La leyenda del Tour
Entra en la leyenda del Tour, dice la portada del libro de ruta, esa biblia manoseada que todos y cada uno de los integrantes de la carrera, desde los corredores a los técnicos, pasando por los periodistas y terminando con el último encargado de montar y desmontar las vallas o los centenares de kms de cables que hay tras cada una de las metas, han tenido como libro de cabecera durante estas tres semanas. Ahora muchos de esos libros terminarán en la basura arrojados con gesto de alivio, ¡ya está!, pero los recuerdos quedarán grabados a fuego entre todos los participantes.
Y un recuerdo sobrevolará a todos los demás, este ha sido el Tour de Chris Froome. El mismo corredor que hace un año terminó segundo sometido a la disciplina de equipo del Sky. El mismo Sky que hace un año avasalló por aquí, que en las carreras previas a este Tour continuaba haciéndolo, pero que en este Tour ha mostrado una debilidad como bloque inédita hasta ahora. Es cierto que se dieron circunstancias desfavorables para ellos, como la caída de Boasson Hagen, el fuera de control de Kirienka o la caída que mermó a Geraint Thomas.
Ha sido el año del Sky, de Froome y de Quintana, un gran Tour con la emoción a flor de piel hasta el penúltimo día
A pesar de eso este Tour del Centenario ha sido para ellos; sin hacer una carrera perfecta desde el punto de vista táctico, pero con un líder que, aunque ha mostrado ciertos momentos de debilidad –especialmente en esta última semana que se le tiene que haber hecho eterna-, ha distanciado en tanto tiempo a sus dos seguidores inmediatos en el podio, que solo se puede concluir que ha dominado el Tour con total autoridad. Ayudado eso sí por un Richie Porte sobreinterpretando su labor de salvavidas, y con un sorprendente Kennaugh magnífico también en el suyo. Pero después de la etapa de Ax 3 Domaines, donde conquistaron el amarillo, ninguno de los integrantes del Sky hubiese pensado que en el camino por recorrer se iban a encontrar con tantas aristas.
Y como no, este también ha sido el Tour de Nairo Quintana, el de su presentación a la alta sociedad. Se descubrió en Risoul en el Tour del Porvenir 2010, pero cuando verdaderamente impresionó a sus compañeros, fue un día del pasado Verano en los Pirineos, con ocasión de la etapa reina de la Ruta del Sur. Aquel día, en aquella asombrosa exhibición, varios de sus compañeros dejaron de ver en él a un gran escalador, que era lo que prometía y ya llevaba tiempo apuntando, y descubrieron que era un elegido, uno de esos privilegiados tocados por la varita de la genialidad, con un “don” para la escalada que el ciclismo no veía desde los tiempos de Pantani.
Y más que nos ha dejado el Tour. Purito completa la tercera plaza del podio consiguiendo el curioso –y difícil, muy difícil- hito de subir al podio en sus últimas tres grandes disputadas. En las dos anteriores con la sensación negativa de haber tenido algo más en la mano, en esta con la positiva de haber aparecido del anonimato en la última semana y de obtener una justa compensación ante dos hombres que globalmente se han mostrado más fuertes que él.
Y queda la pena de Contador, despojado de la segunda plaza en la penúltima etapa, pero que ha sucumbido ante tres rivales que han mostrado mayor fortaleza. Impecablemente asistido por su equipo, y por un fenomenal Kreuziger, ha peleado hasta el final en una carrera que, fijándonos en los nombres de los dos primeros, se puede interpretar como un salto generacional.
También ha triunfado Sagan, llevándose el maillot verde prácticamente sentenciado mediada la carrera. Y Kittel, el alemán que aspira a ser el nuevo Cavendish aunque al “expresso de Man” aún le queda cuerda para rato.
En resumen, un gran Tour con la emoción a flor de piel hasta el penúltimo día, a pesar de que los más de 5 minutos de Froome sobre el segundo pueden hacer pensar que para él ha sido un paseo triunfal de dos semanas. Nada más alejado de la realidad, podemos decir los que hemos tenido la oportunidad –y la suerte- de presenciarlo.
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