Vujadin Boskov, técnico innovador y creador de axiomas futbolísticos
Estratega certero y motivador incomparable, conquistó una Liga y dos Copas con el Madrid y fue el autor de frases célebres como la de “fútbol es fútbol”
Entre el axioma, la ironía y la perogrullada, nadie como él desdramatizó las batallas sobre el césped hasta convertirlas en algo tan trivial, solemne y azaroso como un juego. En su particular esperanto, Vujadin Boskov fue, además de un digno centrocampista y un meritorio entrenador, un creador de lemas históricos que arraigaron en la enciclopedia del fútbol mundial. El más aplaudido, aquel de “fútbol es fútbol”, un compendio lapidario de su carismática sabiduría sobre este deporte. El serbio falleció ayer a los 82 años en la ciudad italiana de Génova, según se encargó de difundir la Vojvodina de Novi Sad, club en el que comenzó su carrera y desarrolló la mayor parte de su trayectoria como futbolista.
Extécnico del Real Madrid, Zaragoza y Sporting, en España y de unos cuantos equipos italianos (Ascoli, Sampdoria, Roma y Nápoles), holandeses, suizos y yugoslavos, Boskov alcanzó mayor reconocimiento en los banquillos que en el césped a pesar de que él siempre consideró más lustrosa su técnica con las botas que con la pizarra. Su último recuerdo dando instrucciones desde la banda data de la Eurocopa de 2000 dirigiendo a Yugoslavia, selección a la que había dirigido treinta años antes, entre 1971 y 1973.
Poco tiempo después llegó a España y con tan solo una temporada de rodaje en el Zaragoza, donde pasó apuros para no descender, dio el salto al Real Madrid en la temporada 1979-80, en un fichaje que no dejó de sorprender. Llegó a un club sacudido por la muerte un año antes del tótem y presidente Santiago Bernabéu. Luis Molowny había vuelto a ejercer una vez más de exitoso interino tras la destitución del también serbio Miljan Miljanic, pero para renovar el proyecto blanco Luis de Carlos contrató otro técnico balcánico con un librillo moderno y técnificado en lo físico (faceta que trabajó personalmente sin auxiliares) y lo táctico: Boskov.
Dejó huella en los jugadores que trabajaron con él como Camacho y Del Bosque
“Sé que alguna gente ha escrito que yo no tenía categoría para el Madrid. Solo pido que me dejen trabajar y que después juzguen. Hay entrenadores con mejor ejecutoria, pero creo que la mía no es mala. Nadie puede decir que sea un novato ni un mal entrenador. Respecto a mi actuación en Zaragoza, puedo decir que hice cuanto se podía. La plantilla no daba para más”, dijo en su presentación en Chamartín. No tardó en ganarse a sus jugadores —con los Camacho, Juanito, Del Bosque o Santillana a la cabeza— con sus entrenamientos divertidos, juegos, inspiración y psicología motivacional. La mayoría de los jugadores que trabajaron a sus órdenes en el Real Madrid, entre 1979 y 1982, le consideraron el mejor de los técnicos y algunos de sus directivos que prolongaron su etapa en el club se plantearon en varias ocasiones su regreso.
Con él llegó un galáctico de la época: el inglés Laurie Cuninngham, fichado al histórico precio de un millón de libras (195 millones de pesetas). El jugador no triunfó por culpa de las lesiones, pero al Madrid de Boskov no le fue mal. En su primera temporada conquistó la Liga, en dura pugna con la Real —que al curso siguiente se tomó la revancha dando la vuelta al alirón—, y la Copa, en la histórica final con el Castilla (filial del club blanco). Al curso siguiente, en 1981, con una plantilla más discreta que la de épocas anteriores y posteriores, la popularmente conocida como la de los Garcías —porque en ella se habían reunido el portero García Remón, los defensas García Navajas, García Cortés y Pérez García y el centrocampista García Hernández—, llevó al equipo hasta la final de la Copa de Europa (en la que cayeron los blancos 0-1, en París ante el Liverpool), la primera desde 1966 y la última hasta la de 1998 en la que el Madrid conquistó la séptima.
Profesor frustrado de Geografía e Historia, Boskov se hizo un hueco en el álbum madridista a fuerza de magnetismo. Una relación especial con sus jugadores que no dejaba indiferente a ninguno, generando desde las duras críticas de Miguel Ángel a las lágrimas de Uli Stielike cuando se confirmó su salida del Madrid por cuestiones más políticas y electorales que deportivas en el 82, con otra Copa como última conquista. Estratega certero, motivador incomparable y transmisor de una confianza absoluta en las propias fuerzas, siempre tuvo buenas palabras para sus adversarios y supo justificar a los suyos, entre los que dejó huella. Sobre todo en aquellos que tiempo después dieron el paso de convertirse en entrenadores como Vicente Del Bosque, o José Antonio Camacho. Cuando le reclaman un repaso sobre sus referentes en los banquillos, Camacho le califica, sin más, como un auténtico genio de los entrenamientos. Se amoldó a los usos y costumbres del Madrid tan bien, o mejor, que cualquier entrenador español de los considerados “hombres de la casa”.
“Ha muerto un miembro importante de la familia del fútbol”, dice Totti al que hizo debutar con 16 años
Tras salir del club blanco se convirtió en un trotamundos del fútbol con especial atracción por el italiano, donde hizo carrera a lo largo de una década. “Era una persona inimitable. Como un padre para sus jugadores”, contó Sinisa Mihajlovic, actual entrenador del Sampdoria, club en el que le dirigió Boskov. “Ha muerto un miembro importante de la familia del fútbol. Un hombre competente, ganador, irónico e inteligente”, señaló Francesco Totti sobre el entrenador que le hizo debutar en el Roma con 16 años.
A cada paso, una reflexión irreplicable. “El fútbol es imprevisible porque todos partidos empiezan cero a cero”. “Ganar es mejor que empatar. Y empatar es mejor que perder”. “Prefiero perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol”. Frases para la historia con las que explicar un deporte inescrutable. “El fútbol es bello porque es sencillo”, dijo a EL PAÍS en 2010, en su última entrevista.
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