La penitencia de España
A La Roja, como ya le sucedió al Barça, se le impone ahora la difícil travesía de ponderar el resultado más que el estilo
A España le pasa una cosa parecida al Barça. La pelota ha dejado de silbar y los rivales ya no sólo pueden defenderse con relativa comodidad sino que saben atacarle y, con el paso de los minutos, hasta es posible que canten una goleada como le pasó a Holanda, animada por el sentido de revancha que tienen cuantos equipos han caído ante la reina de Europa y del mundo. A los barcelonistas campeones tampoco se les ha olvidado ni han encontrado remedio todavía a la goleada contra el Bayern de Múnich.
No hay más truco que escuchar el sonido de la pelota para saber del mal de España. Es una cuestión de velocidad y de espacio, de un segundo y de un centímetro de más o de menos, y poco más. Ha habido mucha literatura y crítica contra el juego de posesión, como si fuera inocuo y hasta cierto punto adocenado a juicio de los futboleros más viriles, ortodoxos de toda la vida, sin reparar en que el secreto no está en tener el cuero sino en la rapidez con que se mueve en la cancha.
Goleada récord
- España sufrió ante Holanda la derrota por más goles de diferencia de un campeón.
- El 1-5 es la quinta mayor goleada encajada por La Roja tras el 7-1 ante Italia en 1928, el 7-1 ante Inglaterra en 1931, el 6-1 con Brasil en 1950 y el 2-6 frente a Escocia en 1963.
- España solo recibió dos goles en el último Mundial y dos en la pasada Eurocopa.
- Casillas iguala a Zubizarreta en goles recibidos en los mundiales: 16 en 16 partidos.
Si la pelota va rápida, el contrario llega tarde, por la misma regla de tres que cuando se ralentiza el juego la propuesta se convierte en vulnerable y despreciable. Una cosa es descansar y defender con el balón y otra darle vida a partir del pase multiplicador y de la capacidad de asociación y combinación. La velocidad bien entendida conlleva agresividad y también finura, virtudes que el viernes no tuvo España. Y para ser preciso y tener tensión competitiva se requiere una buena puesta a punto física y mental a partir de futbolistas exquisitos técnicamente.
El tono vital español fue muy bajo y, por otra parte, la ambición ha menguado con los títulos. El equipo dejó de presionar con los delanteros, se alargó en exceso y los zagueros quedaron a la intemperie, ridiculizados por el vértigo de Robben. Holanda tenía un plan para el duelo mientras que La Roja dispone de un estilo para optar al Mundial. Ahí radica su grandeza y su miseria, en una identidad futbolística, un ADN.
Una cosa es descansar y defender con el balón y otra darle vida a partir del pase multiplicador y de la capacidad de asociación y combinación
Nadie juega como España porque es muy difícil, igual que ocurre con el Barça. No es posible copiar la creatividad ni negociar los resultados en función de la importancia del partido. Los jugadores se piden ahora en el vestuario para el partido de Chile lo que precisamente no supieron hacer en el campo contra Holanda porque va contra su sentido común: ir a por el resultado. Es difícil, como indica la travesía que vive el Barça.
La velocidad, así como la explosividad, se pierden con los años, de manera que se impone una progresiva renovación con la dificultad añadida de que los grandes equipos no se pueden clonar. Las mejores victorias, en cualquier caso, se gestan a partir de las peores derrotas. Aunque perder contra Holanda por 1-5 como campeona no es lo mismo que ceder ante Suiza por 0-1 siendo aspirante, La Roja no puede renunciar a ser La Roja. Es la penitencia que le aguarda a las selecciones que han hecho historia por su fútbol y en su caso por los resultados, a los equipos que ganan por estilo, y si no que se lo pregunten al propio Brasil.
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