Ancelotti, bajo vigilancia
Florentino Pérez cree que los próximos seis partidos del Madrid determinarán la valía o la incompetencia del técnico, que asegura: “Creo que podemos jugar mejor, pero estoy tranquilo”
Naturalmente inclinado a la insatisfacción crítica, Florentino Pérez nunca se ha sentido plenamente identificado con ninguno de los entrenadores que ha tenido. Solo con Mourinho el presidente del Madrid alcanzó algo parecido a la sintonía. Pero el portugués se marchó y su sucesor, Carlo Ancelotti, le inspira una creciente desconfianza. Pérez dice a sus directivos que al italiano le falta cintura, que expresa demasiados reparos para llevar a cabo tareas para las que antes se mostraba intrépido, y que se resiste a asumir toda la responsabilidad por el mal juego del equipo a pesar de disponer de una superplantilla. Alarmado ante el calendario de competición de las próximas tres semanas, Pérez cree que ha llegado la hora de las pruebas irrevocables. Aseguran en el entorno presidencial que si el balance de los próximos seis partidos es negativo nadie puede garantizar en el club que Ancelotti no vaya a ser cesado. El examen comienza el sábado a la hora de la siesta (16.00 horas, Canal+ Liga y GolT), en el Bernabéu, contra un Málaga debilitado.
“Tenemos muy buena relación, hablamos prácticamente todos los días”, dice el entrenador
El juego pobre y los resultados accidentales predispusieron al presidente hacia el pesimismo hace tres semanas, cuando se reunió con Ancelotti a cenar para discutir los problemas del equipo en profundidad. Fue antes del partido con el Copenhague. El entrenador expuso su visión con esa pachorra provinciana que tanto extraña a Pérez, hombre de Chamberí, atrevido, alerta, rápido. Impaciente ante todo. El presidente le preguntó que cuánto tiempo más necesitaría para lograr que el Madrid practicase ese fútbol elaborado, de toque, “espectacular”, del que habían hablado cuando él vivía en París y negociaron su contratación. La respuesta de Ancelotti fue recibida con un espanto poco disimulado por Pérez. El técnico dijo que para jugar así con la actual plantilla, y considerando que arrastraba amaneramientos muy arraigados después de tres años de pelotazos con Mourinho, necesitaría meses. Incluso temporadas.
Dicen en el club que a Florentino solo le faltó sacar una pizarra para explicarle a su interlocutor cómo se debe hacer para que todas las piezas encajen y el Madrid vuelva a tocarla. No faltaron los mensajes tácticos subliminales. Ancelotti lo miraba con su característica media sonrisa, elevando la ceja izquierda por encima del umbral de la frente, como si asistiera a un episodio que se conocía de memoria. Como si se tratase de la misma coreografía de persuasión que le habían desplegado todos sus antiguos jefes, los magnates rusos del petróleo, los políticos italianos, o los jeques cataríes. Él respondió sin alterar demasiado su discurso relativista y el presidente zanjó el tema diciendo que no había vuelta atrás. Que debía cumplir con su compromiso y que se guardara de decir en las conferencias de prensa cosas como que esta plantilla está diseñada para contragolpear porque esas declaraciones confunden a la afición y trasladan la culpa a los responsables de fichar, es decir, al propio Pérez. También le reclamó que no se quejara de la marcha de Özil.
Florentino Pérez y la gran mayoría de sus directivos se congratulan de haber formado la mejor plantilla de Europa. Creen que, con este material, el entrenador goza de los mejores recursos para ejecutar cualquier estrategia que se proponga. Sin excusas ni dilaciones como las que parece presentar Ancelotti, cuya exposición de la cena decepcionó profundamente al presidente. Contrariado como estaba, Pérez planteó a sus colaboradores que en los próximos seis partidos (Málaga, Juventus en casa, Barça, Sevilla, Rayo y Juventus en Turín) examinarían detenidamente al entrenador. Tan detenidamente que, en caso de sufrir tropiezos contra la Juve y el Barça, no debían descartar la destitución. Para reforzar esta posibilidad, y para armarse de eventuales razones, llegado el caso, consideró las encuestas que ha hecho el club entre los socios: la popularidad de Ancelotti ha caído en picado.
Preguntado ayer si temía que el crédito se le agotara ante su jefe, Ancelotti se mostró tranquilo, como siempre. “Tengo una muy buena relación con el presidente”, dijo. “Hablamos prácticamente todos los días. El presidente conoce muy bien que yo no estoy contento en este momento porque creo que podemos jugar mejor, pero estoy muy tranquilo porque todos los días me manifiesta su apoyo y su confianza. Y, sobre todo, me transmite su serenidad”.
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