El Pito de Oro
El árbitro del Sudáfrica-España entendió que la selección había demostrado una notable gentileza al jugar este partido
Errare humanum est
Darle el Balón de Oro a Lionel Messi sería bonito como reconocimiento a su trayectoria. Pero si de lo que se trata es un ejercicio de nostalgia igual se lo podrían dar a Di Stéfano o a Pelé. Si, en cambio, y como es habitual, la idea es condecorar al mejor jugador del año, en este caso 2013, no hay que darle más vueltas. Obviamente el ganador tiene que ser Cristiano Ronaldo; como obviamente lo tuvo que ser Messi en 2009, 2010, 2011 y 2012.
Más divertido como tema de discusión, y más novedoso, sería otorgar un premio al mejor árbitro del año. El Pito de Oro, se podría llamar. Seguro que habría muchos y muy dignos candidatos entre el sector más vilipendiado del fútbol mundial. Señalemos a dos cuyas acciones esta misma semana han demostrado especial valentía y sensatez.
El primero sería William Koto, de Lesotho, un pequeño país en el sur del continente africano. Koto fue el árbitro del partido amistoso disputado el martes en Johanesburgo entre Sudáfrica y España. En general hizo su trabajo con la eficiencia y discreción que uno desearía ver siempre en un colegiado. Pero se cubrió de gloria faltando unos 15 minutos para el final cuando decidió subordinar la letra de la ley al espíritu del encuentro. La selección española ya había hecho las seis sustituciones que impone la FIFA como límite en partidos de esta naturaleza cuando su portero, Víctor Valdés, tuvo que retirarse del campo lesionado. Álvaro Arbeloa, el lateral derecho de España, ya se estaba poniendo los guantes para ocupar la portería cuando Koto dio el visto bueno a que Pepe Reina, el tercer guardameta español, saliera al campo.
Fue una derrota para la mezquindad y, como dijo el seleccionador de España, Vicente del Bosque, una victoria para el fair play. Koto entendió que la selección española había demostrado una notable gentileza hacia Sudáfrica al acceder a jugar este partido, a viajar tan lejos, en plena temporada europea. Tal vez también entendió que a muchos de los jugadores españoles no les hizo ninguna gracia tener que embarcarse en semejante odisea teniendo partidos de Liga cuatro días después. Por otro lado habrá sabido que para algunos españoles, como Andrés Iniesta (muy festejado por la afición sudafricana), hubo un especial significado en volver al campo donde España conquistó su primera Copa del Mundo en 2010.
Entonces, Koto calculó, ¿por qué castigar a los españoles?¿Por qué dejar pasar la oportunidad de actuar con generosidad? ¿Por qué arruinar un partido cuyo valor simbólico estaba muy por encima de las pequeñeces de la ley? Y, finalmente, ¿por qué arriesgar la posibilidad de restarle méritos a lo que resultó ser una merecida victoria para Sudáfrica, país que pocas glorias ha podido celebrar en el deporte favorito de su población?
Koto, sin duda, es un serio aspirante al hipotético pito. Otro sería el inglés Mike Riley. Riley fue el responsable de que el modesto West Bromwich Albion perdiera la oportunidad de registrar lo que hubiera sido un histórico triunfo contra el Chelsea en la Premier League hace un par de semanas. El árbitro pitó un penalti inexistente a favor del Chelsea en el último suspiro del partido y el Chelsea, que jugaba en casa, logró un poco merecido empate. El incidente recordó bastante la también controvertida victoria del Real Madrid contra el Elche hace un par de meses.
Pero, a diferencia del árbitro español en aquel caso, Mike Riley no solo reconoció su error públicamente sino que llamó esta semana al entrenador del West Bromwich Albion para pedirle disculpas. Como ejemplo de humildad y honradez, Riley ha heredado al fútbol un admirable precedente, aunque así no lo haya interpretado el entrenador del Chelsea, José Mourinho.
Furioso, Mourinho se quejó de que nadie le hubiera llamado para pedirle perdón por una falta pitada contra el Chelsea que, según él, no fue y acabó en el segundo gol del West Bromwich Albion. En su habitual plan victimista, el portugués se explayó contra el sistemático prejuicio arbitral que elige percibir contra el Chelsea, como contra todos sus equipos. Lo cual le otorga una clara ventaja a Riley sobre Koto para nuestro Pito de Oro, ya que cualquiera que Mourinho critica algo bueno, por principio general, debe tener. Lo que haría falta ahora sería un premio que reconociera la consistencia moral de Mourinho, su previsible repetitividad. Boca de Loro, quizá.
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