum de Milán, se dejaron el alma la noche del 18 de mayo. Los que jugaron a partir de aquel día con la camiseta blanca fueron un grupo de hombres abatidos por lo que pudo haber sido y no fue. Un equipo incapaz de reconciliarse con la decepción más grande de sus carreras. Algo se quebró aquel día. Se alteró el ecosistema del vestuario y se les agotó el depósito de fuerzas físicas y, sobre todo morales. “Esa derrota fue un palo, y nos ha costado encontrar nuestro juego desde entonces”, reconoció Reyes tras el punto final. “No nos quedamos en Milán. Fue una gran decepción pero después se peleó”, argumentó Laso. “Hemos pasado por muchas vicisitudes durante la temporada en cuanto a lesiones de jugadores, hemos tenido que cargar de minutos a algunos de ellos. Entiendo que estuvieran cansados y aún así luchamos hasta el último balón. Me siento muy orgulloso”.
“Nos ha costado encontrar nuestro juego desde la derrota en Milán”, dice Felipe
En nueve meses de competición, el Madrid ha disputado 80 partidos con un balance de 68 victorias y 12 derrotas (11 de ellas en los últimos tres meses), ha logrado 24 victorias por más de 20 puntos (11 de ellas por más de 30), ha alcanzado 11 veces la frontera de los 100 puntos y ha llevado a sus aficionados a abrazar el síndrome de Stendhal antes de sucumbir al estrés postraumático. Pero el resultado es un equipo abocado al diván, al replanteamiento de su hoja de ruta, al recambio de jugadores, al retoque, la reconstrucción o el zurcido en función de las ambiciones.
Los resultadistas dirán que el camino y las proezas sirvieron de poco. Los vitrinólogos apenas les concederán un hueco en el rincón de los títulos menores, los peritos diseccionarán la temporada reiterándose en asimetrías, plantilla corta, falta de recambios y teorías metafísicas de equilibrios inestables. Pero, igualmente y por mucho que lo silencie la enciclopedia, los románticos nunca olvidarán el juego de este grupo de talentosos estetas de la canasta incapaces de encontrar la resiliencia ante el varapalo europeo. "Todas las pasiones terminan en tragedia, todo lo que es limitado termina muriendo, toda poesía tiene algo de trágico", escribió Novalis.
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