Obras sin acabar y promesas sin cumplir
La cita comienza con los operarios rematando gradas provisionales, sin que se hayan hecho realidad los planes de acceso a los estadios y con los aeropuertos sumidos en el caos
Hace pocas fechas, consciente del tremendo retraso que han sufrido los preparativos de este Mundial, el ministro de deportes de Brasil, Aldo Rebelo, llegó a comparar la situación con una boda: “Nunca fui a una ceremonia en que la novia llegase a la hora, pero no por eso el casamiento deja de celebrarse”. En las inmediaciones del estadio donde se inaugurará hoy el campeonato, en São Paulo, el sentimiento es precisamente ése: se sabe que el balón rodará, y hay ya un clima festivo en los alrededores, pero la novia no llegará a tiempo. Construido para acoger a 48.000 espectadores, la FIFA pidió que su aforo fuese ampliado hasta 68.000 mediante la instalación de graderíos provisionales. Pero el retraso en las obras y un accidente que costó la vida a un trabajador hizo que la capacidad final para este Mundial sea de 61.000 personas (un caso parecido al estadio Arena das Dunas, en Natal). Ayer era posible ver todavía a diez operarios instalando estas gradas provisionales, que no habrán sido probadas previamente en su totalidad.
El panorama es parecido en la mayoría de las doce ciudades-sede: obras casi listas, aeropuertos reformados a medias, la mitad de los estadios sin cobertura wi-fi, escombros y vallas de construcción en los accesos los estadios. El acelerón final de las autoridades brasileñas y el Comité organizador local de la FIFA para terminar a tiempo las obras prometidas hace siete años durará hasta hoy mismo. En las ciudades de Cuiabá y Manaos, que acogerán cuatro partidos de la primera fase, el principal problema es el acceso a los estadios y no tiene arreglo ya: en ninguna de las dos se han concluido los proyectos de mejora de la movilidad urbana.
La situación de los aeropuertos es una gran fuente de incomodidad para el Gobierno brasileño: todos los de las ciudades-sede han sido reformados, pero ninguno ha logrado obtener el certificado FIFA de calidad. El de Brasilia sufrió una inundación pocos días después de ser reinaugurado. El de Manaos presenta problemas de goteras y filtraciones. En los dos de São Paulo (Guarulhos y Congolhas) el problema no es de acceso, sino de evacuación: las colas para tomar un taxi pueden durar hasta una hora y media. El aeropuerto de Galeão, en Río de Janeiro (que espera la llegada de 600.000 visitantes), y cuya finalización estaba prevista para 2012, sigue en obras.
El Gobierno ha desembolsado 8.350 millones de euros en estadios e instalaciones
En Río de Janeiro el horizonte de la playa de Copacabana es interrumpido por enormes andamios donde decenas de técnicos y obreros construyen lo que será la Fan Fest de la FIFA. Vallas de protección, planchas de acero y kilómetros de cables da a entender que las obras durarán toda la noche (las instalaciones abren hoy al mediodía). En el estadio Maracaná, lo primero que se ve al salir de la estación de metro, además de turistas y vendedores ambulantes, es un grupo de obreros que termina de acondicionar el puente recién asfaltado por el que el próximo domingo cruzarán hacia el estadio 80.000 personas en el primer partido que acogerá del Mundial, Argentina-Bosnia. El perímetro del estadio tampoco ha sido limpiado: obreros con carretillas entran y salen por las numerosas puertas del estadio, protegidas por agentes de seguridad. Otras áreas de la ciudad sufren una congestión crónica de tráfico por las obras olímpicas, también notablemente rezagadas. Los cariocas respiraron ayer con la desconvocatoria de huelga de los trabajadores del Metro, que en São Paulo generó un colapso del tráfico hace pocos días.
El Gobierno brasileño, que defiende el legado de estas obras para el futuro del país, ha desembolsado 8.350 millones de euros en la construcción de estadios e instalaciones para la Copa del Mundo; nueve obreros han fallecido durante las obras. “Los preparativos han hecho un daño enorme a nuestra reputación”, reconoció esta semana el alcalde de Río, Eduardo Paes.
Reportaje elaborado con información de Afonso Benites y Frederico Rosas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.