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Del drama al sueño de Londres

El rebote y la defensa le dan al Barcelona un agónico pase a la Final a Cuatro

Robert Álvarez
Navarro trata de irse de Ukic.
Navarro trata de irse de Ukic.JOSEP LAGO (AFP)

El Barcelona se desembarazó por fin de su pesadilla griega y el clásico español subirá al escenario en la Final a Cuatro de Londres. El Barça-Madrid en el O2 será posible porque el quinto y definitivo partido supuso una auténtica liberación para el equipo de Xavi Pascual, no sin pasar de nuevo por otro episodio desesperadamente dramático, lo que parece no tener vuelta de hoja cuando enfrente está un equipo tan áspero e incómodo como el Panathinaikos.

Maniatado en la mayor parte de los cuatro anteriores por los enredos tácticos, la astucia y efectividad de Diamantidis, los alardes de Bramos, la efectividad de Lasme y Gist y su propia confusión, el Barcelona compareció en la quinta entrega con una soltura que le permitió volar y sacar una renta que luego sudó de lo lindo para mantener. Lo consiguió en un partido petrificado en la segunda parte, con unos porcentajes de acierto minúsculos, especialmente los del Panathinaikos, absolutamente envenenado por su propia medicina, la del juego lento y especulativo.

BARCELONA REGAL 64 PANATHINAIKOS 53

Parciales: 28-14 | 16-19 | 7-10 | 13-10

Barcelona Regal: Marcelinho (10), Navarro (15), Abrines (2), Lorbek (6), Jawai (9) —equipo inicial—; Sada (0), Jasikevicius (6), Todorovic (3), Wallace (0), Ingles (8) y Tomic (5).

Panathinaikos: Diamantidis (6), Ukic (7), Maciulis (9), Tsartsaris (4), Lasme (16) —equipo inicial—; Bramos (3), Gist (6), Banks (2) y Schortsanitis (0).

Árbitros: Lamonica (Ita), Zamojski (Pol.) y Latisevs (Let.).

Palau Blaugrana. 7.585 espectadores. Unos 100 seguidores griegos.

Con la misma inercia con la que finalizó el cuarto duelo en Atenas, donde descubrió el punto de inflexión gracias a una defensa en zona, el Barcelona elevó de entrada varios tonos su juego. Jawai apareció en el quinteto titular y marcó la pauta del proceder azulgrana. Concentración, rebote y tanta contundencia como astucia para abrirse caminos en el interior de la zona del Panathinaikos. El fortachón pívot australiano se multiplicó, mantuvo una continuidad tan provechosa como sorprendente puesto que suele dedicarse a labores complementarias, no de liderazgo. Puntilloso en los detalles, sobre todo en el rebote, y acertado en los triples, el Barcelona tomó altura y descolocó a su rival. Diamantidis personificó el desconcierto de su equipo. Quiso quitarle la batuta al equipo azulgrana e hipotecó su partido con tres faltas personales en menos de cinco minutos.

Marcelinho fue esta vez el que manejó los hilos, animado por la facilidad con la que encontró espacios en la defensa griega y algunas canastas muy oportunas. El Barcelona jugó el primer cuarto con el ritmo y el acierto con el que no lo había hecho en todo la eliminatoria y como ya no pudo volver a hacerlo en lo que quedó de partido. Los 28 puntos que le endosó al Panathinaikos fueron la tormenta que rompió la sequía. Rozó el 50% de acierto en los triples y dominó el rebote, contó con aportaciones individuales notables, más allá de la de Jawai, también la inusual de Ingles y las de sus bastiones naturales, Navarro y Lorbek.

El Barcelona llegó a dominar por 19 puntos, 37-18, y mantuvo a raya al equipo griego en su primera reacción (42-33). Pero a partir de ese momento, el ataque del Barcelona empezó a hacerse más espeso. Enjauló a Jawai, confundió a Navarro, secó a Jasikevicius.

En el otro lado de la cancha tampoco se vieron muchas más canastas. Al Barcelona le salvó su eficacia defensiva y sobre todo su superioridad en el rebote. De otra forma hubiera sucumbido. No se hubiera sostenido en pie después de estar hasta siete minutos sin anotar. En ese lapso, desde el 51-41 medidado el tercer cuarto hasta el 51-45 bien entrado ya el cuarto, cuando el Panathinaikos le metió otra vez el miedo en el cuerpo, el juego se trabó hasta lo insoportable.

Marcelinho fue esta vez el que manejó los hilos, gracias a los espacios de la defensa griega

No encontró soluciones el equipo azulgrana, ni encontró superioridades en el interior, ni agujeros fuera, ni pudo mover con una mínima soltura el balón. Hasta que resurgió Navarro. Rompió la sequía con un triple y acto seguido otra canasta. Puso a su equipo de nuevo con 11 puntos de ventaja (56-45). Quedaban seis minutos. Pero tal como estaba la cosa, la renta se antojaba vital. Y lo fue. Prosiguió el tormentoso camino ofensivo para ambos equipos. Lorbek rehusó incluso en alguna situación de tiro clara. Los nervios estaban a flor de piel. Pero el Panathinaikos no dio ni una. Sus porcentajes son esclarecedores: un 6% en triples y un 70% en tiros libres. Y el Barcelona capturó 14 rebotes más. Eso y, como siempre, el liderazgo de Navarro, le valieron el pasaporte para Londres, para su cuarta Final a Cuatro en los últimos cinco años. Fue un tormento, pero valió la pena.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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