Fiesta previsible
El Madrid se basta de un espléndido Di María para eliminar 2-0 al Olímpic y citarse en octavos de final con Osasuna tras una noche muy animada en las gradas
No tiró ni una sola vez entre los tres palos el Olímpic y la Copa pasó de largo por Chamartín sin novedad. El partido se diluyó en lo previsible pero dejó un rastro alegre en los aficionados, indicio de lo que podría ser esta competición si sus organizadores le añaden un poco de imaginación. No hubo disputa ante la evidencia del desequilibrio entre ambos equipos. El Madrid completó un partido serio y sin alardes. Bastó con media hora supersónica de Di María. El despliegue del zurdo en la primera parte barrió toda esperanza de subversión en los humildes visitantes. El Madrid jugará con Osasuna en octavos.
El Olímpic viajó en autobús desde Xàtiva, se perdió durante dos horas alrededor de la Puerta del Sol mientras buscaba el hotel y se presentó en el Bernabéu a completar un ejercicio folclórico. Apenas compitió porque el formato de la Copa se lo impidió. Que la eliminatoria se decida en el campo del equipo de mayor jerarquía es una imposición invalidante cuando el presupuesto del club valenciano es mil veces menor que el de su rival, y el partido de ida se saldó con empate a cero. Contar a los aficionados que existen posibilidades de un resultado impredecible es parecido a construir una fantasía. Eso que la gente del mundo del espectáculo y la publicidad llaman “ilusión”.
REAL MADRID, 2-XÀTIVA, 0
Real Madrid: Casillas; Carvajal (Marcelo, m. 76), Pepe, Nacho, Arbeloa; Illarramendi (Xabi Alonso, m. 58), Casemiro; Jesé, Isco (Benzema, m. 69), Di María; y Morata.
Olìmpic de Xàtiva: Francis; Kike Alcázar, Mendoza, Pepín, Peris; Rifaterra, Samu; Denis, Marenyá (Alex Vaquero, m. 63), Belda (Revert, m. 84); y Franch (John Edison, m. 70).
Goles: 1-0. M. 16: Illarramendi; 2-0. M 27: Di María, de penalti.
Árbitro: Texeira Vitienes (Comité Cántabro). Mostró cartulina amarilla a Kike Alcázar (min. 28) por parte del Olímpic de Xàtiva y a Casemiro (min. 49), Carvajal (min. 66), Pepe (min. 81) y Jesé (min. 92) por parte del Real Madrid.
70.000 espectadores en el Bernabéu.
Hubo ambiente festivo en el Bernabéu. La gente acudió al estadio con ánimo de pasar un rato agradable y de las gradas se desprendió una agitación optimista y navideña. Animados por el clima de irrealidad, los pocos socios que quedan en el viejo reducto de Ultras Sur rindieron homenaje a su organización extremista, a modo de despedida, pues el presidente Florentino Pérez advierte desde hace días que no pasarán de enero de 2014 y contra el Olímpic pudieron asistir a su última velada. El episodio discurrió hacia el sentimentalismo. ¡Hasta de Mourinho se acordaron!
El Olímpic entró al partido con ganas de hacer ruido. Animado por el entusiasmo, o quizás inspirado en la idea de sorprender, hizo cosas impropias de los equipos que se miden al Madrid. Sin tener defensas rápidos adelantó las líneas y se desplegó como un abanico, dando rienda suelta a Peris y Alcázar, sus laterales, que se arrancaron hacia territorio ajeno. Peris, el zurdo, tenía ganas de guerra. Le tiró un par de caños a Di María y se aventuró hasta la línea de fondo para meter un centro que revolvió a los centrales. Hay equipos en la Liga que no se han atrevido a dar tanta libertad a sus carrileros en este campo.
El Olímpic completó sus ataques con disparos lejanos a cualquier parte y el partido derivó hacia lo previsible. Astuto para aprovechar los espacios que le brindaba su marcador lateral, Di María abandonó el carril interior y alternó desbordes por afuera y por adentro, centros con el interior y el exterior, y paredes con Isco y con Jesé. Como un avión pasaba el argentino junto a sus oponentes. La diferencia física entre los profesionales y los aficionados, o semi-aficionados, era tremenda. El tiempo desgastó a los débiles y obró a favor de los fuertes. Cuando la espuma subía Di María se coordinó con Jesé para destrozar a los zagueros con un pase que los pilló a contrapié, mientras procuraban el fuera de juego. Jesé jugó para Illarramendi, que apareció para meter su primer gol como profesional. Fue el 1-0, anticipo del 2-0, casi inmediato. No había transcurrido media hora cuando Di María, omnipresente, puso un balón medido a la cabeza de Morata. Metió la mano Alcázar para desviar el remate y el árbitro señaló penalti. Lo ejecutó Di María, para variar, que debió reírse del repentino ejército de detractores que le han criticado desde las inmediaciones del club.
El Olímpic acabó metido en su campo tratando de compensar la desigualdad con oficio y entrega. La hinchada extrañó a Morata y a Jesé, que entraron en acción menos de lo esperado. Ancelotti sustituyó a Illarra por Alonso y a Isco por Benzema. Hubo una ovación atronadora para el tolosarra, como si el alma de la multitud le pidiera a gritos la renovación. El partido se secó sin que la gente perdiera su voluntad de participación. Alonso se ha convertido en el reclamo de un público saturado de tanto cambio, de tanta fugacidad en la nómina de ídolos.
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