Sangre en Gap

Proferida en forma de ataques repetidos por Contador subiendo y bajando un puerto de segunda, bajo el calor habitual de la región, ya alpina, un cuenco, sobre el asfalto siempre botoso de sus carreteras y en muchos tramos despellejado, cobra color trágico, un “¡cuidado con los Idus de marzo!” shakesperiano, la advertencia “¡mind the gap!”,que tanta gracia hace por su repetición interminable y cadencia de responso en el metro de Londres (¡cuidado con el hueco entre el coche y el andén!), y que tampoco es es el eslogan de una cadena de ropa.

Gap es Gap, la manzana de los Alpes, como canta su lema turístico, una ciudad rodeada, y a tiro de piedra, de nombres grandes como Izoard, Orcières-Merlette, Risoul, Vars o Pra-Loup; y también de nombres pequeños, pero manchados de sangre, como el descenso del col de Manse, en cuya brea derretida aún permanece, desde hace años, grabada en relieve, como en un molde, la cadera destrozada de Joseba Beloki y, desde ayer, parte del pellejo de la rodilla de Contador, que se cayó, y acabó con la sangre inundando su cabeza, enfadado y quizás frustrado además de dolorido (no solo no había ganado tiempo con su ataque sino que se había hecho daño en la rodilla), tal como también las tenía (la sangre y la cabeza, y la rabia) cuando empezó su ataque para ganar la etapa Rui Costa, el mejor de la gran fuga delantera.

Fue algo más Contador, inconformista y generoso, y muy a gusto en su papel de emboscado intranquilo, atacó por primera vez en el Tour, en su última semana, como había atacado hace dos años inesperadamente (entonces llovía, entonces el rival era Andy Schleck, a quien temblaban las manos sobre las manetas de freno cuando bajaba), hijo de su carácter, esclavo de su necesidad. Atacó esperadamente ayer, y hacía calor y el rival era Froome, dueño de una sangre fría proverbial y amigo de un australiano llamado Richie Porte, quien como un perrito fiel y aguerrido mantuvo siempre a tiro a los alborotadores y convirtió los tres ataques de Contador subiendo Manse (remaches de una estrategia agresiva de Purito y sus katushas y remachados a su vez por su sosias Kreuziger) en lo que él definió como una “batalla de secundarios”.

“Fue un pique entre el Saxo y el Belkin por el podio, nada más”, dijo Froome, quien tiene sentido del humor y llegó a tal conclusión después de comprobar cómo en la cima de Manse, a poco más de 10 kilómetros para la meta, fruto de los ataques el grupo de los buenos se había quedado reducido a ocho, los ocho primeros de la general salvo Ten Dam (Belkin) y más Porte (Froome), y cómo fueron entonces los Movistar, Valverde y Quintana, los que no dejaron parar la marcha para que el gran colombiano recortara su desventaja con Ten Dam (le sacó un minuto y el adelanto en la general: Quintana es ahora quinto) y la aumentara con su rival por el blanco, Kwiatkowski.

Era una pelea por migajas hasta que se llegó a la parte más complicada del descenso. Fue, en palabras de Froome, siempre, “un todo o nada de los Saxo, que están desesperados”. Fue un ataque desde la parte trasera del grupo que descendía ya rápido de Kreuziger y Contador, quien llegada una curva a derechas se fue por la izquierda, cayó y se golpeó el brazo y la rodilla derechos.

A Contador no le gustó que Quintana no frenara la marcha y se lo hizo saber

“Patinó la rueda por el asfalto derretido”, dijo Contador. “Se fue Contador porque estaba bajando muy rápido, demasiado rápido, diría yo, y no fue capaz de controlar la bici a esa velocidad, fue un riesgo excesivo”, dijo Froome, el frío, quien por evitar evitar al Contador caído debió hacer equilibrios en la hierba de la cuneta y también puso el pie en el suelo. Mientras, por delante, ajenos a la barahúnda, sin pararse para ver qué pasaba, Valverde (que sí que había visto caerse a Contador) y Quintana seguían a su ritmo, en su faena de distanciar a sus propios rivales (eso dijeron ambos, y también que Contador no puede esperar que se pare nadie cuando ha sido él el que ha decidido que había que bajar arriesgando). Este detalle no le gustó a Contador, que una vez les hubo alcanzado, en el llano ya recto, irónicamente le hizo el gesto del pulgar en OK a Quintana un par de veces ante las cámaras, con lo que consiguió que el colombiano de los ojos afilados y la sabiduría profunda disputara alegremente y ganara el sprint de los mejores.

La rabia que guardaba Rui Costa desde que el día de los abanicos el equipo le parara para ayudar a Valverde cuando iba décimo en la general, se le comenzó a disipar en la gran avenida de Gap y se le disipó con el gesto de goleador de fútbol con el puño en su orgásmica llegada en solitario a Gap. “Tenía que hacerlo así, atacando de lejos a los escapados”, dijo Costa de su demostración de fuerza y clase que constituyó la primera victoria del Movistar este Tour.