Ancelotti se hace fuerte
El técnico del Madrid refuerza su criterio frente al club, en detrimento de Isco e Illarra
Carlo Ancelotti es un juez acompasado. Parece que se tomará una eternidad en fumarse sus pitillos. Parece que, al margen de sus pasiones culinarias, le da todo más o menos igual, y que evitará meterse en líos administrativos por llevarle la contraria al jefe. La apariencia de armoniosa sumisión es total en el técnico italiano, pero de pronto, coge su martillo y emite sentencias irrevocables que dejan a todo el mundo perplejo, desde el presidente, Florentino Pérez, hasta los empleados del club que le asisten día a día. Porque a sus 54 años Ancelotti sabe perfectamente que está en el Madrid para ejecutar una estrategia que él no ha trazado, pero antes tiene claro que dejará constancia de su pensamiento. Quiere que sepan cuál es su veredicto y los habitantes de Valdebebas dan fe de que ha acertado en sus previsiones. Al cabo de media temporada tiene al equipo a 50 puntos. Diez más que en la última Liga a estas alturas. A un punto del Barça.
Faltaba una hora para que el Madrid saltara al Benito Villamarín, el sábado pasado, cuando Ancelotti dio por ganado el partido. El entrenador, que acababa de verificar la alineación del Betis, comentó en el vestuario que con un centro del campo formado por Lolo, Matilla y Salva, a los que consideró interiores sin grandes cualidades defensivas, el rival no tendría ninguna posibilidad. Inmediatamente ordenó a Xabi y Modric que buscaran a Cristiano, Bale y Benzema rápidamente después de cada recuperación porque tendrían espacios para correr. El 0-1 de Cristiano fue la constatación de que aquella visión fue acertada. El Betis estaba perdido antes de pisar el campo.
El italiano sabe perfectamente que está en el Madrid para ejecutar una estrategia que él no ha trazado, pero antes tiene claro que dejará constancia de su pensamiento
Ancelotti debió superar tres contradicciones importantes desde que dirige al Madrid. La primera fue la elección de Diego López en detrimento de Casillas, que, según sus compañeros, en los entrenamientos de la pretemporada se mostró al nivel más alto al que le habían visto nunca. La segunda contradicción fue el traspaso de Özil, el mejor especialista disponible para practicar el fútbol elaborado que había perdido el presidente. La tercera gran discordancia fue la necesidad de dar vuelo a Isco en un sistema de 4-2-3-1, lo que, según Ancelotti, supone hacer que todo el Madrid gire alrededor de un futbolista cuya jerarquía no merece el esfuerzo.
Ancelotti supo desde el principio que estas tres decisiones de política deportiva entrañaban contradicciones evidentes. Las ejecutó de todos modos y la plantilla se percató de que hacía cosas que no le convencían. Eso hizo que el vestuario, casi por unanimidad, desconfiara del técnico. Desde hace dos meses los jugadores le consideran más leal a la directiva que al equipo. La mayoría de los jugadores no están contentos con Ancelotti pero advierten que se trata de un hombre tan cordial que se sienten incapaces de despreciarle. La amabilidad y el buen tacto forman parte del instrumental del entrenador para asegurarse un buen ambiente en circunstancias difíciles.
Hace falta mano izquierda para convertir en un éxito estratégico algo tan extravagante como la alternancia de Casillas y López. Respecto a los demás apartados, Ancelotti los ha resuelto con similar astucia. Asumió como propia la decisión de vender a Özil pero al mismo tiempo advirtió al club de que Isco no podría suplantar al alemán. Recibió con flema la sugerencia presidencial de jugar con un 4-2-3-1 para dar lugar al malagueño y dejó que la evidencia demostrara que se trataba de un esquema poco fiable. Después de los partidos contra el Celta y el Osasuna resolvió suspender el experimento. En Cornellá y en Sevilla reinstauró su 4-3-3. En el proceso reivindicó a Di María, puso de manifiesto ante la hinchada la valía de Modric, y convirtió a Isco e Illarramendi en actores secundarios sin que nadie más que algún directivo pareciera lamentarlo.
Ancelotti explicó a los enviados presidenciales que su deber es construir un sistema en el que los jugadores de menos jerarquía trabajen para elevar el nivel de los mejores, y no al revés. A su entender, el 4-2-3-1 obliga a los mejores a trabajar para que triunfe Isco, y lo más conveniente es establecer un 4-3-3 para que brille Cristiano. Un 4-3-3 con Di María, Xabi y Modric en el medio, es, según Ancelotti, el módulo que ofrece mayores garantías defensivas en partidos de máxima exigencia.
Los argumentos no acaban de convencer a Florentino Pérez y los jugadores le siguen midiendo con suspicacia. Ancelotti, mientras, fuma, pontifica, y procura no enfadar demasiado a nadie, a la espera de que el tiempo —y eventualmente la suerte, su “culo”, como él dice— le dé la razón.
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