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Mundial 2014 | Pase a pase
Columna
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La soledad anímica del entrenador

Me imagino a Del Bosque y su noche después del fiasco holandés: no hay consuelo ni solución inmediata

Del Bosque, en Curitiba.
Del Bosque, en Curitiba. alejandro ruesga (EL PAÍS)

EL BUCLE

Así es como llamo al insomnio después de un partido perdido siendo el entrenador. Intentas pasar la noche revolcado en esa rutina que comienza y termina en el mismo lugar y con una simple pregunta: ¿Dónde me he equivocado? La preparación, la manera de mover a tus jugadores, la alineación, los cambios y cualquier variante que no has visto durante el juego. Una tortura inevitable excepto en la victoria. Es una soledad anímica, que no física, porque aunque estés rodeado de personas que aportan lo suyo, tú deambulas por tu nube. Me imagino a Del Bosque y su noche después del fiasco holandés; una penumbra que seguía siendo la de un día interminable. No hay consuelo, ni solución inmediata. Un entrenador se acostumbra a vivir en alerta, pero con derrotas así, 24 horas no son suficientes. Rumiar esa amargura te regenera el vigor. Eso es el entrenador a solas y nadie es excepción.

CAMPBELL

Centro Deportivo de Rendi en el Pireo, Atenas. Cada mañana los jugadores de Olympiacos tienen la obligación de pasar a desayunar antes del entrenamiento. Joel es uno de ellos. Siempre igual, con sus chanclas o sus zapatillas pisadas por el talón. Tiene un aire entre caribeño, desgarbado y zumbón mientras se encamina a pedir educadamente a Dina o Elvira las tostadas y su zumo. Esconde algo misterioso y osado. Es una referencia del chascarrillo y de hacer equipo. En los últimos tres meses y cada día de ellos, Campbell respondía a la bromas del sorteo mundialista —a lo que nos sumábamos los entrenadores— y la inferioridad de sus ticos ante la potencia de tres campeones mundiales. “Voy a meter un gol por selección y de ahí a un grande…”. Luego en los entrenamientos peleábamos con él por el disparo y sus superficies de contacto a utilizar. Le encanta el interior y la rosca para chutar —así le marcó al United en Champions— pero le mostrábamos los beneficios del empeine. Ante Uruguay lo intentó en todas sus versiones, porque de todo tiene; hasta bondad. Deseo que vuelva de visita ya, a desayunar con su bebé en brazos y nos pueda decir con su vacile: “¿Que os dije?, un gol a cada campeón del mundo”. Ya tienes uno.

INTERIOR CANDREVA

Me gusta llamar interior al jugador que partiendo del extremo, interpreta el fútbol como un centrocampista por su calidad e inteligencia. Una especie en extinción. Es el caso de Candreva. Su versatilidad le permite vivir en diferentes posiciones. Capaz de servir el centro medido con cualquier perfil y el disparo de media distancia, mezclarlo con la ayuda defensiva al lateral o un movimiento interior que crea espacio para que sea aprovechado en la profundidad. Un tipo que entiende el juego y su posición. Llevo siguiéndole mucho tiempo y aunque Iñaki —amigo de mis hijos y narrador de partidos— diga que es intermitente, sigo manteniendo que ahí hay algo que hace mucho que no veo: un centrocampista que llegue y juegue por la banda, sin ser sólo extremo. Las portadas serán para Balotelli, las páginas interiores para Pirlo y Candreva, sospechosos de la derrota inglesa.

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