Fútbol por las bravas
El Real Madrid se sobrepone a una hora de atosigamiento del Atlético, desfondado al final sin que Simeone agitara el banquillo Ancelotti rectifica a tiempo al cambiar a los laterales
Golpe a golpe, el Real Madrid rescató el liderato en el Calderón tras un encuentro áspero en el que estuvo una hora a rebufo del Atlético, que terminó sin aire, colgado del tendal de Courtois por la parálisis de su técnico. Ancelotti rectificó a tiempo al mudar de laterales. Nada hizo Simeone, que, de forma incomprensible, no se inmutó cuando era un clamor que a su equipo le faltaba depósito después de otro derbi muy bravo. En un duelo muy colchonero, es decir, de altísimo voltaje, el Cholo consintió que su equipo sobrepasara la extenuación. Cristiano se lo hizo pagar. Un mal menor para el Atlético, que recuperó sus virtudes, pero llegó sofocado al último tramo, en el que Carvajal y Marcelo, desterrados de inicio por Ancelotti, remaron y remaron en favor de un Madrid que terminó crecido, tal y como arrancó con un gol instantáneo de Benzema.
ATLÉTICO, 2-MADRID, 2
Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis; Gabi, Mario Suárez; Koke, Raúl García, Arda (Cebolla Rodríguez, m. 83); y Diego Costa. No utilizados: Aranzubia; Alderweireld, Insua, Diego, Sosa y Villa.
Real Madrid: Diego López; Arbeloa (Carvajal, m. 61), Pepe, Sergio Ramos, Coentrão (Marcelo, m. 58); Di María (Isco, m. 62), Xabi Alonso, Modric; Bale, Benzema y Cristiano. No utilizados: Casillas; Varane, Illarramendi y Jesé.
Goles: 0-1. M. 3. Benzema. 1-1. M. 27. Koke. 2-1. M. 45. Gabi. 2-2. M. 82. Cristiano.
Árbitro: Delgado Ferreiro. Expulsó al segundo entrenador del Atlético, Germán Burgos (m. 65). Amonestó a Arda, Pepe, Godín, Diego Costa y Arbeloa.
Unos 50.000 espectadores en el Calderón.
El prematuro gol del francés podía hacer presagiar que un año más el Madrid tendría una pasarela en el Calderón, donde acostumbra a marcar desde el calentamiento. No fue así, el acierto de Benzema resultó contraproducente para los suyos. El Madrid metabolizó mal el tanto, se olvidó del juego y aceptó la tralla en el campo de minas que planteó el Atlético.
Los de Simeone fueron otra vez ese equipo encarnizado que convierte cada disputa en una guerrilla. El cuerpo a cuerpo era rojiblanco. La pelota iba y venía, dislocada, pateada por aquí y por allá, con teatrillos de unos y otros, y algún garrotazo. Con el partido en las trincheras se desconectaron Cristiano, Modric, Bale, Benzema, gente más dispuesta para lo fino. El Atlético llevó el choque donde quería, al rincón de Pepe y Ramos con Costa y Raúl García, a las emboscadas sobre Xabi Alonso, propiciadas por la superioridad local en el medio campo, donde hasta cinco centuriones asfixiaban al tolosarra, poco custodiado por Modric y Di María.
Embarullado el encuentro y con el Atlético a toda pastilla, una jugada pudo desinflar a los de Simeone, de haber caído estos en el victimismo de otras épocas, lo que no fue así. Ramos derribó a Costa en el área, pero el colegiado nada pitó. Lo mismo que en una mano posterior de Gabi, encajonado en la barrera, tras una falta ejecutada por CR. Costa, al que le han tomado la matrícula, nunca fue creíble para el árbitro, lo que llegó a provocar una desmesurada reacción de Germán Burgos, a punto de perder el juicio tras una caída del hispano brasileño ante Arbeloa que se saldó con falta y tarjeta para el colchonero. Y con un chivatazo del cuarto árbitro al principal sobre el Mono, lo que desató su ira.
Los visitantes metabolizaron mal el tanto de Benzema y se olvidaron del juego
Con el partido en combustión, Arda encendió la luz tras un saque de banda del Atlético. El turco atrajo a unos cuantos rivales al balcón del área y con el rabillo vio a Koke, aislado cerca de Diego López por el absentismo de Di María, que quiso defender con la mirada. Koke ajustó su disparo cruzado a la red. El Atlético era otra vez el Atlético, el de la primera vuelta, el que suda como una regadera, el que se remanga segundo a segundo, el que impone el vigor y el coraje por encima de cualquier cuestión académica. Es su estilo, el que le permite competir en las cumbres con rivales con frac. Cuando juega con esa armadura, forrado de mármol, el Atlético tiene vida propia entre los grandes, por esa vía es capaz de sublevarse. El rojiblanco no es un conjunto que dé palique al balón. Con el encuentro cogido por el pecho, el Atlético remontó con un zapatazo de Gabi desde el infinito. Diego López no vio salir la pelota, porque estaba algo tapado, lo que penaliza al propio portero. No se corrigió para contemplar el remate y tardó un mundo en reaccionar.
Donde no había indicios de Cristiano y Bale, Diego Costa era todo un incordio. De vuelta del descanso, él tuvo dos oportunidades para despejar aún más el resultado. Lo mismo que Arda, con un cabezazo al poste. Ancelotti no esperó más y envidó con sus dos laterales más ofensivos. Si en el Camp Nou le dio por protegerse con Sergio Ramos como eje, en el Manzanares se tapó por los laterales. Con Marcelo y Carvajal, el Madrid tuvo otro recorrido. Poco a poco se conectaron sus atacantes y al Atlético ya no le valía con atosigar por el centro, las bandas también requerían atención. Por ahí se empezó a desfondar el grupo de Simeone, que se marchitó sin que su entrenador pusiera más remedio que el de Cebolla Rodríguez. Para entonces ya había empatado Cristiano, que cazó un buen remate desde el punto de penalti tras un descalabro de Mario Suárez con la pelota. Simeone no puso gasolina y, de paso, mandó un mensaje inquietante para gente de postín como Villa y Diego, el gran fichaje veraniego y la gran apuesta invernal. Ambos se quedaron tiesos de tanto calentar para nada. Sin ellos como auxiliares en plenitud, el Atlético ya no pudo vertebrarse a partir de Diego Costa, que perdió el hilo con todos sus compañeros, ya refugiados, con problemas para llegar a tiempo a la presión, con la lengua fuera.
El técnico local mandó un mensaje inquietante a Villa y Diego, sin minutos
El Madrid, con Isco por delante de Jesé como último cambio, fue ganando expresividad y Bale, CR —que dejó el campo con las manos en el cogote por aquello del mecherazo— y Modric flirtearon con el gol. Como Benzema, desengañado por un fuera de juego inexistente tras un estilista taconazo de Bale, su mejor estela de la tarde. En el tramo final, el Atlético se hizo espumoso y solo acertaba a achicar de cualquier manera, a punterazos. Colonizados los locales, al Madrid le faltó tiempo para dar la puntilla, pero se sobrepuso a una alineación cuestionada y un largo rato de atrofia. Llegó una hora tarde y ya no tuvo otro remedio que un empate que le deja en el liderato, aunque tenga perdido el pulso con su vecino en caso de igualada final a puntos. Frustrado por el resultado final tras una hora de prosperidad, el Atlético al menos recuperó su senda, la que había abandonado en la semifinal de Copa.
Para uno y otro equipo, para Ancelotti y Simeone, el choque puede ser didáctico. Ninguno está fuera de la batalla.
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