La maldición ghanesa
EEUU, con Klinsmann cuestionado, se mide a su verdugo de los dos últimos Mundiales
Desde que la selección de Estados Unidos llegó a Natal, el viernes por la noche, no ha dejado de llover ni una hora: periodistas norteamericanos desplazados a la capital del estado de Río Grande del Norte hablan de “diluvio bíblico”. El equipo dirigido por el alemán Jürgen Klinsmann afronta un momento psicológico delicado: más allá de la lluvia, el entrenador arrastra todavía las críticas derivadas de su polémica decisión de dejar en Los Ángeles a Landon Donovan, la gran estrella del fútbol estadounidense en la última década (elegido mejor jugador joven del Mundial de 2002), que sin embargo no ha visto puerta en lo que va de año. La selección yanqui además está encuadrada en un grupo particularmente difícil: Alemania (número 2 del ránking FIFA), Portugal (4) y Ghana, su verdugo en los dos últimos mundiales, contra la que debuta hoy.
Estados Unidos se debate entre las ganas de revancha contra los africanos y la sensación de infortunio. El New York Times publicó hace una semana un artículo titulado “México, el país con más suerte del Mundial” en el que reflejaba cómo el país azteca había quedado encuadrado en un grupo “mucho más fácil” (a pesar de la presencia de Brasil) después de que los mexicanos accedieran a la fase final gracias a la benevolencia estadounidense, con un gol a Panamá en el último minuto de la clasificación en un partido que no necesitaban ganar.
Con cinco jugadores de ascendencia alemana y sin Donovan, el técnico busca la modernización
El escepticismo que rodea a la expedición dirigida por Klinsmann no es aceptado por el seleccionador, presionado por haber convocado a cinco jugadores de ascendencia alemana. Los pilares del equipo siguen siendo indudablemente el veterano portero Tim Howard, con el bagaje de una excelente temporada en el Everton; Jermaine Jones, el aguerrido centrocampista del Schalke 04, también de origen alemán, que ya ha prometido no celebrar un hipotético gol contra Alemania en el partido que cerrará el grupo; y DaMarcus Beasly, el polivalente volante izquierdo que probablemente actúe como lateral y se convertirá en el primer futbolista estadounidense de la historia que disputa cuatro Mundiales. Pero la lista de 23 incluye muchos nombres nuevos. La posible revelación del equipo se llama DeAndre Yedline, el joven lateral derecho del Seattle Sounders cuya proyección ofensiva y potente carrera le ha convertido en el primer jugador surgido de las divisiones inferiores de un equipo de la Major Soccer League (MLS) que participa en una Copa del Mundo.
Una vez más, la incógnita se llama Jozy Altidore. A sus 24 años, el hermético delantero del Sunderland (ex del Villarreal) no ha terminado de responder a las expectativas que levanta desde su adolescencia y que sólo confirmó en su breve pero fecundo paso por la Liga holandesa (38 goles en 67 partidos). Klinsmann no siempre ha sido cariñoso con él: “No vas a conseguir nada gratis. Si quieres algo, necesitas trabajar día a día para conseguirlo”. Pero el jugador marcó dos goles en el último amistoso contra Nigeria y la prensa de su país mantiene, quizá por última vez, la esperanza de que explote al fin su potencial.
La experiencia de los últimos Mundiales deja patente que Estados Unidos puede complicarle la vida a cualquier selección: alcanzó los cuartos de final en 2002 y los octavos en 2010. El imparable crecimiento del balompié en la potencia norteamericana tiene su fiel reflejo en la MLS, destino creciente de estrellas mundiales en sus últimos años de carrera. Tras tres años de trabajo, Estados Unidos se ha transformado en un bloque y ha asimilado las ideas europeas de Klinsmann en busca de la modernización definitiva.
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