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Transición y ‘sprint’ de Kittel y ‘maillot’ rojo para Flecha

El español se queda con la combatividad gracias a una fuga, pero la etapa la gana de nuevo el alemán Kittel

Carlos Arribas
Flecha dirige la fuga con destino a Tours
Flecha dirige la fuga con destino a ToursPASCAL GUYOT (AFP)

Antes de montar una fábrica de jabón, Eric Leman tenía una carnicería y todos los años después de ganar el Tour de Flandes, al comienzo de la primavera, desatendía el entrenamiento en bicicleta (el buen tiempo le ponía melancólico a uno de los mejores clasicómanos de los años 70: es flamenco) y se concentraba en partir buenos filetes en su carnicería, que era su vida, y en manejar las existencias en las cámaras frigoríficas. Incluso era posible que la carne le llegara de la granja de terneras que el simpático orondo Hilaire van der Schueren, el bien llamado, posee al pie del muro de Gramont, donde tantos años se ha decidido el Tour de Flandes, y que en verano Van der Schueren atiende a distancia, pues prefiere pasar julio conduciendo en el Tour el coche del Vacansoleil, equipo del que es director.

CLASIFICACIONES

ETAPA

1. Marcel Kittel (Ale/Argos) 4h49:49.

2. Mark Cavendish (GBR/Omega Pharma-Quick Step) m.t.

3. Peter Sagan (Svq/Cannondale) m.t.

4. Alexander Kristoff (Nor/Katusha) m.t.

5. Roberto Ferrari (Ita/Lampre) m.t.

GENERAL

1. Chris Froome (GBR/Sky) 47h19:13.

2. ALEJANDRO VALVERDE (Esp/Movistar) a 3:25.

3. Bauke Mollema (Hol/Belkin) 3:37.

4. ALBERTO CONTADOR (Esp/Saxo-Tinkoff) 3:54.

8. Nairo Quintana (Col/Movistar) 5:18.

11. JOAQUIM RODRIGUEZ (Esp/Katusha) 5:48.

Van der Schueren lleva casi media vida, 30 años, combinando su trabajo de granjero con la dirección de equipos belgas, y este jueves, antes de la salida, después de comprobar llamando a la granja que las existencias de pienso eran suficientes y que no había ningún ternero enfermo, le dijo a Flecha, su ciclista favorito: “capitán, de toda la vida mantengo la teoría de que el día después de una contrarreloj la fuga triunfa. No sé si se cumplirá o no, pero…”. El capitán Flecha, que se entiende a la perfección con Van der Schueren pues hablan de vez en cuando el mismo idioma, el del ciclismo antiguo que reniega de los vatios, el cálculo y la planificación (y de las lavadoras automáticas en los camiones de los equipos y su secadora, en verdad perniciosas, el fin del ciclismo, pues para él, que nunca fue ciclista, un ciclista solo es ciclista si la noche de las etapas se lava el maillot y el culotte en el lavabo de su baño) y cree en la intuición y la fantasía, cogió la palabra al vuelo y, también porque le gusta meterse en ellas, entró en la fuga, que, por supuesto, y pese al empuje del viento siguiendo la línea del Loira y sus castillos, no llegó a Tours, la ciudad de Leonardo, la vanguardia mundial en el Renacimiento, como tampoco llegó el tren a finales del XIX, pues sus ciudadanos, con el orgullo de ser los franceses que mejor hablan el francés y con su correspondiente miedo al progreso, no permitieron que se construyera una estación, que se quedó en un pueblo cercano. Flecha, que no teme al progreso pero también disfruta con lo antiguo, fue el último de la fuga que se rindió, lo que le valió el premio de un maillot rojo en la etapa de este viernes y más entrevistas en la meta que si hubiera ganado la etapa, y su correspondiente exhibición de un ojo morado, como de boxeador, víctima de la caída del martes en Saint Malo, tipo duro, puro Belmondo.

El pelotón llegó, pues, agrupado a Tours y a toda velocidad, y pese a ello, y pese a que hubo sprint que los Omega organizaron muy ordenadito (ayudados por la caída de los Lotto de Greipel en pleno), no ganó Cavendish, quien, quizás aún afectado por la travesía de Brocelianda, la tierra de los purines, una de cuyas muestras recibió de regalo en la contrarreloj, está meditabundo y lento, y se dejó adelantar en el golpe de riñones soberano por el boxeador Kittel, inmune e inasequible a las dudas, que se apuntó así su tercera etapa.

Flecha, durante la 12ª etapa del Tour.
Flecha, durante la 12ª etapa del Tour.PASCAL GUYOT (AFP)

Pese al viento y a los nervios y la velocidad (más de 45 de media), que obligaban a interrumpir frecuentemente las conversaciones, y como corresponde a todo día de transición que se precie (y quedan otros dos entre la contrarreloj del Mont Saint Michel y el Ventoux el domingo), el pelotón se dedicó a hablar de los temas verdaderamente importantes, es decir, del bigote que le permite al Europcar Jérome Cousin salir todos los días en el periódico, medio vintage medio hípster, según se tercie la viserilla de la gorra, de los vatios multiplicados que permiten a Froome estar tres minutos por delante de todos, de cabeza en la resignación, y hasta de la posibilidad de que el mismísimo Froome, que toda la contrarreloj del miércoles estuvo por delante de Tony Martin, se dejara al final ganar por el alemán, cuyo gran equipo, el Omega, le haría a cambio un gran favor al doliente Sky (este jueves se cayó, y dos veces, Boasson Hagen, otra merma importante) ayudándole a controlar las etapas que quedan. Y aunque no consiga que trabajen para ellos Chavanel, el imposible Kwiatkowski (una palabra que daría el triunfo seguro en una partida de Scrabble) y el mismo Martin, al menos lograrían el Sky y Froome caer un poco simpáticos a los colegas, que, creen, no les aguantan.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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