El Athletic gana con sorpresa
Una jugada de estrategia, finiquitada por Susaeta, permite a los rojiblancos derribar (1-0) a un Getafe que reaccionó tarde
Se supone que lo imprevisible reside en la imaginación de los futbolistas para hacer lo inesperado, para salirse del guion, para romper los moldes establecidos. Cuanto más utópico es el futbolista, más posibilidades hay de que descarrile para bien y convierta una jugada rutinaria en una obra de arte. Son los futbolistas que no se conforman con lo posible. Pero, a veces, lo inesperado, lo imprevisible, está perfectamente planificado. A eso en el fútbol se le llama jugada de estrategia, o acciones a balón parado, a veces a ras de tierra, a veces en pleno vuelo. El Athletic apeló ayer a la previsión de lo inesperado cuando obtuvo una falta unos metros más allá del área del Getafe. San Mamés entero y el Getafe al completo esperaban el zapatazo de Laporte, que se fue derechito al balón, lo cogió, lo depositó con mimo en el lugar propicio. Ander Herrera andaba por allí de figurante: su papel consistía en convencer al Getafe y, sobre todo, a su portero Codina de que iba a lanzar Laporte. “Ya está ese ahí contando el chiste más viejo del mundo”, pensaría Codina, con los ojos fijos en las bota izquierda, verde fosforito, inconfundible, del central francés. Y va Herrera, como si fuera a concluir el viejo chiste por todos conocido, y la toca en horizontal a Susaeta, que hacía que estaba sin estar en sí y la golpea seca, dura, volando el balón a un palmo del suelo y aterrizando en la red sin freno.
ATHLETIC, 1; GETAFE, 0
Athletic: Iraizoz; Iraola, Gurpegui (San José, m. 45), Laporte, Balenziaga; Iturraspe; Susaeta (De Marcos, m. 83), Mikel Rico, Herrera, Muniain; y Guillermo. No utilizados: Herrerín, Erik Morán, Beñat y Albizua.
Getafe: Codina; Valera, Lisandro, Alexis, Rafa; Pedro León, Borja (Míchel, m. 69), Mosquera (Lacen, m. 45), Lafita; Sammir (Colunga, m. 58) y Ciprian. No utilizados: Julio César, Gavilán, Arroyo y Rodríguez.
Goles: 1-0. M. 40. Susaeta.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Ciprian, Colunga, Rafa y Mikel Rico.
Unos 34.000 espectadores en San Mamés.
Porque sin freno había salido el Athletic al campo dando la sensación de empezar el partido con ganas de acabar. La vorágine, la tempestad, la dirigía Mikel Rico, que maneja los vientos con la furia del dios de los truenos. Su desafío al cansancio resulta contagioso y el Athletic se acelera al ritmo de sus pasos. El Getafe esperaba con las líneas juntas, apañado en el espíritu solidario de las tareas defensivas. Las uñas las afilaban Ciprian y Sammir. El brasileño incluso pudo sortear en un contragolpe a Iraizoz, aunque se escoró tanto que el regate le sacó de plano. Un poco más tarde apuntó a Iraizoz, que despejó su disparo con apuros, pero el partido tenía el aspecto de los frontones: una pelota contra una pared. Como San Mamés mantenía un tenso silencio, la música ambiental bien podría haber sido El muro, de Pink Floyd.
Pero al Athletic le define su frenesí. El muro nunca le va a derrumbar la moral. San Mamés es una cuestión de fe en la que no cabe el desánimo. Cierto que las llegadas eran pocas y los peligros escasos (un cabezazo de Guillermo y algún disparo lejano). Pero la sorpresa llegó envuelta en el celofán de la estrategia y, entonces sí, se acabó la música de Pink Floyd y rugió San Mamés. Y el Getafe saltó su propio muro e intentó mirar como crecía la hierba en el domicilio de Iraizoz.
Al Athletic le entró un cierto temor cuando se lesionó Gurpegui al filo del descanso, despedido por la afición como si hubiera marcado cinco goles, dejando claro que el símbolo del Athletic es de carne y hueso. Cosmin Contra fue moviendo fichas con la entrada de Lacen, Colunga y Míchel, tratando de empujar al equipo hacia el garaje contrario. Pero el Athletic había encontrado la clarividencia de Herrera y el puñal de Susaeta durante 20 minutos frenéticos. Incluso marcó un gol, por medio de Guillermo, bien anulado por fuera de juego. Hasta ahí le llegó la gasolina, el resto funcionó el piloto encendido de la reserva, agobiado, sin ver una gasolinera y sometido al bombardeo del Getafe, que veía la portería de Iraizoz más cerca, o sea más grande. Lafita lo intentó con un disparo zigzagueante que probó los reflejos del portero para manotear el balón como quien se quita una bandada de moscas de los ojos.
Colunga era una ardilla demasiado ágil para Iraola y el Athletic se había conjurado para batir a una defensa a medias entre la acumulación de futbolistas y el minutero del reloj. Aun así construyó varios contragolpes: cuando parecía que se le iba a caer el pelo, dos calvos, Rico y Toquero, pudieron acabar con su tormento, pero el tacto no es lo suyo, sino el músculo, y el Getafe agradeció el último aliento, la bocanada que le pudo dar el empate en un buen disparo de Ciprian que atajó Iraizoz. La gasolina se acabó cuando pitó el árbitro; al Getafe le sobró algo en el depósito.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.