España golea en el recreo
La selección no encuentra ningún rival en Tahití en un encuentro en el que Del Bosque realizó 10 cambios respecto al partido inaugural y que apenas sirvió de entrenamiento
El desenfrenado negocio de la FIFA deriva lo mismo en que su último congreso se haya celebrado en mayo en las Islas Mauricio como en que conceda asilo en una competición a la que quiere dar enjundia a una selección de aficionados, lo que desvirtúa no solo el torneo, sino al propio fútbol. Por mucho que esta sea una experiencia inolvidable para Tahití, en el santuario de Maracaná solo hubo un simulacro de partido, una goleada en el recreo español. Las gentes de Maracaná (71.200 espectadores) se dedicaron a hacer la ola, vitorear al club local del Flamengo, corear con olés cualquier empeño de los polinesios y a recibir a Iniesta con sonoras reverencias. No solo jolgorio. Incluso hubo tiempo para el guiño político, para la revuelta social que vive Brasil: “El pueblo unido jamás será vencido”, clamó Maracaná. ¿El fútbol como germen de una incipiente revolución?
ESPAÑA, 10 - TAHITÍ, 0
España: Reina; Azpilicueta, Albiol, Sergio Ramos (Navas, m. 46), Monreal; Javi Martínez; Mata (Cesc, m. 69), Cazorla (Iniesta, m. 77), Silva; Villa y Torres. No utilizados: Casillas, Valdés; Arbeloa, Piqué, Jordi Alba, Busquets, Xavi, Pedro y Soldado.
Tahití: Roche; Lemaire (Vero, m. 74), Ludivion, Vallar, Jonathan Tehau; Aitamai, Bourebare (Lorenzo Tehau, m. 68), Caroine, Vahirua; Chong Hue y Alvin Tehau (Teaonui Tehau, m. 53). No utilizados: Meriel, Samin; Aroita, Wagemann, Faatiarau, Vincent, Atani, Yahann y Hnanyine.
Goles: 1-0. M. 5. Torres. 2-0. M. 31. Silva. 3-0. M. 33. Torres. 4-0. M. 38. Villa. 5-0. M. 48. Villa. 6-0. M. 58. Torres. 7-0. M. 63. Villa. 8-0. M. 66. Mata. 9-0. M. 79. Torres. 10-0. M. 89. Silva.
Árbitro: Djamel Haimoudi (Argelia). Amonestó a Cazorla.
Unos 71.200 espectadores en Maracaná.
Con el país en partidas de mucho mayor calado, el encuentro de Maracaná, el del campo, fue un vodevil a la vista, por más que España se tomara con el máximo respeto la chirigotada. Nada de extravagancias, bufonadas o dejaciones de más con la pelota en los pies. De un campeón también se espera que esté a la altura en deportividad. Ni una celebración de más, ni desmesuras, como debe ser. Más que una goleada de lo más previsible, lo que se llevó Tahití fue la gran ovación del torneo, todo el consuelo del mundo para Roche, que evitó mayor escarnio y lloró a lágrima viva tras el pitido final, y el saludo afectuoso de los campeones del mundo, al que rindieron pleitesía con un paseíllo final.
España cumplió con profesionalidad su papel en la mascarada. Fingió cuanto pudo, sin evitar, como debía, la goleada correspondiente, pero eludiendo el abuso total, por más que el marcador fuera de un 10-0. España se puso el límite a sí misma. Los tahitianos disfrutaron de lo lindo, corrieron lo que pudieron y derrocharon ánimo y voluntarismo. Otra cosa, futbolísticamente hablando, no tienen. Para ellos el fútbol es solo un pasatiempo, un divertimento que esta vez les ha permitido cumplir el sueño de convivir con la élite, de echar un vistazo al profesionalismo supremo. Toda una experiencia, aceptada por la FIFA por su etiqueta de campeón de Oceanía, donde se impuso a Nueva Caledonia. El listón debería ser otro.
El duelo en datos
- España (27 remates por uno de Tahití) se convirtió en el segundo país que marca 10 goles en un torneo FIFA de selecciones absolutas tras el 10-1 de Hungría-El Salvador, del Mundial '82. La Roja firmó la tercera mayor goleada de su historia tras el 13-0 a Bulgaria en 1933 y el 12-1 a Malta en 1983.
- El 7-0 en un amistoso Brasil-Chile de 1959 era, hasta ayer, la mayor goleada en Maracaná en un partido de selecciones absolutas.
- Torres y Villa son los primeros jugadores no brasileños en lograr tres o más goles en Maracaná para su país: Ademir, Pelé, Tostao, Zico y Romario lograron tripletes con Brasil. Torres es el primer español que marca goles en cinco fases finales de torneos internacionales.
Con un 5-4-1, Tahití tuvo el descaro de la ingenuidad. Puso a su defensa a jugar a varias cuadras de su guardameta Roche, lo que permitió a España jugar a campo abierto. En realidad, poco hubiera importado cualquier otra estrategia de Tahití. En cada jugada, cada asistente español tenía abiertas infinitas líneas de pase. Se trata de gente de primerísimo nivel, como Mata, Silva o Cazorla; enfrente un grupo de meritorios que con el paso de los minutos se quedó en los huesos. Partidos así de nada sirven, siquiera como un entrenamiento con público. Si no hay contienda, nada queda, poco tiene valor. El equipo de verdad no tiene referencias. Los goles gotean por inercia, sin oposición, sin que medie el fútbol, porque no es necesario, lo que impide toda evaluación. La supuesta frescura de Fernando Torres, por ejemplo, autor de cuatro goles y protagonista de un penalti fallado, habrá que comprobarla en partidos de un mínimo cuajo. Lo mismo que la precisión de Villa o la solvencia de Javi Martínez. En definitiva, sobra el juicio individual o colectivo. La mejor nota para España, su comportamiento y ejemplaridad.
Del Bosque hizo 10 cambios respecto al partido precedente con Uruguay. Solo mantuvo a Sergio Ramos, que va sobrado de depósito, pero tardó un tiempo en mandarle a la tumbona. A España le sobraban todas las defensas. En el segundo tiempo cerró con Albiol por el eje y sus dos laterales, Azpilicueta y Monreal. Más que suficiente. Si no llegó al remoto 13-0 a Bulgaria en 1933 o el 12-1 a Malta de 1983 fue por reprimirse, por falta de estímulos reales y por evitar un menoscabo innecesario. El 10-0 de Maracaná solo fue una apariencia, pero quedará para la historia como la mayor goleada registrada en este coliseo en un partido de selecciones. El récord era un 7-0 de Brasil a Chile en 1959. Pese a todo, para dejar huella España debe regresar cuanto antes a Maracaná en un partido-partido. La final de esta Confederaciones es la cita.
El resumen del partido
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