El triunfo de la excelencia
Si en el ciclismo en ruta hay una disciplina en la que la influencia de la técnica tiene un valor trascendental, esa es sin duda la contrarreloj por equipos
Si en el ciclismo en ruta hay una disciplina en la que la influencia de la técnica tiene un valor trascendental, esa es sin duda la contrarreloj por equipos. Por eso podemos decir que, con la victoria del Orica-GreenEdge en Niza, asistimos a la victoria de la excelencia.
Repasando los nombres de los nueve integrantes del equipo australiano, esos que consiguieron batir al equipo campeón del mundo en la especialidad —el Omega Pharma comandado por una locomotora llamado Tony Martin— por tan solo 75 centésimas, nos encontramos con varios títulos mundiales del ciclismo en pista. “Los mejores rodadores del equipo, Lancaster, O’Grady y Meyer, se encargaban de tomar relevos largos”, decía en la rueda de prensa el nuevo líder, Gerrans, otro que también aprendió el oficio en su Australia natal a base de dar vueltas al velódromo. Y a base de admirar a Phil Anderson, como también dijo, aquel pionero australiano en el arte de vestir de amarillo en el Tour.
Y es que esa es la escuela australiana del ciclismo, el velódromo. Los que creen que lo que se ha venido a llamar ciclismo 2.0 lo han inventado los ingleses del Sky, espero que sepan que la escuela inglesa de pista lo que hizo fue recorrer el camino marcado desde hace ya muchos años por la escuela australiana. Esta vez fue un triunfo de la excelencia entendida en el sentido de que un esfuerzo colectivo de un grupo unido y compacto, en el que además de calidad y oficio hay buen ambiente, y en el que cada uno se siente como un eslabón de una cadena perfectamente engrasada, tiene forzosamente que terminar funcionando. Como decía Gerrans: “Cada uno de nosotros sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer”.
Un esfuerzo colectivo de un grupo unido, en el que además de calidad y oficio hay buen ambiente, funciona
De hecho, las bicis que utilizaron los ganadores de etapa ni siquiera habían pisado Córcega. Mientras otros equipos entrenaban los relevos con las bicis de crono en los días previos a la partida del Tour, en Orica ya sabían que esa era una faceta que no había que trabajar a última hora; cada uno sabía exactamente cómo tenían que actuar a la hora de dar los relevos en esos 25 kilómetros por los alrededores de Niza.
Yo esta excelencia la conocí allá por el año 92, cuando competí en el Mundial júnior de pista en Atenas. Vimos a los australianos entrenarse, y nos quedamos asustados viendo la técnica que utilizaban a la hora de dar los relevos en la persecución por equipos. Un engranaje perfecto y milimétrico, y fenomenalmente eficaz. También los rusos consiguieron impresionarnos, pero mientras que lo de los rusos era pura fuerza, lo de los australianos era pura excelencia.
En Niza ningún equipo utilizó la técnica del relevo redondo; demasiados kilómetros para poder aguantar así, y demasiada desigualdad física entre corredores de diferentes características. Todos los equipos relevaron en línea, pero viendo a los primeros clasificados en la etapa, se observaba la perfección de hacer coincidir el momento en el que el corredor que ha dado el relevo se reincorpora a la línea, con el momento en el que el corredor que comanda soltaba la cabeza del grupo.
No empezaron bien las cosas para el Orica con aquello del autobús, pero ahora eso queda en un recuerdo anecdótico vista la racha en la que están inmersos. A ver cuánto les dura y si hay premio extra, pero con lo de conseguido hasta ahora ya han hecho el Tour. Y continúan además escribiendo páginas para el ciclismo australiano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.