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Mucho Djokovic para Ferrer

El español cae 7-5 y 7-5 ante el serbio en la final de París-Bercy, que dominó con break de ventaja en las dos mangas

Juan José Mateo
Ferrer golpea una derecha.
Ferrer golpea una derecha.YOAN VALAT (EFE)

El vértigo debe ser esto. Cuando Novak Djokovic celebra 7-5 y 7-5 el título del Masters 1000 de Paris-Bercy, David Ferrer, el rival derrotado, sabe que ha desaprovechado una ocasión única: el alicantino mandó 5-3 en las dos mangas, llegó a disfrutar de bola de doble break en la segunda, y en ambas ocasiones entregó el saque cuando servía para firmar el parcial con letras doradas. El encuentro fue un compendio de las virtudes y los límites del número tres del mundo. Firme en la aplicación de la táctica (mover al serbio de una esquina a la otra para impedirle mandar en el juego), altísimo su ritmo de pelota (asfixiar al número dos era el objetivo), Ferrer acabó maniatado cuando Nole le empezó a cargar el juego sobre el revés y él no encontró soluciones en el paralelo. Su bravo ejercicio de cada set acabó ennegrecido por sendos finales en los que pareció quedarse sin argumentos, abrumado por la responsabilidad de abrochar un duelo que ya era suyo.

La victoria de Djokovic aclara la lucha que mantiene con Rafael Nadal por acabar el año como número uno del mundo, y que se dirimirá desde el lunes en la Copa de Maestros. Nole, que lleva 17 victorias consecutivas, depende del español: si Nadal gana dos encuentros en Londres, el español cerrará el curso como el mejor del planeta.

La victoria aclara la lucha por el número uno: si Nadal gana dos partidos en la Copa de Maestros, será del español. A Nole solo le vale ser campeón 

Antes, la final de París. Ferrer, que juega con dolores en el hombro derecho y lleva siete finales perdidas seguidas, plantea una pelea a cara de perro. Sabe que ha ganado los dos precedentes bajo techo, y que la cubierta le da el filo que le falta a sus tiros cuando compite al aire libre. El español lo exige todo del serbio. Desde el primer tiro deja constancia de que no valdrán medianías, de que el título será para quien esté dispuesto a entregar sangre, sudor y lágrimas. Perlado el pelo de sudor, cincelado el rostro de cansancio, el número dos mundial pronto anuncia que está dispuesto a doblar la apuesta. Obligado a moverse de un lateral al otro, como un limpiaparabrisas, el serbio le pone corazón pese a que no encuentra solución. Su revés se dispara en errores no forzados. Sus derechazos vuelven siempre. El saque no le da oxígeno. Entonces, Ferrer levanta el pie del acelerador.

Ocurre al final de la primera manga, como luego ocurrirá al final de la segunda: con el español celebrando un 5-3 que le pone en una posición inmejorable, Nole gana 16 de 18 puntos para celebrar el parcial inaugural igual que luego celebrará el título. Se impone entonces no solo la diferencia de clase natural y de peso en los tiros, que los de Nole tengan más pólvora y desborden más fácilmente el muro que intenta levantar el alicantino. Se paga, finalmente, el precio del esfuerzo, de la agonía, el haber entregado hasta la última molécula de energía para defender hasta la extenuación la apuesta por el título: a mediados de la segunda manga, Ferrer, el campeón defensor, ya había corrido 2062 metros, por los 1994 de Djokovic. Según pasan los minutos, crece esa diferencia estadística. El español acaba agotado. Sin claridad, se suceden sus malas decisiones. Termina perdiendo un partido que tuvo muy a tiro.

La victoria retrata a Nole como un campeón de época. Derrocado del trono del tenis desde que Nadal llegó a la final de Pekín, el serbio lo ha ganado todo desde entonces (títulos en Pekín, Shanghái y París). Ahora, le espera Londres, donde el mallorquín se enfrentará con el alicantino ya el mismo martes (15.00, C+ y Tdp). La Copa de Maestros no solo decide el número uno: en el pulso titánico que mantienen los dos mejores tenistas del momento, servirá de trampolín o de losa para el inicio de 2014.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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