El Baskonia toca a rebato
El conjunto de Scariolo vuelve a ganar al Maccabi imponiendo su juego colectivo
Por la cabeza del Baskonia vuela el Maccabi como un golpe de aire fresco. Se le da bien el equipo israelí cuando los amarillos están bien y cuando están mal. Se suponía que visitar al líder del grupo y además sin Nocioni, el jugador del Laboral Kutxa más distinguido en las estadísticas, era lo más parecido a una misión imposible. Además, Lamont Hamilton, ya recuperado de su lesión, está aún lejos del ritmo necesario para una competencia completa. Adversidades varias que lejos de amilanar al equipo de Scariolo le produjeron una inyección de adrenalina que se notó en la forma de acceder al partido, de disputarlo hasta la extenuación, de sufrirlo cuando había que sufrir, y de ganarlo, en definitiva, usando todas las artes del baloncesto.
La primera, empezar marcando el territorio, aunque el rebautizado Nokia Arena fuera cancha ajena. La salida del Baskonia fue frenética, no solo en el marcador sino sobre el parqué, como si quisiera decirle al equipo de Blatt que el sufrimiento era una condición previa a cualquier victoria. Y que los kilos de Schortsanitis no serían obstáculo para los largos brazos de Pleiss. El griego fue una sombra ancha pero corta, convertido en poco tiempo en la sudadera de James, cuando el sudor le podía. El Maccabi reaccionó a penas con el acierto de Rice, pero ni él ni sus compañeros encontraron jamás en Ingles otra cartuchera para su metralleta. Rice logró, no obstante acercar a su equipo en el marcador. En la última posesión del primer cuarto aparecieron Hodge y Hamilton, a falta de cuatro segundos. Parecía un ardid, pero fue mucho más. El puertorriqueño cogió el balón y anotó un triple sobre la bocina.
MACCABI, 65; LABORAL KUTXA, 70
Parciales: 16-20 | 19-14 | 14-17 | 16-19
Maccabi Tel Aviv: Rice (7), Hickman (11), Smith (4), Ingles (3), Schortsanitis (4)-cinco inicial-, James (16), Blu (12), Landesberg (8).
Laboral Kutxa: Heurtel (7), Jelinek (14), San Emeterio (2), Mainoldi (3), Pleiss (16)-cinco inicial-, Hodge (7), Kaukenas, Kelati, Hamilton (10), Bjelica (11).
Árbitros: Lamonica (ITA), Viator (FRA), Koromilas (GRE). Sin eliminados.
11.060 espectadores en el Nokia Arena de Tel Aviv
Las bases estaban marcadas: nervio, velocidad, ímpetu, pelea... todo lo que hace de un partido una disputa apasionante aunque a cambio las pérdidas de balón se sucedieran en ambos equipos con una frecuencia inhabitual en sus protagonistas. Curiosamente, la lucha no acababa en tiros libres (el Baskonia solo lanzó uno en el primer cuarto y el Maccabi seis. Era una guerra sin golpes, o eran golpes escondidos a los ojos de los árbitros
Hasta que el reloj no señaló la falta de 1,11 m. para el descanso no consiguió el Maccabi ponerse por delante en el marcador. A ello había contribuido el poderío de Pleis, primero, y Hamilton, después en el rebote ofensivo, y a la ausencia de Rice en casi todo el cuarto, aunque Hickman le tomó adecuadamente el relevo. La aceleración iba in crescendo al ritmo que crecían las pérdidas insospechadas, los bailoteos del balón entre los dedos de los jugadores y los resbalones en un parqué que a veces simulaba una pista de patinaje. Con 35-34 se acabó la mitad del partido.
Los terceros cuartos dicen que suelen definir los partidos igualados. Y pareció, que el Baskonia declinaba con un parcial del Maccabi de 8-0. Pero era el día de la rabia y no el día de la calma. Hamilton, disminuido para una lucha larga, tocó la corneta y mandó parar. Jelinek, movió la muñeca y a base de triples, el Baskonia recompuso la figura. Por unos pocos minutos se vio el choque de kilos entre Schortsanitis y Hamilton. El estadounidense, se antojó más preclaro que su oponente griego. Ambos volvieron al banquillo: uno por falta de aliento, otro por falta total de acierto. Así que todo se iba a resolver a quien mejor supiera templar nervios pero sin perder el nervio. La bandera la cogió el alemán Pleiss, el de la cara de niño y los largos brazos que fue haciéndose con el rebote ofensivo e imponiendo su figura bajo los aros.
El Maccabi, sin embargo, encontró la manera, con los tiros de Blu o las penetraciones de Hickman de poner un 62-63 inquietante a menos de dos minutos para el final. La tecnología tuvo entonces un papel importante. Dos manos parecieron impulsar el balón fuera bajo la canasta del Baskonia. El iatliano Lamonica se fue al ordenador para ver la jugada. Por ahí andaba la resolución final del partido. Dio balón para el Laboral Kutxa que ya se fue hasta los 67 puntos. Era un triunfo arrebatado, un ejercicio de fe y la conclusión de un espíritu colectivo. Muchos estuvieron bien (Pleiss, Jelinek, Hodge) pero lo más importante es que ninguno jugó mal.
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