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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El secreto de los Spurs

Ducan trata de anotar ante Bayless, de Memphis.
Ducan trata de anotar ante Bayless, de Memphis.RONALD MARTINEZ (AFP)

Una vez escribí que animar a los Spurs de San Antonio era como animar al cáncer. Corría la primavera de 2007, y los Spurs estaban inmersos en la consecución de su cuarto campeonato de la NBA en nueve años; el tercero en cinco. A mí me daba la impresión de que los Spurs habían estado entre los mejores de la NBA durante la mitad de mi vida. Es más, daba la impresión de que los Spurs iban a estar entre los mejores de la NBA para siempre.

Tenía 29 años cuando comparé a los Spurs con la espantosa clase de enfermedad que hará que un gran número de personas como nosotros abandone este mundo. Por aquel entonces, era impetuoso y engreído a partes iguales. La vida me había ido bastante bien hasta ese momento, y estaba bastante seguro de que siempre lo haría. Desde entonces, he tenido que operarme una vez de la rodilla derecha, una vez de la rodilla izquierda y tres veces del tobillo izquierdo. Me han roto el corazón dos veces; una vez lo hizo una mujer y otra vez fue al final de una carrera baloncestística que estuve labrándome dos décadas. La mujer se casó con otro; la carrera que estaba en pleno auge en 2007 yace ahora cómodamente debajo de dos metros de tierra conceptual y de una lápida conceptual muy pesada. Eso sí, es solo una carrera baloncestística; he tenido la suerte de no haber perdido a uno de mis padres o a un hermano. Pero es una carrera baloncestística que, de todas maneras, significaba mucho para mí. A veces, tenemos que recibir una lección de humildad antes de poder entender algo.

Por ejemplo, ahora entiendo que todas las cosas que antes me molestaban de los Spurs de San Antonio son en realidad las cosas que hacen que el equipo sea grande: su confianza en la precisión, en la perspicacia del entrenador y en la responsabilidad. Entiendo que estos rasgos, más que las llamativas entradas a canasta o los triples espectaculares, son rasgos que merece la pena alabar. Entiendo la belleza de la forma en que los Spurs utilizan a sus jugadores específicos. Los Spurs, cómo no, tienen estrellas; el nombre de Tim Duncan, Manu Ginóbili y Tony Parker estará escrito algún día en placas del Salón de la Fama. Pero los Spurs no ganan gracias a sus estrellas. Ganan gracias a Matt Bonner, Danny Green, Gary Neal, Tiago Splitter y Kawhi Leonard. Ganan gracias a los jugadores que completan su plantilla. Ganan porque son inteligentes, tanto en la forma en que construyen el equipo como en la forma en que usan el equipo que han construido.

Esa es la razón por la que ya no pienso que animar a los Spurs de San Antonio sea como animar al cáncer. Ahora pienso que animar a los Spurs de San Antonio es como hacer algo positivo, pero también ligeramente adulto. Donar sangre, sujetar la puerta a un extraño o reciclar una botella de Coca-Cola: son cosas un poco aburridas, no hay duda, y ni mucho menos tan divertidas como montar en monopatín, como la música punk o como decir lo que se te pasa por la cabeza exactamente cuando se te pasa. Pero también es una señal de que podrías estar haciéndote mayor y de que podrías estar madurando.

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