Ya no hay jornadas de trámite para el Madrid de Laso, ya no hay partidos prescindibles en el Palacio, ya no hay nadie que se quiera perder a un equipo de récord y de leyenda que ha convertido cada una de sus actuaciones en un espectáculo museístico y en un evento social. El conjunto blanco alargó su idilio con la fiesta y la enciclopedia alcanzando su 28ª victoria consecutiva frente el Galatasaray. Lo hizo con ráfagas brillantes y un esfuerzo por momentos agonístico, entre la fluidez y la espesura. Lo hizo sostenido por el músculo y la fibra de Darden y Slaughter, dos de los habituales secundarios que pusieron en valor el repertorio de una plantilla infinita. Entre parroquianos y devotos, 11.347 espectadores se apuntaron a otro capítulo del equipo imbatible en el que sigue decretado el estado de optimismo.
En los prolegómenos del partido, el Madrid presumió de trabajo de cantera, de relevo generacional y de estado de felicidad de la sección. El equipo júnior, campeón el pasado domingo del prestigioso torneo de L’Hospitalet, recibió el homenaje de su afición y se fotografió con sus mayores. Allí estaban los chicos de Paco Redondo con Jonathan Barreiro, Kasibabu, Wally Niang, Santi Yusta, Emanuel Cate y compañía para demostrar el lustre del baloncesto madridista. El primer equipo respondió con otro triunfo, sufrido como varios de los últimos.
REAL MADRID 89 GALATASARAY 84
Parciales: 20-19 25-14 21-19 23-32
Real Madrid: Llull (10), Rudy Fernández (2), Darden (13), Mirotic (5) y Bourousis (2) —cinco inicial—; Rodríguez (14), Draper (-), Carroll (15), Reyes (14) y Slaughter (14).
Galatasaray: Arroyo (12), Domercant (6), Hairston (9), Macvan (12) y Erceg (24) —cinco inicial—; Guler (1), Arslan (4) y Akyol (16).
Árbitros: Radovic (CRO), Rocha (POR) y Vojinovic (SRB). Sin eliminados.
11.347 espectadores en el Palacio de Deportes.
Los minutos de tanteo demostraron que, incluso al trantrán, el conjunto de Laso era, por calidad y cantidad, muy superior a su rival turco. Sin embargo, la falta de brío no era suficiencia sino desgaste como se demostró más adelante. En pleno despegue de los locales (20-11, m. 8), el único contratiempo para el subcampeón de Europa fueron las dos faltas tempraneras que, como ya le ocurriera en Zaragoza, acumuló un destemplado Mirotic. Pero enfrente, sin Mensah Bonsu y con Arroyo y Domercant lejos de sus mejores días, la única amenaza del Galatasaray resultó ser Macvan. El pívot serbio se animó a rememorar sus buenas actuaciones ante el Madrid durante su etapa en el Partizán, comenzó a hacer faena en la pintura y, en compañía de su compatriota Erceg, aprovechó sus minutos de inspiración para penalizar cierta galbana de los blancos con un parcial de 0-11 (20-22, m. 11).
Fue entonces cuando apareció Sergio Rodríguez, la imagen de marca, el cartel promocional, la esencia y el espíritu de este equipo. El Chacho, reluciente como sus zapatillas de estreno, agitó la noche y espoleó a los suyos a base de carreras e inventiva. De blanco y oro, con torería y decisión, el base canario celebró su ampliación de contrato hasta 2018 firmada en la víspera con otra ráfaga de videoteca. En apenas siete minutos firmó nueve puntos, un rebote y dos asistencias y recolocó el equilibrio de fuerzas (45-33, m. 20). No bastó como otras veces para sentenciar la contienda.
Con el paso de los días y la prolongación de la racha de imbatibilidad, el Madrid ha perdido frescura física y mental. Se permite paréntesis de dispersión en los que se destensa en defensa, pierde el rebote y se espesa en su sprint, pero, con más fatiga y menos excelencia, a los de Laso les basta con los automatismos y la inercia de una rotación inagotable para doblegar a sus oponentes por inspirados que estén. Se destapó de nuevo el gigantón Erceg que firmó el partido de su vida (24 puntos, cuatro rebotes y cinco asistencias) y con su buena mano desde el perímetro volvió a ajustar el marcador (47-44, m. 23), pero un rato de aplicación defensiva, con Darden y Slaughter crecidos en la faceta reboteadora, y otra dosis de magia de Sergio Rodríguez fue suficiente para que los locales se despegaran de nuevo. El trabajo silencioso de Felipe y la metralleta episódica de Carroll sirvió para allanar el camino a los blancos. Un alley-oop entre El Chacho y Slaughter y un triple a tabla del base canario firmaron el 66-52 con el que se llegó al final del tercer acto. Pero no acabaron ahí tampoco los sobresaltos.
Siguió percutiendo el Galatasaray, hurgando en el agotamiento blanco y haciendo la goma en el marcador. Un triple de Arslan colocó el 80-76 a falta de 3m 34s para el final. Pero el Madrid gestionó la inquietud, estiro el aliento y prolongó una racha que por momentos parece una condena a ganar. El siguiente en intentar derrotarle será el Fuenlabrada.
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