El Sevilla respira a costa del Rayo
Rakitic comanda la goleada del equipo andaluz ante un rival algo desquiciado que terminó con nueve jugadores
Le costó mucho al Sevilla doblegar al Rayo a pesar de la contundencia del resultado final. Necesitó de la calidad de Rakitic a balón parado, la inocencia de Gálvez y Viera en sus expulsiones y una pizca de fortuna. No carbura por el momento el proyecto de Unai Emery, lleno de piezas nuevas, demasiado frágil en defensa. Mientras se hace equipo, respira con un triunfo que coloca como colista al Rayo. El Sevilla jamás controla los partidos, sometido al toque del conjunto madrileño incluso estando en superioridad numérica. Como al Rayo le va la marcha, el partido se convirtió en un intercambio de golpes y de carreras, de mucho vértigo y poco toque. Le queda mucho camino por delante al Sevilla, que no sabe muy bien qué quiere ser y que confunde con demasiada frecuencia el atrevimiento con el descontrol. El Rayo deberá templar sus ánimos, porque acabó con nueve jugadores y afeó un segundo tiempo más que aceptable. Cuando acariciaba el empate acabó goleado, síntoma de cierto desquiciamiento.
SEVILLA, 4 - RAYO, 1
Sevilla: Beto; Coke, Cala, Pareja, Alberto Moreno; M'bia, Rakitic; Jairo (Rabelo, m. 76), Marin (Bacca, m. 70), Cheryshev (Trochowski, m. 15); y Gameiro. No utilizados: Varas; Diogo, Iborra y Cristóforo.
Rayo: Rubén; Arbilla, Gálvez, Saúl, Mojica; Trashorras, Baena (Larrivey, m. 73); Lass, Adrián, Viera; y Bueno (Seba, m. 73). No utilizados: Cobeño; Nacho, Perea, Castro y Cueva.
Goles: 1-0. M. 16. Rakitic, de penalti. 2-0. M. 53. Rakitic. 2-1. M. 55. Adrián. 3-1. M. 80. Bacca. 4-1. M. 88. Bacca.
Árbitro: Mateu Lahoz. Expulsó a Gálvez (m. 65) por doble amarilla y a Viera (m. 81) con roja directa. Amonestó a Arbilla, Cala, Marin, Saúl, Mojica, Trochowski y Lass.
Ramón Sánchez Pizjuán. Unos 25.000 espectadores.
Ni el Sevilla ni el Rayo andan finos. No es fruto de la casualidad su posición clasificatoria ni sus dudas. Incluso así, no renuncian, ninguno de ellos, a un fútbol atrevido, de presión muy adelantada y posesión de balón. Una apuesta que necesita precisión y talento, cualidades que no afloran cuando los nervios atenazan a los futbolistas. Entonces, la apuesta por sacar siempre la pelota jugada desde atrás deriva en pérdidas constantes y las ganas por llegar lo más rápidamente al área rival se vuelven precipitación.
Como conclusión, Sevilla y Rayo jugaron un partido de patio de colegio, confundidas las buenas intenciones en un atasco fenomenal del juego. Los jugadores de uno y otro equipo querían ir tan rápido que descarrilaron con frecuencia. Así lo hizo Arbilla, quien placó a Coke en el áea para que Mateu Lahoz pitara un claro penalti. Rakitic, el tuerto en el país de los ciegos, anotó con clase. Cinco minutos después, Alberto agarró a Adrián, pero Mateu se hizo el sueco. Fueron las dos acciones más destacables de un primer tiempo para olvidar. El Rayo, insípido con el balón, nunca tradujo esa posesión en peligro, mientras que el Sevilla, muy despegado y frágil, apenas vivía de algún desplazamiento en largo de Rakitic en busca de Jairo o Gameiro.
El choque pareció definido con el espléndido gol de falta de Rakitic. Nunca ocurre con este Sevilla en formación. Adrián acortó distancias y luego el Rayo decidió inmolarse con dos expulsiones estúpidas. Le facilitó tanto el camino a su rival que éste no tuvo más remedio que dar las gracias. Con mucho espacio por delante, Gameiro y Alberto asistieron a Bacca, que con dos goles redondeó la victoria del Sevilla. En el Rayo, hundido, toca una profunda reflexión.
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