Jordi Torres toca la gloria
El piloto del equipo de Aspar consigue su primera victoria en el Mundial en una carrera inteligente que se decidió en un adelantamiento perfecto
Elevó el dedo índice hacia el cielo y se acordó de él. Jordi Torres, que se cree un novato, que se considera casi un recién llegado, un chico que dice que todavía le queda mucho por aprender, un chaval que da las gracias por poder vivir, por fin, de su pasión, acababa de ganar su primera carrera en el Mundial. Nunca antes había subido siquiera al podio, de hecho este domingo era el primero de su vida en el que formaba en la primera fila de la parrilla de salida, el primero en el que rodaba con los pilotos de delante; sí, vale, es campeón de España de Moto2, pero el Mundial, y eso él es el primero que lo sabe, es otra cosa.
Torres dedicó la victoria a su hermano Ruben, que falleció en el circuito de Montmeló en el 2006
Lo sabe porque apareció por Montmeló un fin de semana del 2010, porque como no lo hizo mal le dieron una oportunidad al año siguiente y, aunque no desentonó, tuvo que seguir buscándose la vida por los circuitos españoles en el 2012. Hasta que regresó, para quedarse, en el gran premio de Indianapolis del año pasado, cuando Jorge Martínez Aspar decidió romper con Toni Elías y confiar en este chico risueño y vivaracho, humilde y directo, sin pelos en la lengua y un talento oculto. Corrió medio campeonato por amor al arte, sin cobrar un duro, sin lamentarse un ápice: “¡A mí me van a pagar!, tendrían que cobrarme por competir”, bromeaba. Y este domingo, en Sachsenring, un circuito con el que se entendió desde los primeros entrenamientos del viernes a pesar de que no había vuelto desde que lo pisó por primera vez en el 2011, obtuvo su recompensa. Una recompensa al esfuerzo y la confianza en uno mismo.
Torres logró su primer triunfo en el Mundial y cuando cruzó la meta con su moto apoyada solo sobre su rueda trasera se acordó de él, de Ruben, su hermano, que falleció en el circuito de Montmeló en el 2006. Competía en la categoría de Supersport y tenía 18 años. Esta victoria se la dedicó a él, como ya le había dedicado el título de campeón de España. Se la jugó en un adelantamiento en la penúltima curva, el punto preferido para decidir carreras en este trazado de Sachsenring, al final de una larga pendiente: apuró la frenada y tumbó a la izquierda, un adelantamiento limpio, perfecto. Faltaban once vueltas más. Pero Torres, fino en la trazada, se había cansado de perseguir a Pol Espargaró. Sabía que podía rodar más rápido que él, tenía ritmo de sobra. Y no pudo esperar más.
“Yo saldré a aprender de los que saben y si llego a las últimas vueltas con posibilidades, ya veremos”, había confesado un día antes a su entorno. No estaba especialmente nervioso. Ni preocupado. Pues él, ese piloto que se pasa el día haciéndose fotos tumbado sobre su rodilla derecha y tomando como hipotética moto una silla o una rueda, se toma la vida con alegría. Salía segundo, por detrás de Xavier Simeon, que fue incapaz de resistir tras una mala salida, así que se enganchó a la rueda de Espargaró desde la primera curva. Le observó con paciencia, le siguió con la resignación del que tiene un plan. Y cuando el del equipo de Pons, más agresivo, había desgastado sus gomas por el esfuerzo de llevar el peso de la prueba desde la primera vuelta, tras 18 giros al circuito germano, Torres pensó que había llegado su momento. Y acertó. En solo una vuelta más abrió una distancia con el segundo de 0,6 décimas que fueron suficientes para llevarle a la gloria.
El resto no fue más que una batalla por sobrevivir que perdió Espargaró, rendido ante el acoso y ataque en la última vuelta de Simone Corsi. Su rival por el Mundial, Scott Redding, prácticamente desaparecido en este gran premio, rodaba más atrás, así que, sigue, de todas formas, recortándole puntos. Ahora, después del séptimo puesto del británico, son 20 los que les separan. Y aunque hubo un momento de la temporada en que temió que todo estuviera perdido, nada es imposible.
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