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FUERA DE JUEGO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Que empiece el espectáculo (o no)

En todos los sitios hay huelgas y manifestaciones, no sólo aquí, fíjense en Francia, o en España, donde no hay taxis, son cosas puntuales, normales, y la Copa del Mundo está a punto de empezar, falta un día, y miren…

Antonio Jiménez Barca
Un vendedor de banderas camina entre los coches durante el atasco de São Paulo.
Un vendedor de banderas camina entre los coches durante el atasco de São Paulo. AFP

El tipo de la radio de la emisora de São Paulo va diciendo que sí, que las cosas andan mal, que todo podría ir mejor, claro, pero que falta solo un día para que todo comience y que, miren, en todos los sitios hay huelgas y manifestaciones, no sólo aquí, fíjense en Francia, por ejemplo, donde los ferroviarios también están en huelga, o en España, donde no hay taxis, son cosas puntuales, normales, y la Copa del Mundo está a punto de empezar, falta un día, y miren…

Parece mentira, pero en el país del fútbol alegre y de las hinchadas eufóricas, donde la historia de la selección de Brasil se confunde con la historia misma de este deporte, el tipo de la radio trata de convencer a los oyentes de que se enchufen de una vez al campeonato, como un padre trata de convencer a su hijo, ya adolescente algo respondón, de que se divierta en la fiesta de cumpleaños que le han organizado. Antes te gustaba, hijo. Antes.

Una encuesta de O Globo dice  que la mayoría de los brasileños están convencidos de que el Mundial traerá más perjuicios que beneficios al país.

También la presidenta del país, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, trata de animar a sus ciudadanos un día sí y otro también con mensajes televisados. Llama a los protestones pesimistas y les recuerda que los campos están preparados, y los aeropuertos, y las carreteras, y concluye que todo está listo para que la celebración comience. Es cierto a medias: el estadio de Itaquerão, por ejemplo, al norte de la interminable São Paulo, aún presentaba, dos días antes de acoger el partido de la inauguración andamios disimulados, pasarelas provisionales o accesos inacabados. Pero incluso esto no es lo más importante: también se hacen fiestas con el escenario sin acabar, con la orquesta a medias porque éste o aquel no pudo venir o con el local sin adornar porque alguien se olvidó de traer aquello. Lo que importa es que la gente esté animada. Convencida. ¿Lo está? Pues no, o no del todo: una encuesta publicada ayer en el periódico O Globo dejaba claro que la mayoría de los brasileños están convencidos de que el Mundial traerá más perjuicios que beneficios al país.

¿Cómo se hace una fiesta así?

En la inimaginable cola de cerca de 200 personas para subirse a un autobús ya de por sí abarrotado, el lunes pasado, día de una brutal huelga de metro en São Paulo, la gente aseguraba que no está en contra de la Copa del Mundo, que les gusta el Mundial, también el fútbol, claro, que les encanta que vengan extranjeros a su país y que están convencidos de que Brasil sabrá acogerlos (lo que es verdad, dado el recibimiento que están teniendo las selecciones de los otros países). Pero se manifestaron en contra de que no se invierta más en mejores servicios públicos, en mejores autobuses por ejemplo, en maneras de paliar los enormes atascos que los agotan.

Hoy empieza a rodar la bola, empieza a tocar la banda, comienza la fiesta organizada como años atrás, como cada cuatro años. El adolescente respondón va a acudir con las manos en los bolsillos, enfurruñado, desafiante y crecido.

Antes te gustaba, hijo.

 Antes.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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