Sochi fue Lake Placid
Estados Unidos derrota a Rusia como en el mítico duelo de 1980, en un partido que se resolvió por penaltis con Putin en el palco
Los Juegos de Sochi transcurren tranquilos y las sombras de las amenazas parecen haberse disipado hasta con las altas temperaturas. La guardia sigue alta, como dicen las autoridades, porque aún queda una semana de competiciones, pero la moral deportiva nacional bajó ayer muchos enteros. Era un partido de la primera fase, pero un Rusia-Estados Unidos nunca es un choque cualquiera. Solo en el hockey sobre hielo, el deporte nacional, puede existir tan alta tensión entre ambos países. Hasta Vladímir Putin era uno de los 12.000 espectadores que abarrotaban el pabellón Bolshoi. Y todos quedaron decepcionados. Su equipo no dio la talla y tras el 2-2 con el que acabó el tiempo reglamentario acabó perdiendo en la tanda de penaltis.
Ni siquiera una pequeña revancha de la gran derrota histórica de 1980, siempre en el recuerdo. T. J. Oshie, de Los Angeles Kings, fue el anotador clave con su sangre fría en los momentos decisivos de un choque tenso, que ha crispado aún más las aspiraciones locales. Antes, para empezar el mal trago, el equipo femenino fue eliminado en cuartos de final por Suiza, 2-0.
La antigua Unión Soviética dominó el hockey mundial de forma casi arrolladora antes de que los profesionales de la NHL norteamericana empezaran a participar en los Juegos Olímpicos a partir de Nagano 98. Destronó a Canadá en cuanto entró en la edición de Cortina d'Ampezzo, en 1956, y mantuvo su primacía hasta su final como URSS, en 1992. Luego, el pastel se repartió. Pero en su época dorada hubo dos excepciones significativas.
Estados Unidos ganó los dos Juegos que organizó, en Squaw Valley, en 1960, y en Lake Placid, veinte años después. Fueron dos victorias mucho más allá de lo deportivo, pero mucho más sonada la segunda, por el mayor poder de la televisión y por la situación política en medio de la guerra fría prolongada entre las dos grandes potencias. Los soviéticos habían invadido Afganistán y estaba sin resolver la toma de los 66 rehenes en Irán. Estados Unidos vivía en medio de una crisis de identidad. Pocos meses después, el presidente Jimmy Carter, uno de los primeros en enviar un telegrama de felicitación a sus chicos del hockey después del 4-3 infligido a los soviéticos en Lake Placid, decidió el boicot de su país a los Juegos de verano, que aquel 1980 organizaba justamente la Unión Soviética en Moscú.
Jimmy Carter, uno de los primeros en enviar un telegrama de felicitación a sus chicos del hockey después del 4-3 infligido a los soviéticos en Lake Placid, decidió el boicot de su país a los Juegos de verano de 1980 en Moscú
La victoria del equipo de hockey, universitario, sobre el de las grandes estrellas se ha considerado siempre como una de las grandes hazañas del deporte estadounidense. No fue el último partido, porque el oro solo llegó tras vencer a Finlandia, pero ha trascendido como una final. Y la alegría absoluta de unos fue la tragedia nacional para otros. Sustituido incluso en el segundo tiempo, siempre lo recuerda Vladislav Tretiak, el mejor portero de la historia y que por algo fue elegido para encender la llama en Sochi junto a la no menos legendaria patinadora Irina Rodnina.
Pero los tiempos han cambiado, y mucho. De aquel dominio general se ha pasado a una igualdad casi total. Hasta 17 jugadores del actual equipo ruso juegan en la NHL, y sólo cinco en la equivalente europea, de tono menor. La Liga profesional detiene su calendario durante los Juegos, porque realmente pasa a disputarse un torneo similar. Ambos equipos no se encontraron en Vancouver, hace cuatro años, donde Rusia no pasó de cuartos de final, en una hecatombe, y Estados Unidos perdió la final con Canadá, en su fiesta total. Ayer, en un partido muy igualado, Rusia empezó marcando, pero tras remontar Estados Unidos, solo pudo forzar la prórroga cuando faltaban siete minutosen el tercer y último período. El 2-2 se mantuvo, con gol anulado a los locales incluso a falta de cuatro, por haber movido involuntariamente la portería el guardameta estadounidense antes del disparo. Mala suerte también. El disgusto acabó en la séptima tanda de penaltis. Un mismo jugador puede seguir siendo el que intenta marcar ya en la muerte súbita, al primero que falle. Kovalchuk erró y Oshie no. A diferencia de otros deportes, el porcentaje de aciertos de los lanzadores es raro que suba del 40%. Los porteros son clave.
Fue un día triste para Rusia. Se añadió el gravísimo accidente de María Komissarova mientras se entrenaba para el cross del esquí acrobático. Ya fue raro que en el supergigante de esquí alpino cayeran tantas figuras (no sólo la española Carolina Ruiz) en una pista muy peligrosa y criticada. Pero en los nuevos deportes, con saltos hacia el más difícil todavía circense, las tragedias rondan mucho más. Las ha habido espeluznantes, milagrosamente sin consecuencias. Inmediatamente vino el recuerdo de la gimnasta Elena Mujina, campeona mundial en 1978, que quedó tetrapléjica apenas dos semanas antes de los Juegos de Moscú 80. Acababa de cumplir 20 años y murió con 46. Aquel salto casi mortal que hacía, se prohibió.
Dos oros apagados
Todo apagó la alegría rusa en un día que pudo ser completo para los anfitriones con dos títulos más. Alexander Tretiakov, ya primero desde la primera de las cuatro mangas, ganó su duelo con el letón Martin Dukurs, que era algo más favorito en el skeleton (trineo con el atleta tumbado boca abajo, con la cabeza por delante, abriendo camino). Tomass, el mayor de los hermanos letones, perdió el bronce. El español Ander Mirambell ni participó entre los 20 mejores. Fue el 26 de 27 tras la tercera y penúltima manga. La dura tundra.
Viktor Ahn ganó los 1.000 metros del patinaje de velocidad en pista corta, tras el bronce en 1.500. Una extraña victoria, pero no por su calidad. Como Ahn Hyun Soo había logrado tres oros para Corea del Sur en Turín 2006. Pero se lesionó la rodilla en 2008 y fue apartado del equipo nacional. Se enfadó y se nacionalizó ruso. En Rusia le acogieron y le operaron varias veces. Ahora paga su deuda. En la fiesta, otro ruso de origen, Vladímir Grigoriev, logró la plata. El gran favorito, el canadiense Charles Hamelin, oro en el kilómetro y medio, se quedó en cuartos de final. No fue el único fiasco. Noruega se fue al quinto lugar en el relevo femenino de esquí de fondo que ganó Suecia, y el estadounidense Shani Davis perdió también su última ocasión en la pista larga del patinaje. Acabó undécimo de los 1.500 donde la novedad fue que Holanda no ganó otro oro más por sólo ¡tres milésimas! Esa fue la ráfaga que le sacó el polaco Brodka a Verweij, plata.
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