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Rivales desde la cuna

Nadal, que aún no ha perdido el saque en todo el torneo, se cita en semifinales con Gasquet, a quien se enfrentaba ya de niño

Juan José Mateo
Nadal y Gasquet, en Montecarlo, en 2011.
Nadal y Gasquet, en Montecarlo, en 2011.Eric Gaillard (REUTERS)

La noche de Nueva York propicia un viaje en el tiempo. Cuando se apagan los focos de la central del Abierto de EE UU, Rafael Nadal ha caminado con paso seguro por la pasarela de la central más grande del mundo, propinándole un 6-0, 6-2 y 6-2 a Tommy Robredo en cuartos. La tunda deja al número dos en semifinales sin haber perdido el saque en todo el torneo. En la lucha por la final espera el sábado (no antes de las 20:50) Richard Gasquet, el número nueve, un tenista en plena metamorfosis, como demuestra que se deshiciera 6-3, 6-1, 4-6, 2-6 y 6-3 de David Ferrer, su bestia negra. Para Nadal, este no es un partido cualquiera. Richou es su contrario desde que eran unos niños. Son rivales desde la cuna. Ya se enfrentaban cuando apenas levantaban un palmo del suelo y Nadal aún no era un melenudo.

“Cuando jugamos en 1999, en Tarbes, no le conocía”, recordó Gasquet, bronce olímpico el pasado verano, sobre su duelo con 13 años. “Rafael ya luchaba mucho, ya corría mucho. Recuerdo que gané y le dije a mi padre: ‘Es un gran luchador”, sonríe. “No me equivoqué. Es la verdad”.

Nadal y Gasquet cuando eran unos niños.
Nadal y Gasquet cuando eran unos niños.

“Es el primer recuerdo que tengo de él”, dijo Toni Nadal, tío y entrenador del número dos. “No viajé a Tarbes, pero sí que vi luego algunas imágenes. Era el mejor del mundo en aquel momento”, siguió. “Su problema han sido las expectativas creadas en Francia. Le hicieron un flaco favor. Era el jugador esperado para ganar Roland Garros. Le presionaron más de la cuenta. Tiene un gran talento, mucha categoría, un buen toque de pelota, un revés que aparte de bonito es muy bueno. Quizás le haya faltado constancia”, añadió. “Rafael le tenía respeto… bueno, respeto se lo tiene a todo el mundo. Otra cosa es que tú vayas con más o menos miedo. Todavía recuerdo en el primer Roland Garros [2005, Nadal acabó ganando el trofeo], cuando salió el cuadro. Estábamos entrenando con Feli [López]. Nos tocó Gasquet en tercera ronda. ¡Qué mala suerte! Rafael le había ganado en Montecarlo muy difícil, y Richard venía de ganarle a Federer ahí y de hacer final en Hamburgo. ¡Vaya partido más duro para tercera ronda!. Toda la vida es así (…) Hay partidos que son más de rivalidad que otros. Este era uno de ellos”.

La rivalidad infantil ha perdido filo en la madurez. A los 27 años, Nadal domina 10-0 los cruces y aprieta con su derecha alta contra el revés a una mano de Gasquet, un tipo de pecho fuerte y corazón frío, con músculos capaces de aguantar sus embestidas hasta que llegan los momentos calientes. Ese, al menos, era el Gasquet que se había visto hasta ahora. En Nueva York, con el consejo de Sebastian Grosjean, que fuera un tenista corajudo, y Riccardo Piatti, experto en reflotar tenistas, ha ganado dos partidos seguidos a cinco sets, para él lo nunca visto

“Es uno de los jugadores a los que me siento más cercano”, resumió Nadal sobre un rival al que apoyó cuando dio positivo por cocaína (el francés argumentó que la droga llegó a su organismo a través de un beso y así lo certificó el TAS, que le absolvió). “Es un jugador muy completo. Este año ha ido a más. Juega más agresivo. Mejoró su posición en pista. En el pasado, reculaba demasiado, este año juega más dentro de la pista. Eso hace que sus golpes sean más dañinos y su tenis más efectivo”.

El sábado, sobre el cemento de Nueva York, aquellos niños juegan un partido para hombres.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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