Del Potro deja a Nadal sin domingo
El argentino abruma 6-2 y 6-4 al español, que por segunda vez en 2013 no llega a la final de un torneo ● El número cinco neutraliza seis bolas de break.
El comienzo avisa de la derrota por 6-2 y 6-4 en semifinales del Masters 1000 de Shanghái: Juan Martín del Potro rompe los dos primeros saques de Rafael Nadal, que no había cedido el servicio en toda la semana. Este es un Nadal suelto de golpes, técnicamente limpísimo menos en el saque (cuatro dobles faltas), con filo en los tiros pero sin las piernas necesarias para afrontar el desafío del gigante argentino. Delpo, que en 2009 le infligió al español su peor derrota en los grandes (triple 6-2 en el Abierto de EEUU) es el tenista que mejor domina la bola alta del español: le llega a la cintura, no al hombro. Apoyado en su estatura (1,98m) y en su envergadura, el número cinco mundial certifica con la victoria su clasificación para la Copa de Maestros y corta una racha increíble. En todo 2013, Nadal solo había dejado de jugar la final en un torneo. En 13 de los 14 torneos anteriores, su raqueta compitió en domingo (faltó a la cita en Wimbledon). En China quedó roto el rito.
El argentino escribe una canción de rock&roll. Su derecha marca el ritmo, su revés es la punzante púa del guitarrista que ataca el solo, con el saque machaca a Nadal igual que el pie del baterista es inmisericorde con el bombo (estratosférico 80% de primeros saques puestos en juego). El número uno, que tiene chispazos brillantes, se ve 0-4 en 24 minutos, defiende una bola de 1-6 en 41 y cede la primera manga 2-6 en 45, cuando el número cinco cierra en blanco su juego. La línea de fondo resume quién gobierna el encuentro. Del Potro golpea por delante el 36% de los intercambios, mandando. Nadal se queda en 14%, dominado. Ni él, un mago del escapismo, que ya le remontó a un Delpo con set y break de ventaja en la final de Indian Wells de este año, es capaz de hincarle el diente a su contrario, que defiende seis bolas de break en contra, incluido un 15-40 al inicio de la segunda manga que podría haber actuado como bisagra de la dinámica del duelo.
El argentino escribe una canción de rock&roll. Su derecha marca el ritmo, su revés es la punzante púa del guitarrista que ataca el solo, con el saque machaca a Nadal igual que el pie del baterista es inmisericorde con el bombo
En un día iluminado, Delpo castiga también el segundo saque del español y compite con un granítico convencimiento. Sus tiros son largos y aculan a Nadal contra la valla. Cada bola intermedia del español es inmediatamente castigada. Se juega al todo o nada. Las medianías son el camino más rápido hacia la nada. Del Potro, que solo sabe jugar a la desesperada, que no tiene plan b, que vive reventando la pelota o fallándola, impone ese ritmo desatado, y Nadal no consigue frenarlo. El español no tiene la oportunidad de emplear el revés cortado para frenar el duelo, doblarle el espinazo al gigante y hacerle dudar. Los puntos se acaban demasiado rápido. Delpo grita. Nadal se pega con el puño en la cabeza. “¡Piensa!”, se dice.
Del Potro no necesita pensar, solo actuar con la implacable decisión que distingue a su partido desde el inicio. Su contundente ejercicio brilla especialmente cuando tiene que defender esas seis pelotas de break en contra, en las que siempre cuenta con primer saque frente a un Nadal que cosecha su quinta derrota de un curso tan brillante como extenuante. El argentino jugará la final contra Novak Djokovic, que doblegó a Jo-Wilfried Tsonga por 6-2 y 7-5. El español, justo de piernas y probablemente midiendo este tramo final de temporada como un trampolín hacia la Copa de Maestros (desde el 4 de noviembre), viajará ahora a Basilea y luego al Masters 1000 de París. En Shanghái, el domingo es para otros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.