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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los músculos de Xavi

La edad no perdona y el Barcelona aún no ha aprendido a gestionar el envejecimiento inexorable de sus héroes

Xavi en un entrenamiento con el Barcelona.
Xavi en un entrenamiento con el Barcelona. David alonso (getty)

Hasta el aficionado más ignorante en fútbol vislumbra que el equipo de Tata Martino no brilla a la altura del de Pep Guardiola, por más que la directiva del Barça insista en convencer al entorno de que todo va bien y de que las opiniones negativas “no ayudan”. Los engranajes del equipo de Tito Vilanova y Jordi Roura ya chirriaban —recuérdese la doble paliza que nos atizó el Bayern—, o sea que la cosa tiene que venir de lejos. ¿Qué será, se preguntan los expertos, si los jugadores son los mismos?

Aquí radica el problema: los jugadores ya no son los mismos —son mayores—. La edad no perdona y el club aún no ha aprendido a gestionar el envejecimiento inexorable de nuestros héroes. Hace unas semanas, Martino declaraba con gran insensatez que “un futbolista puede jugar al fútbol hasta los 35 años”. Sí, en según qué equipos sí, pero no en el Barça. Es fácil de entender. Hay dos tipos de células musculares: las miofibras lentas (también llamadas “de tipo I”) y las miofibras rápidas (“de tipo II”). La mayoría de la gente tiene en sus piernas un 50% de cada tipo, mientras que los atletas olímpicos de maratón tienen (por predisposición genética) un 80% de miofibras lentas y los atletas olímpicos de velocidad tienen un 80% de miofibras rápidas. No hay estudios sobre jugadores de fútbol, pero como está claro que el fútbol es un deporte en el que tienen mucha importancia los sprints, los métodos de selección de futbolistas favorecen a atletas con un alto porcentaje de miofibras rápidas. Estas son las células veloces que imprimen a Messi sus carreras fulgurantes, a Iniesta su arranque de duende y las mismas células veloces que imprimían —resalto el uso del pretérito— a Xavi su vueltecita mágica y a Alves sus cabalgatas de galgo: pero a estas últimas se les acabó el fuelle (Xavi cumplirá 34 años en enero y Alves tiene ya 31).

Lo que no sabe el Tata Martino es que, por más que se entrenen Xavi y Alves, desde que tenían 25 años sus miofibras rápidas empezaron a convertirse en miofibras lentas, aproximadamente a un ritmo del 1% anual —un proceso natural llamado sarcopenia y que es tan ineludible como las canas o las arrugas de la cara—. Por eso Puyol (35 años) se rompe cada vez que intenta uno de sus sprints de jabato de antaño. Por eso Alves ya no vuelve a defender con tanta rapidez como antes y deja en la defensa esos temibles agujeros negros por los que se gana broncas de Busquets. Por eso Xavi —cuyo músculo más importante es su cerebro— ya hace tiempo que no nos deleita con la vueltecita mágica, ya no presiona con intensidad en la medular, y decidió retrasarse a zonas donde no pudieran presionarle: el equipo acabó cortocircuitando las jugadas pasando el balón al todopoderoso Messi (Messi-dependencia). La ciencia lo explica todo. Excepto el que no se haya tomado la decisión de incorporar a un genio como Xavi al cuerpo técnico.

Albert Folch i Folch es profesor de Bioingeniería, Universidad de Washington, Seattle (EE UU). Autor de La ciència del futbol (Empúries, 2004) y de For the love of the ball (Amazon.com, 2013), entre otros títulos.

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