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Del cole a jugar contra La Roja

Igor Engonga, de 18 años y que acaba de debutar en Tercera, se enteró por la mañana de que era convocado por Guinea y que iba a volar a Malabo con sus ídolos de España

Igor Engonga, en un partido con la Gimnástica de Torrelavega a principios de septiembreFoto: atlas | Vídeo: CÉSR ORTIZ

En el avión que este jueves trasladaba a la selección española a Malabo para disputar el sábado un partido amistoso contra Guinea Ecuatorial había un espía. Quizás los campeones del mundo no repararon en un muchacho de 18 años y 10 meses, seguramente escondido entres los asientos finales, de tez morena y aires estudiantiles, que volaba en su misma dirección y con el mismo objetivo aunque con intenciones distintas. Él, santanderino, iba a jugar con la selección ecuatoguineana, avisado por la mañana de la convocatoria urgente de su seleccionador, Andoni Goikoetxea. Igor se apellida Engonga, lo que significa fútbol, Cantabria, Guinea y mediocentro, todo a la vez, y es hijo de Óscar Engonga, aquel futbolista criado en La Masia que prometía más de lo que luego cumplió y que ahora reside en Malabo, donde se quedó tras haber sido seleccionador de aquel país.

Vicente, su tío, el famoso, que fue internacional español, se enteró por este periódico de que su sobrino se iba para Guinea para enfrentarse a España. “De la misma le llamé al móvil y le pregunté si era verdad que había sido convocado para jugar este partido. ‘Mira, acabo de salir del cole y me lo han comunicado por la mañana. Tengo que coger esta noche el vuelo para Malabo’, me dijo con la naturalidad de un muchacho que por fuera es tímido pero que tiene un carácter definido, especialmente en el campo, donde le da igual enfrentarse a uno de 17 que a uno de 50. Vamos, que en el campo tiene mala leche...”, afirma Vicente.

“¡Vaya día llevo!”, comentaba Igor a EL PAÍS mientras viajaba en coche a Madrid, donde le esperaba un billete con destino a Malabo; “solo sé que allí tengo un billete y que no he parado de recibir llamadas, antes, durante y después de salir del cole. Pero en fin, así de maravilloso es el fútbol”, decía sin lamentar el sobresalto que supone la posibilidad de jugar contra el campeón mundial.

“¡Vaya día llevo! Así de maravilloso es el fútbol”, contaba emocionado el chico

Igor es la tercera generación de los Engonga, que, con distintos lugares de nacimiento, hicieron de Torrelavega su domicilio particular. “No sé lo que va a hacer en el viaje... lo mismo se lía a pedir autógrafos, porque para él son sus ídolos, y más aún siendo un acérrimo seguidor del Barça. Jugar aunque solo fuera cinco minutos sería para él un sueño jamás soñado, pero además viajar en su mismo avión, compartir esas horas de vuelo con los campeones del mundo, supongo que le ha hecho volar mucho antes de que despegue el avión”, afirma su tío Vicente.

Igor juega en la Gimnástica de Torrelavega, en Tercera División, con muy pocos partidos aún a sus espaldas desde que debutara el pasado junio en El Malecón sustituyendo a Dani Cobo. Su primo Joshua, hijo de Julio Engonga, otro exfutbolista, también juega en la Gimnástica siguiendo las huellas marcadas por sus antepasados. “Curiosamente”, recuerda Vicente, “todos, menos Julio, hemos salido mediocentros, y eso que mi padre jugaba de delantero en aquellos tiempos [los años cincuenta y sesenta], cuando para jugar de delantero había que ser muy rápido y muy valiente. Los defensas, entonces, se hinchaban...”. Salvo Julio, que también fue delantero, el resto hasta Igor y Joshua han sido mediocampistas. “Se conoce que la mezcla de sangres nos fue haciendo más lentos”, bromea el que fuera futbolista del Valladolid, Celta, Mallorca y Valencia, entre otros.

Vicente Engonga (arriba a la izquierda) y sus hermanos Rafa, Óscar —padre de Igor— y Julio, estos dos agachados, se alinearon juntos en un Gimnástica-Getxo de septiembre de 1985.
Vicente Engonga (arriba a la izquierda) y sus hermanos Rafa, Óscar —padre de Igor— y Julio, estos dos agachados, se alinearon juntos en un Gimnástica-Getxo de septiembre de 1985.

Poniendo la aguja del compás en Torrelavega, y en el membrete del papel de dibujo el apellido Engonga, se puede dar la vuelta a España sin salirse del círculo que dibuja el carboncillo. Vicente, padre, jugó en el Rayo Cantabria, Mataró, Condal y Sant Andreu, además, obviamente de en la Gimnástica. Vicente hijo, el más famoso, en O Val, Sporting Mahonés, Valladolid, Celta, Valencia, Mallorca, Oviedo y Coventry, además, por supuesto, de en la Gimnástica. Su hermano Óscar, el segundo más famoso de la saga, en el Barça (categorías inferiores), Sporting Mahonés, Valladolid, Tudelano, Toledo, Racing, Figueres, Mensajero y Racing de Ferrol, además, naturalmente, de en la Gimnástica. Los mellizos, Rafael (recientemente fallecido, de profesión albañil y futbolista por vocación) y Julio, defendieron los colores del Reocín y Tropezón —cántabros—, el primero (amén de en la Gimnástica); y Levante, Las Palmas, Avilés, Talavera, Laredo, Escobedo y Velarde el segundo, que se inició en la Gimnástica. La noria no se ha detenido y se mueve como los balones a poco que les dé el viento (y en el Malecón, el campo de la Gimnástica, sopla a menudo).

De Tercera al éxtasis no hay más que un vuelo, el que hizo madrugada del jueves el joven Igor, rememorando el que no pudieron hacer sus tíos cuando tras ser convocados los cuatro por la selección de Guinea perdieron el dinero para el viaje en Madrid y no pudieron volar a Malabo. Pero lo que la selección de Guinea no unió lo había unido la Gimnástica en septiembre de 1985, cuando el entrenador Venancio Díez Prieto decidió alinear a los cuatro juntos en un partido en El Malecón frente al Arenas de Getxo en la Copa de Aficionados. “En Getxo nos habían ganado 2-0 y en El Malecón ganamos 1-0, por lo que caímos eliminados. Y creo que el portero del Arenas era el hijo de Iribar. No estoy muy seguro”, recuerda Vicente.

Es tercera generación de los Engonga y sobrino de Vicente, internacional español

Ninguno de los cuatro jugó jamás con Guinea. “Yo tenía muy claro”, afirma Vicente, “que no quería jugar con Guinea Ecuatorial porque si lo hacía no podía jugar en la Segunda B española, donde no se permitían extranjeros. Entonces ni soñaba con jugar en la selección española. Soñaba con jugar al fútbol en España”. Así que se evaporó Guinea, el país del que había salido Vicente padre y al que regresa ahora su nieto, Igor, encontrándose con la dictadura de Obiang. Su hijo Vicente, gracias a aquel incidente en Madrid, pudo luego ser internacional español y jugar incluso una Eurocopa (2000) con la Roja a la que ahora se enfrenta su sobrino. Las circunstancias a veces traen un pan debajo del brazo. Ni Óscar, ni Rafael ni Julio se vistieron la roja de Guinea ni la roja de España.

“Por supuesto que quiero que gane España”, asegura Vicente Engonga, “pero también sé que a Igor esta experiencia no se le va a borrar en la vida. Al llegar a Malabo le espera su padre, Óscar”. La saga promete continuar...

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