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El Espanyol se destapa

Liberados por la presencia de Córdoba en ataque, Sergio García y Stuani desfiguran a un Valladolid sin pegada (4-2)

Jordi Quixano
Sergio García (d) y Stuani celebran el primer gol.
Sergio García (d) y Stuani celebran el primer gol.GETTY

Es el mismo Sergio García de siempre. Pero no así el envoltorio, acompañado ahora por Córdoba en el frente de ataque. Circunstancia suficiente para que el 9 tenga el cuero entre los pies, para que se signifique en el área rival, para que se lo pase pipa. Tormento del bueno para el Valladolid, que no supo anudarlo ni fijarlo, que perdió el envite y atiende ahora con algo más que preocupación a la zona de la quema. Y alivio grande para el Espanyol, atornillado en la zona cálida, competitivo con fútbol ocasional y mucha puntería, reencontrado tras meses de escaso juego y penurias.

No es que haya cambiado Aguirre de idea, pero sí de intérpretes y dibujo, decisión que agita y envenena el fútbol del equipo. Así, innegociable el estilo vertical, toda vez que reprueba el adorno y la complicación, como si le llegara mejor el aire a la boca cuando el cuero está lejos de Casilla, el Espanyol ha corregido su propuesta y ya sitúa a dos puntas en el balcón del área rival. Jauja para Sergio García, que ha pasado de ser el Quijote, solo ante molinos, a un artista del balón, liberado porque Córdoba, con su regate, arrastres y velocidad, engrandece al 9 y, de paso, al Espanyol. Una pareja que se entiende y complementa, aderezada por las llegadas de Stuani, que absorbe cualquier balón y que ayudó a desfigurar a la zaga contraria, lenta en las ayudas y correcciones.

ESPANYOL, 4 – VALLADOLID, 2

Espanyol: Casilla; Javi López, Colotto, Moreno, Fuentes; Stuani, David López (Raúl Rodríguez, m. 57), Víctor Sánchez, Simão (Víctor Álvarez, m. 75); Sergio García y Córdoba (Álex Fernández, m. 59). No utilizados: Germán; Thievy, Abraham y Torje.

Valladolid: Mariño; Rukavina, Marc Valiente, Rueda (Larsson, m. 65), Peña; Rubio (Víctor Pérez, m. 56), Rossi; Ebert (Omar, m. 21), Óscar, Bergdich; y Javi Guerra. No utilizados: Jaime; Baraja, Sastre y Manucho.

Goles: 1-0. M. 5. Sergio García, de penalti. 2-0. M. 37. Stuani. 3-0. M. 68. Víctor Sánchez. 4-0. M. 69. Stuani. 4-1. M. 75. Javi Guerra. 4-2. M. 90. Víctor Pérez, de falta.

Árbitro: Mateu Lahoz. Mostró la cartulina amarilla a Víctor Sánchez, Fuentes, Simão y Rueda.

Cornellà-El Prat. 16.915 espectadores.

Para el Valladolid el fútbol es otro juego, donde la pelota rueda a ras de césped, siempre con velocidad en la conjugación, con la idea de llegar al marco rival tras ataques elaborados. Estilo de equipo grande que, sin embargo, se descompuso en los últimos metros. Sobre todo porque el Espanyol se abriga de maravilla por el centro, amalgama de jugadores -como ya demostró ante el Barcelona en el Camp Nou-, y resta líneas de pase. Y también porque el Valladolid, torpe en la lectura, no atendió a los movimientos de Ebert (lesionado pronto por su enésima rotura muscular), Omar y Bergdich, flechas afiladas con espacio y sin balón, lejos de cobrar protagonismo. El esférico, entonces, lo reclamó Óscar, un peligro relativo porque se excedió en el regate y desatendió a los desmarques de Guerra, desesperado de correr para nada. En una de esas, sin embargo, le salió la filigrana y se plantó ante Casilla, que le adivinó las intenciones y le sisó el esférico. Punto final del Valladolid, que acumuló posesión sin encontrar soluciones.

Menos apuros tuvo el Espanyol para probar a Mariño, impulsado por un Sergio García que está de dulce. Su efervescencia se constató de inicio, con un regate de cintura al más puro estilo Muhammad Ali, que le bastó para conectar un disparo diluido en un contrario. Pero persistió en su gallardía Sergio, que a la siguiente soltó un centro que por milímetros no cazó Stuani y, a la tercera, la vencida, se anticipó en el área para besar la lona porque Rueda, infantil, sacó la patita. Penalti y gol de Sergio García, su séptima diana, su mejor registro en Primera. Aliento para el Espanyol, que ahondó en su táctica de rugby, la de dar bocados al campo, con contras de aúpa y llegadas de los interiores al área, cada uno a su palo. Maneras de ambición, llegadas insistentes que Simão a punto estuvo de completar con un disparo desatinado, que Stuani embelleció con un zurdazo anestesiado por Mariño. Un aviso porque a la siguiente, con un pase filtrado por Víctor Sánchez y catapultado por Sergio García al interior del área, Stuani lo envió a la red, picadita y ajustada al palo.

Satisfecho con el colegiado Lahoz, porque permite el contacto y no hay nada mejor para un equipo de choques, el Espanyol no sufrió por el descontrol del esférico. Le alcanzó con guardar la posición y tirar las contras, con el pecho de Córdoba para pinchar los balones y la habilidad de Sergio para descuartizar defensas. Y ya sin el colombiano en punta, el Espanyol ejerció la presión adelantada, espoleado por un Álex Fernández que reclama a gritos el puesto. Suyo fue el robo que originó el tanto de Víctor Sánchez, desde el interior del área, y suya fue la jugada que significó el cuarto gol, el segundo de Stuani, ahora de cabeza. Fiesta en Cornellà que ni siquiera estropearon Guerra, con su remate de cabeza, ni Víctor Pérez, de falta. Este Espanyol es otro, con presencia en el área rival, con fútbol de verdad.

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