Lampe caza un título demencial
El Barcelona se corona ante un indómito Madrid en un tenso partido y un final agónico
En los confines de los nervios, de la tensión y en un final agónico a más no poder, el Barcelona se alzó con el título de Liga ante un Real Madrid indómito, conmovedor en su esfuerzo terminal, a punto de sobreponerse a todo, a la inercia negativa de su juego en las últimas estribaciones de la campaña, a la presión ambiental de un Palau explosivo, a los achaques y lesiones que se cobraron otra víctima en la persona de Mejri y a su inestabilidad anímica, por considerarse víctima de un arbitraje muy discutido desde todos los puntos de vista. Pablo Laso no quiso saber nada más y, cuando apenas transcurría el minuto 24, explotó y fue expulsado.
Ni por esas aflojó el Madrid. Todo lo contrario. Dio la sensación de que la desaparición de escena de Laso sirvió de revulsivo para sus jugadores. Con las técnicas al entrenador del Madrid, el Barcelona volvió a ponerse en órbita (61-49), como había sucedido ocho minutos antes (45-33). El partido estaba a punto de reventar. Como en el tercer encuentro, los triples dispararon al equipo de Xavi Pascual.
Barcelona, 83 - Real Madrid, 81
Barcelona: Marcelinho (9), Navarro (14), Papanikolaou (3), Nachbar (10) y Tomic (22) —equipo inicial—; Dorsey (2), Sada (2), Abrines (8), Oleson (10) y Lampe (3).
Real Madrid: Llull (8), Rudy Fernández (13), Darden (6), Mirotic (11) y Bourousis (12) —equipo inicial—; Felipe Reyes (11), Sergio Rodríguez (5), Carroll (5), Slaughter (-), Dani Díez (-) y Mejri (10).
Parciales: 25-19, 22-23, 18-15 y 18-24
Árbitros: Hierrezuelo, Pérez y Ortiz. Eliminaron a Dorsey y Nachbar en el Barça y a Mirotic y Rudy en el Madrid. En el minuto 24 descalificaron a Pablo Laso.
Los triples, pero también el dinamismo de su juego, la finura con la que comparecieron a la cita, a los cuatro partidos con los que se resolvió el asunto, una serie de jugadores en entredicho muchos meses. Navarro, al que se le habían visto los primeros flecos de un declive por sus lesiones, por una serie de malas actuaciones y porque ya ha cumplido 34 años, compareció en su máximo esplendor, hasta el punto de que fue elegido el MVP de la final. Nachbar, en el ojo del huracán, emergió en el momento preciso. Y así, y con mención especial para Tomic, casi todas las piezas de un Barcelona que se había ganado a pulso, y no hace mucho, dudas sobre su potencial, con derrotas bochornosas, ante el Nanterre, Obradoiro, el Milán, la penúltima ante el propio Madrid, en la semifinal de la Euroliga en la que cayó por 38 puntos, sin olvidar la última, su segunda derrota ante el Valencia en la semifinal a la que el público del Palau respondió con flamear de pañuelos y una bronca monumental. Jugó tan mal ese día el Barcelona que su propia afición dio por hecho que en Valencia iba a despedirse del sueño. Sin embargo, otro buen partido en La Fonteta y una canasta providencial de Marcelinho, le dieron cita con el Madrid.
Lampe, que se pasó media temporada convaleciente, que varias veces ni siquiera contó para Pascual o al menos fue el descarte en su plantilla de 14 jugadores y no estuvo entre los utilizables en aquella semifinal de la Euroliga, acabó siendo el jugador que dio el tiro de gracia al Madrid. Su triple, su única canasta en el partido, a falta de 21 segundos, puso un 79-76 en el marcador que dejó al Madrid ya a la desesperada. Poco antes Llull había fallado un tiro y poco después, Sergio Rodríguez erró un triple en una excelente posición, tras una acción muy bien trazada por un bloqueo de Bourousis a Sada.
Para entonces Rudy Fernández ya había sido eliminado por faltas, como Dorsey, Mejri ya estaba en el banquillo, lesionado, y Laso debía rumiar la acción por la que fue expulsado, en aquel minuto 24. Se puso hecho un basilisco. Desde la silla de ruedas, convaleciente de su operación del tendón de Aquiles, vociferó a uno de los árbitros. Hierrezuelo intentaba aclarar una de sus decisiones al segundo entrenador, Hugo López. No estuvo de acuerdo Laso. Llegó a ponerse de pie. Fue expulsado. Tuvo que volver a su silla de ruedas y cruzar la cancha para enfilar camino del vestuario.
El Barcelona, en definitiva, ganó su 18º título de Liga propulsado por la exuberancia del juego, pletórico y caudaloso que sacó a relucir en el momento más crítico de la temporada. En un partido disputado en los confines de la tensión, la controversia arbitral y unos vaivenes emocionales taquicárdicos, a menudo reflejados en los picos de máximas y mínimas diferencias que alumbró el marcador, el Barcelona dio cuenta del equipo que había roto su hegemonía hace ya un par de años y que le dejó hecho unos zorros aquel 16 de mayo en la Euroliga. El mismo Madrid que dos días después se llevó un chasco en la final ante el Maccabi y que, desde entonces, se ha desinflado, exhausto, desestabilizado emocionalmente, inferior al Barcelona.
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