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Grosjean se relaja entre fogones

El francés recurre al judo y la cocina para el autocontrol tras el incidente en Spa de 2012

O. P.
Spa Francorchamps -
Grosjean, en los entrenamientos en Spa.
Grosjean, en los entrenamientos en Spa.NICOLAS BOUVY (EFE)

Conseguir que un piloto que no es rápido llegue a serlo es tan difícil como pretender ganarse la vida como pintor sin saber dibujar. A su vez, también los hay que poseen el talento necesario para rodar entre los mejores, pero que, por alguna circunstancia, no pueden demostrarlo. Romain Grosjean (Ginebra, 27 años), octavo en la clasificación general, es de estos últimos y su caballo de batalla es la falta de serenidad y autocontrol en momentos puntuales. Esta carencia puede pasar algo más inadvertida en según qué escenarios, pero no entre un enjambre de monoplazas de F-1 lanzados a más de 300 por hora. Menos aún, cuando uno monta un desguace a final de recta como le ocurrió a Grosjean el año pasado en este mismo circuito en el momento de la arrancada.

El franco suizo de Lotus se fue abriendo hacia la derecha y obligó a Hamilton, que aceleraba por allí, a pisar la hierba. El bólido del británico le embistió a él, que salió proyectado por encima del de Checo Pérez, convertido en una especie de rampa de lanzamiento, y sobrevoló el de Fernando Alonso tras dar un trompo en el aire. Un strike en toda regla. Aquel accidente fue el último de una larga lista que acumulaba en su historial y le costó la suspensión para la siguiente. Aquello fue un hasta aquí hemos llegado para Grosjean, que se puso manos a la obra para quitarse de encima la etiqueta del chiflado de la primera vuelta que le puso Webber.

Cuando está estresado se escapa al restaurante de un amigo y se pone el delantal

Para ello se centró en dos disciplinas tan alejadas entre sí como el judo y la cocina, además de recurrir a un psicólogo especializado en alto rendimiento. En el tatami, el compañero de Kimi Raikkonen sigue los consejos de Benoit Campargue, exentrenador de Teddy Riner, uno de los mejores judocas de todos los tiempos, y su progresión le ha llevado de momento hasta el cinturón verde. “No necesitamos ser tan atléticos como un corredor de 100 metros, un jugador de rugby o un saltador de pértiga, pero debemos estar bien de la cabeza. Lo psicológico en nuestro caso es más determinante que lo físico”, conviene Grosjean.

Si con el judo libera tensiones, ponerse detrás de los fogones le ayuda a relajarse, algo que un piloto también debe aprender a hacer. Cuando a finales de 2009, después de relevar a Nelsinho Piquet en Renault como compañero de Alonso, se vio fuera de la F-1, el francés pensó muy seriamente estudiar para chef. De hecho, cuando está estresado, no es nada raro que se escape a La Père Claude, un restaurante que un amigo suyo posee en París, se meta en la cocina y se ponga el delantal. Siempre que está en su casa cocina para Marion, una periodista de la televisión francesa TF1, a quien conoció cuando ella cubría el Mundial, con quien se casó en junio del año pasado y que en julio tuvo a Sacha, el primer hijo de ambos.

Grosjean atiende a la pantalla de datos en Spa.
Grosjean atiende a la pantalla de datos en Spa.Tom Gandolfini (AFP)

“Mi mentalidad es otra, he cambiado”, asegura Grosjean cuando se le pregunta por las sanciones que aún ha ido recibiendo. En Mónaco le cayeron diez puestos de penalización con vistas a la cronometrada de Canadá por un encontronazo con Ricciardo, y en la última cita, en Hungría, un pase y siga a raíz de un adelantamiento a Massa. “Trabajé mucho [a raíz de lo ocurrido en Spa], he mejorado y mi rendimiento demuestra que he hecho los deberes. Seguiré esforzándome para que las arrancadas limpias se conviertan en la norma”, remacha. “Romain ha necesitado algo de tiempo antes de poder demostrar todo el talento que lleva dentro. Es una satisfacción ver que ha aprendido de aquello y que ahora es capaz de ofrecer los resultados que nunca dudamos que podía dar”, le piropea Eric Boullier, el director de Lotus, bien sea porque así lo cree, porque espera que le invite a cenar o, cuando menos, para que no se le pase por la cabeza hacerle un ippon.

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