_
_
_
_

Esperpento del Barça

Los azulgrana se toman el partido con el Bayern como si fuera un bolo veraniego y sufren una eliminación vergonzosa La hinchada se fue preocupada por la mala gestión con Messi, ausente

Ramon Besa
Robben celebra su gol con Javi Martínez.
Robben celebra su gol con Javi Martínez. JAVIER SORIANO (AFP)

Adiós Europa. La Champions se la jugarán dos equipos alemanes, el Borussia y el Bayern, como quedó escrito en Dortmund y Múnich, mientras el Madrid intenta dignificar la final de Copa y el Barça festejará la Liga. La despedida europea del Barça fue, en cualquier caso, tan humillante que costará levantar el ánimo para cantar el alirón. A costa de querer dimensionar la Liga, dimitió de mala manera de Europa. Nunca compitió desde la alineación y menos a partir de los cambios. El escarnio ha sido mayúsculo de principio a fin, en la ida y en la vuelta, con y sin Messi.

El barcelonismo acompañó en masa a su equipo hasta que llegó a las puertas del Camp Nou y se enteró de que no jugaba Leo. A algún socio le dieron ganas de darse media vuelta por sentirse sorprendido, estafado o desengañado. Nadie reparó entonces en el partido ni en la remontada, en el Barça ni en el Bayern, aturdida la hinchada por la suplencia del 10, cuyas lesiones son tan indescifrables para la crítica como su juego para los defensas: solo se sabía hasta ahora que jamás se borraba y era capaz de jugar a la pata coja. Preocupa la gestión del caso Messi.

BARCELONA, 0 - BAYERN, 3

Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Bartra (Montoya, m.86), Adriano; Song, Xavi (Alexis, m. 55), Iniesta (Thiago, m. 65); Pedro, Cesc y Villa. No utilizados: Pinto; Dos Santos, Messi y Tello.

Bayern Múnich: Neuer; Lahm (Rafinha, m. 76), Boateng, Van Buyten, Alaba; Javi Martínez (Tymoshchuk, m. 74), Schweinsteiger (Luiz Gustavo, m. 66), Müller; Robben, Ribéry y Mandzukic. No utilizados: Starke, Dante, Shaqiri y Gómez.

Goles: 0-1. M. 48. Robben. 0-2. M. 72. Piqué (en propia puerta). 0-3. M. 76. Müller.

Árbitro: D. Skomina. Mostró la tarjeta amarilla a Robben, Alves y Piqué.

Camp Nou: 95.877 espectadores.

Actuó sin venir a cuento el partido entero del martes de la semana pasada en Múnich, salió media hora para desequilibrar la contienda del sábado de San Mamés y ayer calentó banquillo cuando se le suponía finalmente curado de la lesión que le tortura desde París. No se advirtió en la previa sobre las dudas respecto a Messi. El chasco fue monumental y los seguidores se desinflaron a coro en el campo y en la red: si no juega Dios, no hay milagro. El impacto por la ausencia de Messi fue decisivo porque ningún aficionado había urdido un plan sin contar con él.

No estaba Messi, seguramente porque sus sensaciones eran malas, y su dolor fue contagioso. Tampoco jugaban Busquets, Puyol, Mascherano y Alba. Ya sea por una mala gestión del plantel, por un rosario de calamidades o por la fatalidad, la alineación denunció el desguace del Barça. Los azulgrana llegaron descuartizados a la cita más exigente del curso. No les quedaba más remedio que enfrentarse al Bayern desde la inferioridad y también desde la rebeldía. El partido pasó a ser una cuestión de amor propio para el Barça y también lo perdió.

El Bayern aplaudió de entrada la dignidad del Barça después de subrayar su superioridad a partir de la jerarquía táctica de Schweinsteiger. El despliegue alemán contrastó con el tartamudeo futbolístico del Barça. Jugaban los muchachos de Heynckes como un equipo y defendían uno a uno los chicos de Vilanova. La montonera azulgrana aguantó medio tiempo por las respuestas individuales de Bartra y del coloso Piqué. Los barcelonistas incluso se fueron envalentonando a partir del arrebato de Piqué, los tiros de Pedro y las escaramuzas de Alves e Iniesta.

Vilanova retiró a Xavi e Iniesta, como si el partido le importara un pito

Aunque Javi Martínez anudó a Iniesta, el Barcelona llegó a alcanzar el área de Neuer. A falta de fútbol en los volantes y de presión en los delanteros, se imponía el arrebato, suficiente para que reculara el Bayern, muy bien organizado y a cambio penalizado por la lentitud de sus dos centrales. Jugada a jugada, defendido el Bayern, el partido pareció virar falsamente hacia el bando del Barça. Hubo un momento en que incluso el equipo dio a entender que no le valía el empate sino que iba a competir por la victoria. Y la gent blaugrana se animó hasta que llegó el descanso.

El Bayern no tuvo clemencia en la reanudación con el Camp Nou. Valdés sacó rápido de portería, consciente de que si había una ocasión sería por sorpresa o en una recuperación, nunca en ataque estático o elaboración, y el balón se perdió por el margen izquierdo hasta llegar a Alaba. El cambio de orientación del lateral hacia Robben fue tan luminoso como la definición del extremo holandés, desenganchado de Alves, enfocado hacia Valdés, dispuesto a engatillar su tiro infalible de rosca.

El gol holandés provocó una reacción esperpéntica en el Barça. Vilanova retiró a Xavi e Iniesta, como si el partido le importara un pito, y dejo el equipo a la intemperie, sometido al vendaval del Bayern, que dejó dos tantos más de propina, uno en propia puerta de Piqué después de un centro de Ribéry y el tercero de Müller. Ya no hubo ronda ni contienda ni siquiera un acto de fe o de orgullo barcelonista, de manera que los aficionados se fueron largando poco a poco del estadio, ruborizados por el presente y espantados por el futuro, muy martirizados.

Hacía mucho tiempo que no se vivía una eliminación tan decepcionante y vergonzosa en el Camp Nou, nada que ver con las dolorosas caídas ante el Inter o el Chelsea, aceptadas y aplaudidas por la hinchada. Ausente desde hace tiempo el juego, perdido el ingenio y la creatividad, anoche ni siquiera se apeló al valor. No hubo ni héroes ni villanos, ni locura ni sensatez, ni alivio ni honor, ni actuaron como niños ni como adultos, ni en broma ni en serio, sino que el Barça asumió un marcador final de 7-0 con el Bayern como si fuera un bolo de pretemporada, camino no se sabe muy bien hacia donde, dejados de la mano de Dios.

Mal gestionado en el vestuario e inocuo en la cancha, siempre sumiso, el Barcelona es ahora mismo un equipo irreconocible tanto en la victoria como en la derrota. El peor de los síntomas no fue finalmente que no jugara Messi sino saber que con Messi tampoco se habría ganado al Bayern. Ni siquiera vale como coartada la más que probable consecución de la Liga. La actuación de ayer resultó tan sorprendente como imperdonable en un club de la grandeza del Barcelona.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_