Un partido para no parpadear
La Final Four le llega al Barcelona en su pico más alto, y en cambio el Madrid emite algunas señales de estar algo distante de sus mejores momentos de la temporada
La providencia, y llámese providencia a la inesperada derrota del Madrid en Kaunas en la última jornada del Top 16, ya apuntó hace más de un mes que madridistas y azulgranas se verían las caras por segundo año consecutivo en las semifinales de la Final Four. Quedaba pasar el examen de los playoffs de cuartos, que para el Barcelona fue un trámite y para el Madrid un mal trago, pero la sensación, basada en la contundencia con que ambos equipos liquidaron todas las fases a recorrer en la cada vez más extensa Euroliga, apuntaba a que ambos terminarían jugándosela cara a cara. Si tomamos como referencia el enfrentamiento del año pasado en Londres, algunas cosas han cambiado. Los madridistas, con un año más de proyecto Laso, además de un juego espectacular durante buena parte del curso, han madurado mucho individual y colectivamente, y la gestión de los partidos y las formas de resolverlos de diferentes maneras ha mejorado de manera ostensible. Un hecho destacable, pues la falta de experiencia y empaque fue precisamente una de las razones más esgrimidas para explicar la derrota frente a Olympiacos en la final del 2013. El Barcelona, por su parte, tiene poco que ver con el que se presentó en aquella Final Four y que fue despachado a las primeras de cambio. Aquel colectivo, al que a pesar de ganarse el derecho a viajar a Inglaterra, se le veían las goteras y la necesidad de un plan renove, ha dado paso a una máquina al que no se le adivinan las fisuras. Su comportamiento en los dos últimos meses ha sido impecable y llega a Milán sobrado de fuerza y confianza.
A lo puramente táctico del partido hay que añadir otras cuestiones relacionadas con el sistema nervioso
Aunque todo lo que se diga antes del partido puede quedar en papel mojado dos horas después, sí da la sensación de que si establecemos una curva de rendimiento de la temporada de ambos colectivos, la Final Four le llega al Barcelona en su pico más alto, y en cambio el Madrid emite algunas señales de estar algo distante de sus mejores momentos de la temporada. Salvo Navarro, todos y cada uno de los jugadores azulgranas pueden presumir de llegar al gran momento finos y confiados. La rotación ha encajado, dejando de ser un ir y venir de jugadores a convertirse en una suma de talento, posibilidades y efectividades. En el Madrid, por su parte, no cuadran tan bien las cuentas. Unos días es el juego interior el señalado, otro se habla de si Mirotic está algo asfixiado, y el siguiente si no hay una excesiva Sergiorodriguezdependencia.
Pero la experiencia nos dice que en estos partidos los antecedentes cuentan lo justo. A lo puramente táctico hay que añadir otras cuestiones relacionadas con el sistema nervioso. Los dos equipos tienen la Euroliga entre ceja y ceja, pues sus presupuestos y ambiciones les obligan a condicionar su posible éxito a la consecución del máximo galardón continental. El manejo de la enorme tensión a la que estarán sometidos debe resultar decisivo. Y en este terreno no se advierten ventajas de uno sobre otro. El Madrid puede contar con la ascendencia de que en los últimos títulos dirimidos, ha terminado llevándose el premio gordo. Al Barcelona, su baño de autoestima del pasado sábado ha tenido que rearmar su estado de ánimo y, sobre todo, habrá logrado confirmar las formas y maneras que tiene para desactivar el juego madridista.
Se advierte un partido duro, tenso, donde ante la dureza que impone el Barcelona obligará al Madrid a un ejercicio de templanza, la que no tuvo en el Palau el sábado pasado. Y llegado el momento de la verdad, será la hora donde Tomic, Marcelinho, Rudy, Sergio Rodríguez o algún invitado más deberán dar un paso hacia delante para cumplir con sus obligaciones como jugadores de referencia. Sea como fuera, estamos ante un partido con mayúsculas, entre dos equipos plagados de talento y donde cada detalle puede valer el pasaporte para la final. Un encuentro para no parpadear.
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