Vela sigue alumbrando a la Real Sociedad
Arrasate debuta en el banquillo con una victoria frente al Getafe que recuerda la mejor versión del equipo de Montanier
Los estrenos en la Liga suelen ser o impetuosos o lánguidos. Se dividen entre los que empiezan pensando en el final y los que comienzan recogiendo desde el principio por si más tarde llueve y se pierde la cosecha. La Real y el Getafe prefieren roturar el campeonato poco a poco sabiendo que el campo es largo y sabiendo la Real Sociedad que en Lyon tiene el martes una cita de esmoquin y zapatos de charol en el corazón culinario de Francia, sobre todo en asuntos de vísceras y chacinas.
Así se entendía que tipos como Griezmann o Xabi Prieto se quedasen en el banquillo y que Jagoba Arrasate, de estreno en el banquillo, concediera el eje central al prometedor Rubén Pardo, al intermitente Elustondo, al polivalente Zurutuza y al debutante Seferovic, con mejores maneras que resultados. Los cuatro se quedaron a mitad de camino, prometiendo más intensidad que argumentos. Pero para eso estaban en el campo dos tipos sabios y duros como Carlos Vela y Chory Castro, hechos el uno para el otro para jugar a ciegas si es preciso y encender la luz cuando oscurece.
Porque oscurecía en Anoeta por baja intensidad de la señal futbolística y por la calma del Getafe, más preocupado por dominar el césped que el balón. Algunas cosas de Sarabia, moviéndose por toda la zona de ataque pero sin encontrar jamás a Colunga, presuntamente su delantero de referencia y en realidad, de ausencia.
REAL SOCIEDAD, 2 - GETAFE, 0
Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Ansotegi, Íñigo Martínez, De la Bella; Rubén Pardo (Ros, m. 70), Elustondo (Gaztañaga, m.81); Vela, Zurutuza (Xabi Prieto, m. 67), Chory Castro; y Seferovic. No utilizados: Zubikarai, Griezmann, Cadamuro y Sangalli.
Getafe: Moyà; Valera, Alexis, Rafa, Escudero; Lacen, Michel (Mosquera, m. 73); Pedro León (Miku, m. 64), Sarabia (Lafita, m. 60), Diego Castro; y Colunga. No utilizados: Codina, Roberto Lago, Arroyo y Borja.
Goles: 1-0. M. 42. Vela supera a Moyà tras recibir un gran pase de Chory Castro. 2-0. M. 70. Seferovic, a pase de Vela.
Árbitro: Martínez Munuera. Amonestó a Escudero.
Unos 22.000 espectadores en Anoeta
Y así se iba divulgando el partido, a viva voz, sin micrófonos, con equipos muy reconocibles, pero un tanto desengrasados, con un disparo de Chory Castro al larguero y una oportunidad errada de Rubén Pardo, hasta que un uruguayo, Chory Castro, y un mexicano, Carlos Vela, se pusieron un telegrama urgente que el mexicano punteó y le puso firma y rúbrica con la puntera de la bota. El mensaje, magnífico, de Chory Castro lo puso Vela en la red como quien deja el periódico en la puerta.
El Getafe no se lo esperaba, acostumbrado a ver a Vela languideciendo en la banda derecha, asomándose de cuando en vez a los balconcillos del área, poco a poco, de incógnito, a hurtadillas. En eso la Real se parecía como una gota de agua a otra gota de agua a la del año pasado. Sigue siendo un coche: primera segunda, tercera, cuarta, quinta, sin gripar el motor, silenciosa hasta el estruendo. Y el Getafe se adormecía con esa sensación de alivio que te da el hecho de que el anfitrión no te saque a gorrazos de su casa. Pero el anfitrión era Íñigo Martínez y el joven central ha crecido tanto que jamás se deja la puerta abierta.
Lo que no le faltaba al Getafe era corazón, pero necesitó otro rejonazo para que le doliera el alma. Y el rejón se lo dio Seferovic de la forma más sencilla y más habitual. Un pase a pie cambiado de Carlos Vela, midiendo las décimas de segundo para habilitar a su compañero sin que cayese en fuera de juego pero pudiese superar la defensa en línea del equipo madrileño. Y el suizo, de origen bosnio, hambriento de gloria, volvió a elevar el balón sobre la salida de Moyà, harto de que todos los disparos se elevaran por encima de la yema de sus dedos.
Al Getafe se le salió el corazón del pecho y Luis García modificó el dibujo buscando la profundidad que no tenía. Pero la Real de Arrasate se parece mucho a la de Montanier y sabe que entre Íñigo Martínez, el central de referencia, y Carlos Vela, el delantero de referencia, hay un ejército inagotable, con mayor o menor apariencia, pero implacable a la hora de defender el botín.
Lo que empezó en Vela, acabó en Vela, como un candelabro exquisito capaz de iluminar cualquier salón por grande que sea. Con Montanier o con Arrasate, la Real se parece a sí misma y el que a lo suyo se parece, honra merece.
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