Los herejes no se equivocan
Aunque hay excepciones a la regla, los entrenadores influyen muy poco en los resultados. El dinero manda
Una gran verdad en la que se apoya el gran debate mundial —el más concurrido, el que más ruido genera— es que el papel de los entrenadores en el fútbol es decisivo. Si a entrenador x no lo echan, estamos condenados; si pudiésemos fichar a entrenador y alcanzaríamos la gloria; el día que se nos vaya entrenador z será el principio del fin. Con variantes, las conversaciones de los aficionados suelen tirar por estos senderos. La premisa es que el buen entrenador es una especie de mago divinidad, poseedor del santo grial que nos conduce al cielo; el malo, un vendedor de humo que nos lleva por el camino de la amargura.
"Si alguien me demostrara que Jesús no poseyó la verdad... preferiría seguir con Jesús que con la verdad". Dostoievski
Lo terrible, lo profundamente subversivo, sería descubrir que esta premisa no es una gran verdad sino una gran mentira. Es lo que propusieron los autores del best-seller Soccernomics, titulado en español como El fútbol es así. Simon Kuper, brillante periodista, y Stefan Szymanski, profesor universitario, intentan distanciarse en su libro del pensamiento mágico futbolero y llegar a conclusiones basadas en la única pura verdad de la que disponemos en la tierra, las matemáticas. Tras repasar muchos datos los autores concluyen que los entrenadores influyen muy poco en los resultados; que el factor determinante es el dinero.
Entrenadores van y entrenadores vienen pero los clubes que disponen de más dinero para fichar a los mejores jugadores y pagarles los mejores sueldos siempre ocupan la cima
Entrenadores van y entrenadores vienen pero los clubes que disponen de más dinero para fichar a los mejores jugadores y pagarles los mejores sueldos siempre ocupan la cima. Esta temporada la herejía Kuper-Szymanski se ha puesto seriamente a prueba. O eso parece, especialmente si nos fijamos en la Premier League. Antes de quemarles en la hoguera, el Gran Inquisidor les pondría como ejemplo el caso del Manchester United, siempre en el trío de clubes más ricos del mundo junto al Real Madrid y al Barcelona. Alex Ferguson les dejó campeones de Liga la temporada pasada y hoy su sucesor David Moyes los tiene séptimos en la tabla a 15 puntos del líder y con cada día más escasas posibilidades de acabar entre los primeros cuatro y clasificarse para la Champions League.
Más ejemplos: el Chelsea, que va primero, es un equipo más potente desde la llegada de José Mourinho, al que muchos aficionados del Manchester United dicen hoy que hubieran preferido fichar antes que a Moyes; el Everton juega mejor desde que Roberto Martínez reemplazó al pobre Moyes; el Manchester City de Manuel Pellegrini marca el doble de goles desde que se fue Roberto Mancini. Hay más, aunque también cabe volver la mirada a España y fijarse en Diego Simeone, cuyo feroz Atlético amenaza con romper el duopolio Madrid-Barça.
Cuestionado públicamente en Twitter esta semana por uno de sus colegas del Financial Times, Simon Kuper respondió que estos argumentos no afectaban la validez de su tesis. Interrogado un poco más, concedió que quizá en el 10 por ciento de los casos el entrenador sí incidía en los resultados, pero nada más.
El caso Ferguson-Moyes evidentemente ofrece una excepción a la regla
¿Será posible que, pese a todo, Kuper tenga razón? Resulta difícil y doloroso para un ser humano abandonar un artículo de fe que ha condicionado su visión de la vida. Pero sí —sí es probable que tenga razón. El caso Ferguson-Moyes evidentemente ofrece una excepción a la regla; entra dentro de aquel 10 por ciento. ¿Pero los demás?
Fíjense que estamos hablando de resultados, no de calidad de juego, que siempre es opinable. Aquí consideramos que el Manchester City y el Everton despliegan un fútbol más bonito que la temporada pasada, pero ambos equipos siguen más o menos en los mismos puestos. El City luchando para ganar el campeonato, el Everton, en sexta posición. El Chelsea tiene más posibilidades de acabar campeón con Mourinho que con Rafa Benítez, pero no cambia el hecho de que una vez más terminará entre los primeros cuatro y, más significativo aún, que hace un par de temporadas ganó la Copa de Europa con el novato Roberto di Matteo.
Del Barça y el Madrid ni hablemos. El Atlético de Simeone entra dentro del 10 por ciento, eso sí, pero también es verdad que es el tercer equipo más rico de la Liga española.
Conclusión: hay excepciones a la regla Kuper-Szymanski, pero pocas. Los herejes no se equivocan. El dinero manda; no el entrenador. Pero aquí, al menos, nos cerraremos los ojos a la ciencia. Nos aferraremos a la antigua ortodoxia. No perderemos la irracional fe. Porque si no, ¿de qué discutiremos? ¿De qué demonios vamos a escribir?
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