Ferrer asombra a Nadal
El alicantino jugará con Wawrinka en semifinales tras ganar (7-6 y 6-4) por primera vez en diez años en tierra al mallorquín, que con 44 fallos no forzados sufre su derrota más temprana desde 2003
Es una derrota de las que dejan cicatriz. David Ferrer ganó 7-6 y 6-4 a Rafael Nadal en cuartos del Masters 1.000 de Montecarlo. El número uno se inclinó en su templo favorito de la primavera dejando la única huella de sus errores no forzados (44, por 28 de su rival). El mallorquín, que no perdía tan pronto en el torneo con el que abre la gira de arcilla desde 2003, careció de la consistencia necesaria para desbordar a un rival como el alicantino, que buscó la victoria con un convencimiento, intensidad y fe encomiables en un tenista que perdía 21-5 el cara a cara, que no ganaba a su rival en tierra desde 2004 y que había cedido diez de los últimos once duelos. Por toda la voluntad de Ferrer, inteligentísimo para encontrar siempre el revés de su contrario, Nadal no dejó casi pistas de los tiros hercúleos y la capacidad de adaptación táctica que le han llevado a la cima. A base de corazón, recuperó por dos veces break de desventaja en la primera manga y se procuró una bola de rotura que le dejaba sacando por el parcial (5-5). No la convirtió, protagonizó un tie-break horrible, y con él se despidió de uno de sus torneos favoritos. Ferrer jugará el sábado por la final contra Stanislas Wawrinka.
Cuando llegó ese momento cumbre de la primera manga, (5-5 y bola de break para el campeón de 13 grandes), Ferrer lo negoció con valentía y no se encontró enfrente a un titán, sino solo a un hombre. El resumen de todo fue el desempate de ese parcial. Ferrer le abrió la puerta a Nadal con un fallo en el primer punto, y luego sumó siete seguidos, con el mallorquín jugando a lo loco, sin timón, brújula ni norte. El número uno se jugó a la ruleta rusa casi cada pelota, señal de que algo no marchaba en su raqueta, porque él siempre ha sido un competidor de soluciones maduradas, no rápidas. Fue como si le quemara un partido durísimo: 1h 25m para el primer parcial, que vio ya casi 40 puntos en los primeros tres juegos, que apuraron media hora. Un infierno.
“¡Es ahora! ¡Es ahora!”, gruñía Ferrer en el arranque del segundo set, ya con ventaja de 3-1. El alicantino dominó el juego obligando al mallorquín a emplear patrones a los que no acostumbra. Nadal tuvo que golpear más reveses que nunca. Cuando intentó cambiar la dinámica para que fuera el alicantino quien se encontrara en esa situación, tuvo que apurar hasta el extremo, porque cualquier bola intermedia a la izquierda del número seis se convirtió en una invitación para sus derechas invertidas, tan rápido estaba Ferrer de piernas para rodear la pelota. El número uno mundial, un punto asfixiado por el alto ritmo del partido, encontró soluciones en el revés cruzado, que le permitió desplazar a su contrario, pero el conjunto de su juego perdió solidez al verse obligado a abandonar los caminos habituales. Ferrer le puso piernas, talento e inteligencia.
Así, con el único chispazo de romper el saque de su contrario la primera vez que sacó por el encuentro (7-6 y 5-2), se despidió el número uno de Montecarlo. Desde el inicio, se le vio lento de pies, lo que pronto se trasladó a sus golpes. Fue un Nadal por momentos descordinado, con problemas para construir la jugada, porque le abandonó el revés paralelo, el saque fue una rémora y el drive estuvo intermitente. Frente a eso, Ferrer, sólido como siempre, dispuesto a lanzarse al abordaje, corajudo pero sin protagonizar ningún imposible, acabó conquistando el partido en 2h 13m.
El alicantino jugará ahora contra Wawrinka. A Nadal le espera Barcelona, donde competirá la semana que viene, y el análisis de qué se ha torcido en su juego y en su buen inicio de temporada desde que la espalda le dio un latigazo mientras perdía la final del Abierto de Australia. El vestuario, con Novak Djokovic a la cabeza, seguro que ha tomado nota. Diez años después, Nadal perdió con Ferrer en tierra y cerró una racha de 17 derrotas seguidas con su compatriota en arcilla. El número uno ya no es inalcanzable en polvo de ladrillo.
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