El maratón de Alessandra
Aguilar termina quinta, la mejor clasificación de una española, en una carrera terrible por el calor y la humedad
Ramón Cid se estrena como director técnico español en una gran cita en Moscú, la misma ciudad que le vio saltar como triplista olímpico en 1980. Tal vez por eso y tal vez por lo rara que había sido la primera mañana de competición, con la eliminación de Bychkov a la primera en la pértiga, con Kevin López, una de las joyas del equipo, sufriendo más de la cuenta en la primera ronda del 800 para hacerse un hueco en semifinales, con su compañero y amigo Luis Alberto Marco, logrando idéntico objetivo con más facilidad, a la hora de la comida, cuando el imponente estadio Luzniki se vacía y el público, aún escaso en estas primera jornada, busca una sombra donde guarecerse o una cerveza que engañe al cuerpo, Cid recuerda aquellos días mágicos, cuando Moscú no era la ciudad cosmopolita y un tanto extravagante que es hoy sino la capital de un imperio socialista que veía en el deporte un camino más de demostrar su poder. Recuerda, por ejemplo, que vio rodeado de polacos cómo otro polaco, el pertiguista Kozakiewicz, le ganó en esos Juegos a un ruso, entonces soviético, con todo lo que esto conllevaba entonces, cómo enloquecieron sus vecinos de tribuna y cómo el protagonista se despidió del estadio con un contundente corte de mangas.
Cid cuenta divertido cosas como esta y señala al otro lado del río la Universidad, “la imagen de esos Juegos”. Pero como es un hombre serio y responsable, y muy consciente de su papel, también reconoce que los suyos no han estado bien y, sin alarmarse porque no parece un hombre excesivo en nada, se muestra confiado en que esa nube rara no se transmita al resto del equipo.
No lo hizo y habría estado bien ver la cara de Cid por la tarde. Gracias a la televisión japonesa, dicen, a las dos de la tarde, a la misma hora en que Cid reflexionaba durante un paseo, cuando más pegaba el sol y los termómetros marcaban 27 grados, que parecían más de 40 por la humedad (66%), tomaban la salida en el estadio las valientes mujeres del maratón. Entre esas 70 atletas dispuestas a cocerse durante los 42,195 kilómetros estaba Alessandra Aguilar para empezar a levantar el ánimo del equipo español.
Mentalmente me he sentido muy fuerte”
Sufrió, como todas, en ese recorrido que dio varias vueltas a la Plaza Roja y bordeó el imponente río Moscova para volver al principio, pero aguantó más que muchas —26 ni siquiera llegaron y otras, como la suiza Wyss, salieron en camilla— y entró en Luzniki en la quinta posición, la mejor de una española en unos Mundiales. Hay que remontarse a 1995 para encontrar a Mónica Pont en el sexto puesto de Gotemburgo y a 1996 para ver a Rocío Ríos en el quinto puesto de los Juegos de Atlanta.
La suya fue una carrera más mental que física. La de una mujer de 35 años que sabe bien de qué va esto —fue olímpica en Pekín y Londres y abandonó antes de tiempo hace dos años en Daegu—, que decidió unirse a un grupo que seguía de lejos el ritmo suicida, para este clima, impuesto por la italiana Straneo y aguantar a la espera de que fueran cayendo cadáveres. Y así fue. Del 15º puesto en que pasó el kilómetro 5, al 12º del 10 y, a partir de ahí, sola, hasta el 30, por el que pasó sexta.
“Mentalmente me he sentido muy fuerte”, reconocía después del esfuerzo Aguilar, emocionada hasta las lágrimas por el resultado. Tan confiada iba en sus posibilidades que en ese punto, cuando vio a su entrenador, Antonio Serrano, el que le dio carrete para entrenarse a su ritmo en Madrid cuando se sintió saturada mentalmente, el que la conoce tanto que ha logrado sacar este año lo mejor de ella sin presionarla, levantó el pulgar hacia arriba. Todavía vería caer a la etíope Melkamu.
La cara amarga del día la pusieron los hombres: las dudas de Kevin López y las despedidas de Cienfuegos, en martillo, y Ángel David Rodríguez, en los 100m.
Lo peor vendría después, al borde del 40, pero ya daba igual. Porque aunque su ritmo se hundió, aunque para entonces la italiana ya había cedido al hachazo de la keniana Kiplagat, que se llevó al final el oro, el agua y la sombra del estadio empujaron a Alessandra a firmar una de sus mejores carreras. No por el tiempo (2h 32m 38s), sino por lo que significa: “Es más importante que el récord de España porque los récords se van, pero un quinto puesto mundial…”.
“El calor y la humedad han sido horribles, sobre todo porque no había ninguna sombra, pero sabíamos que sería así. Ha sido la carrera más dura que he hecho con diferencia”, dijo la gallega.
El maratón de Alessandra abrió una buena jornada de tarde para el equipo español, sobre todo para sus mujeres. Su compañera de entrenamientos Diana Martín se metió en la final de 3.000 obstáculos y Auuri Lorena Bokesa superó la primera ronda de 400m. La cara amarga la pusieron los hombres: las dudas de Kevin López —“las sensaciones han sido malísimas, me han faltado fuerzas”, dijo—, que aún tiene otra oportunidad, y las despedidas de Cienfuegos, en martillo, y Ángel David Rodríguez, en los 100m.
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