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El ciclismo cierra sus años oscuros

Arrastrado por el ‘caso Armstrong’, Pat McQuaid pierde la presidencia de la UCI ante el inglés Brian Cookson, cuyo programa se centra en la lucha contra el dopaje

Carlos Arribas

 McQuaid, a la izquierda, saluda a Cookson.
McQuaid, a la izquierda, saluda a Cookson.FABRICE COFFRINI (AFP)

No hay crónica posible de la elección de Brian Cookson como nuevo presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI) que no deba comenzar recordando que la asamblea electoral se reunió en una vieja sala renacentista del Palazzo Vecchio de Florencia, al lado del pequeño cuarto en el que Maquiavelo instaló su despacho de secretario cuando manejó los asuntos de la República florentina en el siglo XVI. Y no tanto porque el autor del Príncipe,el inventor de los bien llamados métodos maquiavélicos, inspirara los procederes y maniobras del presidente saliente, el irlandés Pat McQuaid, la suavidad de maneras del vencedor final y la crudeza de uno de sus mentores, el magnate ruso Igor Makarov. Al contrario: habría sido el pensador renacentista el que podría haber aprendido de alumnos tan aventajados.

Tras ardua lucha reglamentista, intervenciones de leguleyos, vítores, choteos y llamadas a la calma que hicieron temblar las molduras doradas de los techos palaciegos, ganó Cookson (24 a 18), que es arquitecto paisajista e inglés, como ingleses han sido los ganadores de los últimos dos Tours, y el ciclismo finalmente pudo dar un suspiro de alivio y declarar oficialmente cerrada una de sus épocas más oscuras, la dirigida durante décadas por Hein Verbruggen, primeramente en persona y después, los últimos ocho años, a través de su protegido McQuaid, elegido en Madrid en 2005. Ha sido la época del despliegue mundializador del ciclismo, de la globalidad, y también de los grandes escándalos de dopaje y de las grandes sospechas de corrupción.

Ambos conceptos, el de dopaje y el de corrupción, se unieron irresistible y magnéticamente en el caso Armstrong, el último obstáculo insuperable para McQuaid. Las sospechas de que la UCI de Verbruggen y McQuaid hiciera durante años la vista gorda, a cambio de recompensas económicas, a los análisis del tejano, funcionó a partir de enero como un banderín de enganche que agrupó a toda la oposición. El lobby antiMcQuaid, liderado en principio por el exciclista Greg LeMond, encontró en Cookson al candidato ideal.

Bajo el lema Restauremos la confianza, Cookson, nacido en 1952 y habitual de los aparatos federativos del ciclismo (comisario de la UCI de 1986 a 1996, presidente de la federación británica desde 1996, miembro del comité directivo de la UCI desde hace años), presentó un programa de cambio centrado fundamentalmente en la gestión del dopaje: mejora de las relaciones con la Agencia Mundial Antidopaje (permanentemente escéptica con el ciclismo pese a que la UCI de McQuaid dio un impulso tremendo a los controles), agencia independiente a la que Cookson está dispuesto a ceder todas las potestades de su federación en el asunto del antidopaje.

Maquiavélicamente pensando, finalmente, no puede extrañar en absoluto que Armstrong festejara la caída de McQuaid, aquél que, forzado, dictó un anatema contra su época y sus victorias, con un tuit de una sola palabra: ¡Aleluya!

¡Aleluya! También gritaron muchos aficionados al ciclismo al ver cómo un jovencísimo esloveno, Matej Mohoric, de 18 años, ganaba el Mundial sub-23. En la acción de Mohoric, campeón del mundo júnior hace un año, en las dos últimas vueltas, en el repecho largo de cuatro kilómetros y en el muro de 600 metros y, sobre todo, en los descensos, se pudieron ver aires de Indurain y Cancellara mezclados, lo que puede ser un indicio de lo que ocurra mañana en la prueba de los profesionales.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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