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JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO | SOCHI 2014

Niños ‘fichados’, niebla y lujo

Los Juegos más caros de la historia no se vieron afectados por las manifestaciones contra Putin La comodidad de las sedes ha contrastado con la escasez de visitantes extranjeros

Amaya Iríbar
Un grupo de voluntarios, en el parque olímpico de Sochi.
Un grupo de voluntarios, en el parque olímpico de Sochi.G. HERSHORN (REUTERS)

En unos Juegos Olímpicos no todo es competición. Estos son algunos de los temas que más debate han generado durante los días de exaltación deportiva en Sochi, considerados los Juegos Olímpicos más caros de la historia, con un coste estimado por fuentes independientes en más de 50.000 millones de dólares (más de 36.000 millones de euros).

» Seguridad. El secreto está en la agilidad. Temerosos de una acción terrorista y sobrado de dinero, el Gobierno ruso no escatimó un rublo en garantizar la seguridad de los Juegos, en la que participaron 70.000 efectivos (40.000 de ellos policías y hasta 1.000 cosacos). Hasta los niños de cuatro años estaban fichados, pues para acceder a los recintos olímpicos todos los espectadores debían llevar una acreditación con foto, lo que provocó largas colas en los centros de registro los primeros días.

Llegar al centro de prensa desde un hotel ajeno al sistema olímpico supuso siempre una carrera de obstáculos: había que pasar un control para acceder a la estación de Adler, donde un escáner analizaba los bultos de mano, y otro más exhaustivo para acceder a las vías olímpicas, las que conducen hasta las instalaciones junto a la costa del Mar Negro. En el acceso al recinto se repetía la operación, una vez grabado el código de barras que lleva cada acreditación. Ya en el recinto olímpico para acceder a los estadios bastaba con fichar.

A pesar de lo que pueda parecer, los rusos son maestros en estas cosas y el trámite no se alargaba más allá de unos minutos. Alguno incluso sonreía al saber que eras español: “¿Real Madrid? ¿Cristiano?”.

La montaña era otra cosa. Estaba fortificada. Si se llegaba en tren el procedimiento era idéntico. En coche o autobús se añadía un minucioso registro, con espejos para buscar bombas en los bajos incluido, y un curioso sistema para asegurarse de que ningún intruso se metía en el vehículo a medio camino: se precintaban con pequeñas pegatinas todas las puertas, el maletero y el capó delantero, que debían mantenerse intactas hasta el fin del recorrido.

» Clima. Calor y niebla. Los organizadores de unos Juegos Olímpicos de Invierno se pasan la vida mirando al cielo. O mejor, a las previsiones. El sol y el calor atacaron durante la primera semana de competición y se temió lo peor en unas montañas que solo aparecían completamente nevadas en la cumbre. Pero fue la niebla, los primeros días de la segunda semana, la única capaz de trastocar algunas pruebas, como el snowboard y el biatlón, rápidamente encajadas de nuevo en el apretado calendario olímpico invernal.

» Transporte. Todo a estrenar. Buena parte de la inversión total fue destinada a mejorar las carreteras y el transporte ferroviario. Se construyeron 367 kilómetros de carreteras —la que une el Parque Olímpico con las sedes de la montaña es nueva—, más de 200 kilómetros de vías férreas y 22 túneles, según la información oficial. Hay quien sostuvo que el mismo Putin se ha beneficiado de estas inversiones porque uno de los nuevos accesos conduce directamente a una de sus residencias de verano.

El sistema funcionó razonablemente bien si se tiene en cuenta la lejanía de las sedes y la realidad de esta ciudad, construida a lo largo de la costa: desde Sochi centro a las instalaciones olímpicas más cercanas hay casi 40 kilómetros en coche. El servicio de tren acababa a las 2.00 de la mañana.

» Los voluntarios: muchas sonrisas y pocos idiomas. Los 25.000 voluntarios de Sochi eran fácilmente distinguibles a decenas de metros de distancia por sus coloridos atuendos, made in Bosco, tan difíciles de describir con palabras. Según los organizadores, han tenido que empezar de cero porque la ley rusa ni siquiera contemplaba esta figura. Eran en su mayoría jóvenes (el 82% tiene entre 18 y 30 años y la media es de 23) y se podían encontrar por todas partes. Uno de los mayores problemas en esta ciudad era comunicarse. Solo el 9% de los rusos tiene un nivel medio de inglés, porcentaje que baja hasta el 2% en Sochi.

» Las sedes. Lujo y comodidad. A primera vista, el Parque Olímpico, junto a la costa, era un cemental con seis champiñones gigantes y un poco futuristas que son los distintos estadios. Por la noche la cosa cambiaba. Era la luz. La iluminación de cada una de las sedes era impresionante, la que más la del Bolshoy, que acogía los grandes partidos de hockey. Según oscurecía se iluminaba todo el estadio, con forma de platillo volante gigante, con el marcador y las banderas de los contrincantes.

» Público. Pocos visitantes internacionales. Cada día visitaron el Parque Olímpico unos 100.000 espectadores, según el recuento oficial que habla de casi dos millones de entradas vendidas. El colorido, sin embargo, fue claramente local. Los estadios han estado razonablemente llenos (no así las tribunas de las pruebas de montaña), aunque se ha echado de menos un ambiente más internacional.

» Incidentes. La política se queda fuera. Como ocurriera en Pekín en 2008, los Juegos Olímpicos son como una gran burbuja difícil de penetrar. A pesar de las manifestaciones contra el Gobierno de Putin, la mayoría antes de que empezaran los Juegos y lejos de Sochi, han sido muy pocos los incidentes dentro del anillo olímpico. Quizá el más llamativo fue el de la activista italiana por los derechos de los gays Luxuria, que se paseó por el Parque Olímpico vestida de arcoíris. Según ella, fue detenida cuando estaba en uno de los estadios de hockey; según el Comité Olímpico Internacional, fue invitada a abandonar el recinto de forma pacífica. Luxuria volvió a Italia un par de días después. Lejos de las instalaciones olímpicas también fueron detenidas dos integrantes de las Pussy Riot.

El COI, como siempre, mantuvo el equilibrio: “El Gobierno ruso prometió que respetaría la carta olímpica durante los Juegos y ha cumplido con creces”.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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