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Un portugués mejor que dos españoles

Costa derrota a Purito y Valverde en una prueba disputada bajo la lluvia y el signo del miedo

Carlos Arribas
Rui Costa celebra la victoria por delante de Purito Rodríguez
Rui Costa celebra la victoria por delante de Purito RodríguezLuca Bruno (AP)

Como el ciclismo no es como los otros deportes, en los que una medalla, del color que sea, es un triunfo, en el podio de Florencia había dos españoles con una medalla al cuello, pero ninguno de los dos vestía de arcoíris, y ninguno de los dos tenía cara de felicidad, más bien de funeral: dos derrotados que prefieren no mirarse a la cara para no decirse lo que piensan en esos momentos el uno del otro, dos ciclistas conscientes de que han perdido la mejor oportunidad de su vida para ser, por fin, campeones del mundo. A los dos, a Alejando Valverde y a Purito Rodríguez, les derrotó en un final que parecía la final de un campeonato ibérico-italiano un asesino de sangre fría, “un matador”, en palabras de Purito, uno que raramente falla cuando ataca, llamado Rui Costa, de Portugal, del norte y de la lluvia, región de Oporto, de 27 años. Es el primer arcoíris para un ciclista portugués en la historia de los Mundiales.

No era el primer podio mundial para ninguno de los dos, ni para Purito Rodríguez —bronce en 2009— ni, sobre todo, para Alejandro Valverde, que subía ayer, en Florencia, por quinta vez a un podio mundialista, todo un récord, pero ninguna vez a lo más alto, más récord todavía, a lo Poulidor en el Tour: tres platas, 2003, 2005 y 2012, y dos bronces, 2006 y ayer.

Es un matador”, dice el catalán del ganador, que no falla cuando ataca

Para algunos, una cacharrería imponente, pero para los amantes de la excelencia la constatación de una deficiencia: un ganador nato como Valverde, conocido como el Imbatido en sus tiempos, nunca ha sabido manejar las sutilezas tácticas de un Mundial, como un boxeador que si no gana por KO, por superioridad manifiesta, es incapaz de saber marcar los puntos, para pasmo de los aficionados.

Rui Costa celebra la victoria junto a Joaquim Rodríguez y Alejandro Valverde
Rui Costa celebra la victoria junto a Joaquim Rodríguez y Alejandro Valverdejesus rubio (AS)

El Mundial fue una carrera lineal, de espera y eliminación, en una Florencia de lluvia y bruma que difuminaba los contornos bellamente renacentistas de las arquitecturas de Giotto y la cúpula de Bruneleschi, allí, en el horizonte desde la cima del puerto de Fiesole, donde se decidió la primera parte del final, que convertía a los olivos y cipreses de las laderas en estampas de melancolía otoñal, y una luz negra como las nubes.

El murciano nunca ha sabido manejar las sutilezas tácticas de un Mundial

Acabaron 61 corredores, abandonaron 147. No hubo, hasta la última vuelta, hasta los 10 últimos kilómetros de una prueba de 270, más variable táctica que la de la supervivencia en un pelotón que poco a poco se fue diluyendo: la dureza, la selección, fue obra de caídas, averías, diluvio y miedo.

Después, llegado el momento, cuando una aceleración de escalador puro de Scarponi en la décima y última ascensión a Fiesole, a 10 kilómetros de la meta, eliminó a los peligrosos clasicómanos, a Cancellara, a Sagan y a Gilbert, el campeón saliente, sobre todo, que no pudieron seguir un ritmo al que alegremente se sumaron más finos escaladores, Nibali, que se había recuperado milagrosamente de una caída; Valverde y Purito, que solo esperaban ese momento; el subcampeón olímpico Urán, la esperanza colombiana, amante de Italia, de las clásicas y de la lluvia, y también Rui Costa, el hombre que sabe siempre dónde hay que estar y no se deja llevar por los estados de ánimo. Entre ellos, entre los cinco, se jugaron el Mundial. Cinco viejos conocidos: Nibali ha ganado una Vuelta y hace dos semanas ha estado peleando por otra con Purito y Valverde. Costa es del equipo de Valverde, y Purito y Urán también lo fueron en su tiempo. Fue también así, como una carrera de un club.

El oro era nuestro y lo hemos perdido”, se lamenta Mínguez, el seleccionador

Un campeonato interno del que Urán fue el primer eliminado, víctima de una pavorosa caída en un rápido descenso, y en el que Purito y Nibali se arriesgaron para ir a buscar el título. Valverde se quedó esperando y Costa supo aprovecharse del miedo y de las ambiciones de los otros tres: a un ataque de Purito bajando, le respondió tarde Nibali, el de gran fama de bajador, que solo le alcanzó ascendiendo el muro final de la calle Salviati. Y cuando volvieron a juntarse los cuatro, ya en el último descenso, Valverde le dijo a Purito: ataca tú, que yo provoco el corte. Y Purito, aprovechando que Nibali, inesperadamente, temía la lluvia y las curvas y que el impávido Costa seguía esperando su momento, volvió a atacar.

Valverde tenía que haber salido hasta por el motorista”, subraya el técnico

En dos pedaladas, y a cuatro kilómetros de la meta, logró 30 metros de ventaja mientras Nibali, detrás, hacía todo el gasto de la persecución y Valverde silbaba a su rueda. Fue poco después, en la curva clave a 1,5 kilómetros, donde Costa, el último del trío, sin vigilancia, lanzó el ataque seco y decidido que sorprendió a Valverde. No pudo seguirlo el murciano para asombro y desesperación de Purito, quien, ya a las puertas de la gloria, a apenas 200 metros de la línea, oyó una bici detrás, se volvió y no podía dar crédito a sus ojos al ver que llegaba solo el matador portugués de mirada fría y afilada, y que de Valverde ni sombra. La superioridad numérica aumentó la sensación de pérdida y de ridículo.

Como resumió el seleccionador, Javier Mínguez, enfadado pese a debutar con dos medallas: “El oro era nuestro y lo hemos perdido. Valverde tenía que haber salido hasta a por el motorista”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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