La Volvo es un leviatán financiero
La última edición cifró en más de 100 millones de euros su impacto económico en España
Ver un barco arribando a puerto siempre ha sido una imagen alegre desde que el hombre se atrevió a navegar. Ver uno de la Volvo Ocean Race, a juzgar por los datos que maneja la organización de la regata que voltea el mundo cada dos años, es para que repiquen las campanas de la ciudad. Los números son monstruosos: la última edición de esta competición, celebrada en 2011 en Alicante, dejó casi 90 millones de euros en la Comunidad Valenciana y más de 21 millones en el resto de España.
Los datos son del estudio de impacto económico realizado por PricewaterhouseCooper (PwC). El documento maneja también datos de empleo: en términos de trabajos a tiempo completo, durante las semanas de preparación y celebración de la salida de la regata en 2011, se crearon 1.591 en toda la Comunidad Valenciana y 213 adicionales en el resto de España, según la organización. La mayor parte de estos empleos fueron en hostelería, restauración, construcción y transporte.
En 2011, se crearon 1.591 en toda la Comunidad Valenciana y 213 adicionales en el resto de España
La Volvo Ocean Race, como recuerda su director general, Knut Frostad, “no es solo un evento, va más allá”. Cuando se navega desde Alicante a una ciudad de África o Brasil, por poner dos ejemplos en ruta, se crean interrelaciones. Sirva de ejemplo un dato del estudio de PwC: 44 representantes de nueve ciudades en ruta visitaron Alicante en la última edición, con una estancia media en cuatro días. Si 44 parecen pocos, hay que pensar en los asistentes que solo la organización invita: hasta 4.079 invitados corporativos con sus necesidades de comida, sueño y entretenimiento. De los visitantes al evento, un 30% fueron extranjeros que pasaron una estancia media en la Comunidad Valenciana de 8,7 días y de 2,3 días adicionales en el resto de España. Vinieron a ver unos barcos y acabaron visitando ciudades.
Quizás la regata no ha recibido hasta ahora el cariño merecido en España, un país donde el fútbol abarca casi todo el espectro deportivo y en el que la concepción que se tiene de la vela es la de un deporte elitista. En España, en cierta medida, se ha pensado en la Volvo como algo estrambótico: unos barcos que pasan no más de una hora regateando en la bahía que acaban perdiéndose en el horizonte. En el extranjero parece otra cosa. Solo un dato: del total de 678 periodistas que se acreditaron para la salida de 2011, el 67% eran extranjeros. Cuando los barcos desaparecen en el lejano horizonte, unos ocho millones de personas se metieron en el canal de Youtube de la regata.
Tras 39 años de historia, la Volvo se ha hecho un hueco en el que va creciendo cada año. Es el Everest de la navegación. Entre la regata de 2008-2009 y la 2011-2012 ha habido un incremento del 48% en la retransmisión televisiva del evento. Poco a poco va llegando a más gente: en internet, los lectores de artículos referentes a la regata han crecido un 95% con más de 127 millones de clics en las página web de la organización.
De los 678 periodistas que se acreditaron para la salida de 2011, el 67% eran extranjeros
Como dice Knut Frostad, entrar en la ruta de la Volvo es un escaparate para cualquier ciudad, más si hospedas el cuartel general de la regata como es el caso de Alicante. “Ser una ciudad anfitriona también destaca que tienes una buena marina y que estás concentrado en temas marítimos, medioambientales, sostenibles, etc”, apunta Frostad. Desde que el hombre se echó a la mar, la llegada de un barco (obviando afanes de conquista) siempre ha significado el regreso, la novedad, comercio… Motivos de alegrías que se multiplican por tropecientos mil si es uno de la Volvo Ocean Race. Sobre el mar parecerá el barco más rápido. En tierra, atendiendo al estudio, se convierte en un leviatán generador de recursos.
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