Perico, Miguel... y ahora Nairo
Eusebio Unzue, con tres victorias, analiza los Giros de su actual y anteriores discípulos
La primera vez, entonces, en 1988, fue un acto de afirmación, un puñetazo en la mesa, una rebelión pura y dura. Después, unos años más tarde, continuó la rebelión, pero mezclada con un cierto sentido deportivo, y finalmente, ahora, en el siglo XXI, la rebelión es una obligación.
Así, dicen, pasa con todas las historias. El primer Giro de Eusebio Unzue, entonces el ayudante de José Miguel Echávarri, fue el de Perico Delgado contra la Vuelta a España, contra José María García, contra Unipublic y todos los poderes tradicionales del ciclismo español. Cuando decidieron, en 1992, enviar a Italia a Miguel Indurain, ya ganador de un Tour, solo su regreso con la maglia rosa y su posterior conquista de un segundo Tour, pudieron acallar las críticas interesadas que recibió la decisión, y las amenazas (hasta 1995, Vuelta y Giro se distanciaban en apenas una semana). Después, desde que el WorldTour manda, y sus consiguientes globalización e internacionalización, y la Vuelta en septiembre, participar en el Giro es una obligación, lo que no obsta para que el equipo de Unzue, ahora jefe único, ahora llamado Movistar y no Reynolds o Banesto, acuda por elección propia con intenciones de victoria, por mucho que Unzue, después de lanzar un último suspiro de alivio en la explanada del Zoncolan, y con la victoria ya asegurada para su líder, Nairo Quintana, afirmara el sábado: “Me daba igual el resultado. La apuesta no era venir y ganar, sino venir y descubrir lo que ha descubierto, la forma de correr en Italia, los puertos italianos, el estilo italiano. Sin embargo, nunca hemos pensado en no ganar, aunque hemos pasado por momentos difíciles. Nairo ha estado muy cerca del KO, como en la contrarreloj de Barolo, de la que salió a tres minutos y medio de Urán, al que luego ha superado por más de tres minutos”.
El recuerdo a Perico, el pionero en Italia, aunque no ganara el Giro, y a Indurain, el primer español que lo ganó, y dos veces, no es gratuito en 2014, 20 años más tarde después de que Indurain no ganara su tercer Giro, pues no solo marcaron hitos en Italia del único equipo español que ha ganado el Giro (y tres veces: Alberto Contador, el otro español que ha ganado el Giro, lo hizo en 2008 en el Astana y en 2011, antes de que borraran su nombre del palmarés, con el Saxo), sino que espontáneamente, a la hora de intentar describir a su Nairo, la avanzadilla de la dictadura colombiana que seguramente asolará al ciclismo mundial el próximo decenio, de definirlo, los nombres que acuden a la boca de Unzue, y a su memoria, son esos.
Cuando Indurain decía ‘no’ era ‘no’; con Nairo su ‘no’ es discutible”
Y sus nombres, curiosamente, están unidos a dos de los puertos gigantescos que han marcado el Giro del 14. El Giro de Perico, el del 88, fue para todos, y aún lo es, el Giro de la gran nevada en el Gavia, el puerto en el que casi se congela este año Quintana, quien lo descendió sin chubasquero: él quiso pararse para ponérselo, contó después, pero su compañero Gorka Izagirre se lo impidió, ya que no se podía perder tiempo bajando, la estrategia de la etapa no permitía ningún freno, le dijo, y le dio sus barritas energéticas para que recuperara fuerzas, moral y calor. El Giro del 94 lo perdió Indurain con tremenda pájara en Santa Cristina, llegando a Aprica después del Stelvio y el Mortirolo, pero, y así lo recuerda siempre Echávarri, el drama comenzó a gestarse en el descenso del Stelvio, en el que lució el sol y el navarro abordó con un chubasquero que le hizo transpirar de más y casi deshidratarse. “De todas maneras”, precisa Unzue, “aquel día Miguel también se dejó llevar por su exceso de confianza, por el tremendo esfuerzo a que se obligó en el Mortirolo…” En cambio, en el descenso del Stelvio del 14, polémico y nevado por la confusión de los mensajes de los organizadores, que muchos quisieron entender como neutralización, plantó Quintana la semilla de su victoria. “Lo que hizo aquel día Nairo, y que nadie intente hacer olvidar”, advierte Unzue, “fue sencillamente espectacular. Fue una exhibición. Fue su gran día, aunque luego en la cronoescalada del Grappa dejó sentenciado que era el más fuerte de este Giro”.
“Su perfil de corredor, de escalador con carácter, es el de Perico”, dice el director navarro. “Pero su cabeza es la de Indurain, una esponja que absorbe todo a toda velocidad, y capta a la primera detalles que a la mayoría se le escapan, pero un Miguel más expansivo. Allí donde Miguel era hermético y obligaba a veces a interpretar sus silencios, Nairo es más abierto. Miguel decía 'no' y era 'no', pero Nairo observa, escucha, analiza y llega a su conclusión, y su 'no' se puede discutir… [y nadie olvida cuánto le costó a Unzue convencerlo de que corriera el Giro, y que renunciara al Tour donde fue segundo en su debut, para el liderato único de Valverde].
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