El fútbol peruano pierde por goleada ante la violencia
La muerte de un joven en una gresca callejera vuelve a poner en evidencia el nulo control de las autoridades sobre los ultras
El pasado domingo 30 de marzo, a la misma hora que Universitario de Deportes se alistaba para recibir al Sport Huancayo por la Copa Inca de fútbol, fuera del estadio Monumental de Lima se desarrollaba otro choque, para nada deportivo y mucho más violento. Dos nutridas facciones de la Trinchera Norte, la barra más grande de uno de los dos equipos más populares en el Perú, se enfrascaron en una gresca con piedras, palos y armas de fuego. El enfrentamiento terminó en tragedia: Bryan Huamanlazo Cusipuma, de 19 años, recibió un balazo en el pecho, falleció y se convirtió en la más reciente víctima de una escalada que parece incontrolable.
La muerte del joven, un barrista del populoso distrito de San Juan de Lurigancho, en el este de Lima, volvió a poner en el centro del debate la violencia de lo que en el Perú se conoce como "barras bravas". Pero también llamó la atención porque esta vez la gresca fue entre fanáticos del mismo equipo, en el marco de un partido considerado de escasa peligrosidad. Y, sin embargo, era una tragedia anunciada: incluso por Twitter, algunos miembros de la Trinchera Norte adelantaron que ese domingo estaba por producirse un enfrentamiento que involucraba a las agrupaciones del este y sur de la capital, contra las del oeste y el norte. Era su manera de saldar la disputa en torno al control de las entradas que el club entrega a sus barristas a lo que la gerencia del Universitario llama precio diferenciado; en la práctica, casi regaladas.
“Mañana matanza!”, tuiteó un hincha la noche anterior al encuentro. Pese a esa y otras advertencias, los encargados de la seguridad no se dieron por enterados. Apenas un puñado de policías aparece en medio de la gresca, que fue registrada por las cámaras de seguridad del estadio. “Nuestra policía trabaja toda una estrategia cuando hay barras confrontacionales [es decir, de equipos antagónicos]. En este caso, era inesperado que la misma barra del equipo organizador, en este caso la U, genere y entre en situaciones de violencia entre ellos mismos”, se excusó luego Dacia Escalante, directora de Gobierno Interior, la dependencia pública encargada de garantizar la seguridad en los espectáculos deportivos.
“Esta disputa viene de varios meses atrás, es una disputa de cuotas”, asegura Alfonso Palao, exdirigente deñ Universitario de Deportes, conductor de un espacio radial y crítico de la actual administración del club. “Los dirigentes usan el reparto de entradas para respaldar a los grupos que los apoyan, y a los otros les dan menos”, explica. Aunque en teoría esas entradas son para los barristas, es bien sabido que en realidad muchas se revenden, para beneficio de los líderes de la barra. Esta versión incluso ha sido ratificada por varios miembros de la Trinchera Norte. Por las redes sociales y la televisión, ellos han responsabilizado de la muerte de Huamanlazo a Jorge Vidal, el gerente del club, a quien señalan como el que reparte las entradas.
Luego de la tragedia del domingo, Universitario de Deportes ha anunciado que dejará de dar entradas a precio preferencial a los barristas y la municipalidad de Ate ha clausurado su estadio por 30 días. Universitario jugó este viernes como visitante ante el Vallejo de Trujillo sin su barra en la tribuna. Otros clubes importantes, Alianza Lima y Sporting Cristal, también han anunciado que este fin de semana jugarán con las tribunas populares cerradas.
No es la primera vez que se adoptan medidas así en Perú, y sin embargo, la violencia no cede. Bryan Huamanlazo es la más reciente de una triste lista de muertes relacionadas con barristas de la U: en 2011, Walter Oyarce, simpatizante de Alianza Lima, murió luego de ser arrojado desde un palco del estadio Monumental; el caso se ha cerrado con dos hinchas de Universitario condenados a 35 años de cárcel. Y en 2009 la víctima fue una mujer que ni siquiera iba al estadio: Paola Vargas, una joven contable, fue asesinada por hinchas que, en su ruta al Monumental, la asaltaron en un vehículo de transporte público y luego la arrojaron al pavimento.
Raúl Castro, un periodista y antropólogo que ha estudiado el fenómeno de las barras bravas peruanas, asegura que estas nacieron en la década de 1980 por imitación de otros países, y desde entonces “son reflejo de una sociedad violenta”. En los últimos años, esa situación empeorado. “Desde hace más de una década hay tensión entre sectores institucionalistas y violentistas dentro de las barras. Ahora, lo que hay es lucha dentro de los violentistas”, señala.
Durante años, las barras bravas han ido paulatinamente adueñándose del espectáculo futbolero: en más de una ocasión han invadido las instalaciones de los clubes, sea para reclamar a los jugadores por un mal resultado o para amenazar a los dirigentes. Como consecuencia de sus acciones vandálicas, toda la ciudad les teme y se desplazan a los estadios escoltadas por cientos de policías. No sorprende que muchos aficionados prefieran ver los partidos por televisión y las graderías luzcan semidesiertas en la mayoría de partidos. Muchos en el Perú consideran que ir al estadio es un entretenimiento peligroso.
Alfonso Palao cree que para terminar con esta situación es necesario que los clubes terminen su relación de complicidad con las barras. “El primer punto es abolir las entradas de cortesía. En segundo lugar, los clubes tienen que hacer un trabajo con sus barras. ¿quién mejor que ellos para conocer a sus hinchas? Y desde luego, las autoridades tienen que hacer su trabajo. Las leyes ya están dadas”, concluye.
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